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Katy Mikhailova

((¿A qué huele el 155?))

"El secesionismo huele a rebeldía y a naftalina".

"El secesionismo huele a rebeldía y a naftalina".
Huele a mentira | Cordon Press

"¿A qué huelen las nubes?" Decía aquel spot televisivo de una famosa marca de compresas. Encontrar la esencia y el aroma de una realidad abstracta no es un ejercicio imposible. Casualmente leía el otro día el blog de la que es -probablemente- una de las mujeres que más saben de política y moda. Patrycia Centeno -a la que he entrevistado en esRadio en numerosas ocasiones y que me manda sus libros a casa- hacía un paralelismo que mucho deja que desear. El 155, según Patrycia, huele a testosterona. Con todo el cariño y cierta admiración que tengo hacia esta analista de tendencias políticas, no puedo no sentir arcadas al leer algo así. Quizás me equivoque, pero asociar esta ley a algo tan genéticamente masculino me parece que es un desprecio hacia todas esas mujeres -políticos o no- que han salido a la calle -o han pintado su ventana, balcón o jardín con nuestros colores - a defender España, su unidad, la Democracia, la Constitución y la belleza de nuestra bandera.

El secesionismo huele a rebeldía y a naftalina. Asocio su aroma a esas colonias baratas que se venden en algunas tiendas de cosmética por 5 euros. Huele a miedo: ese olor que desprenden los animales cuando presencian una amenaza que atenta contra su integridad. Huele a mentira.

Todo este tema de la estética intangible y la ética discutible y discutida, me recuerda a aquel libro que escribimos con Enrique Loewe -que aun no se ha publicado y que algún día, cuando nos cansemos de reciclar las ideas en un PDF, haremos- sobre los olores. Me contaba el bisnieto del fundador de la casa de lujo que, cuando iban a crear la primera fragancia de Loewe para hombre en los años 70, tuvo que viajar a Grasse -la ciudad del perfume por antonomasia- con su equipo. Había que encontrar la fragancia de la marca que encajara con el hombre español de la época.

Enrique, en ese capítulo -a modo de entrevista- me confesaba que decidió investigar al "macho ibérico" de entonces. Analizando e indagando en el interior de los pensamientos de este "target" se encontró con muchas sorpresas. Los complejos del hombre español y sus muchísimos miedos. Frente a este, se creó así una fragancia que transmitía un aroma fuerte, pasional y con carácter, que era lo que necesitaba entonces el "caballero" español.

Los olores también funcionan por temporadas y tendencias. Y, aun siendo algo mucho más sutil de detectar, cuando los cítricos se ponen de moda, diferentes marcas se lanzan a fomentarlo, acompañándolo de colores amarillos, naranjas, rosas…

El pasado mes de agosto cometí el error de probar un nuevo perfume. Ese que anuncian ahora, que tiene forma de tacón con aguja: de esos que da miedo ponerse y andar con ellos, pero que emulan tanto erotismo, con agresividad y pasión. Este perfume, casi a modo decorativo en la habitación de mi madre -que le habían regalado semanas atrás y que no llegó a usar-, me invitó a probarlo. Olor dulce, con notas a flores intensas -desconozco cuáles- y con un ligero guiño a madera -dicen que es un perfume para la noche- fue lo que me encontré. De manera irracional, me apliqué varias gotas. Aquel perfume, aquella tarde de alguna semana a finales de agosto, marcó el rumbo de mi vida en los meses de septiembre y octubre. ¡Lo que tienen los aromas a nivel psicoemocional y para atraer y ser atraída por nuevas emociones y presencias!

He vuelto a enterrarlo para rescatar mis fragancias habituales -sí, las que se nutren de cítricos-. A fin de cuentas los olores no son más que recuerdos silenciosos que permanecen en el tiempo y guardan, en secreto, las vivencias de una persona.

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