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Katy Mikhailova

No yacht, no party

Ahora, la jet-set se refugia en barcos, y la no-jet-set finge hacer lo mismo.

Ahora, la jet-set se refugia en barcos, y la no-jet-set finge hacer lo mismo.
Jorge Javier, de vacaciones | Instagram

La democratización de la jet-set (o de su estilo de vida) cada vez está más a la orden del día. La necesidad de realizar un viaje en altamar en un barco (o un híbrido del mismo) es tal, que hasta las empresas de alquiler de yates tienen sus campañas en Instagram ofreciendo precios bastante asequibles (400€, dos horas, que si suben 6 individuos, tocaría a menos de 70 euros por barba, como quien dice). Lo que significa que ‘el Zara de los barcos’ está empezando a expandirse. Cual grito de desesperación por parte de este tipo de empresas, a este se le suma la incipiente "necesidad" de los no-instagramers que sueñan con ser influencers y parece algo a ellos.

Y es que, verán: El año pasado el famoso actor de Paquita Salas, Brays Efe, lanzaba la pregunta en un mediático vídeo que dio la vuelta al mundo desde la red: "¿de dónde salen todo estos barcos?". La pregunta es bien sencilla, pero la respuesta no queda muy clara. Y es que ahora hay un movimiento llamado ‘Smugsolation’ que viene a referirse al estilo de vida privilegiado en tiempos difíciles (de pandemia, por ejemplo). La jet-set se refugia en barcos, y la no-jet-set finge hacer lo mismo. Es así de sencillo. A efectos del público, es casi lo mismo.

Mientras Georgina y Cristiano, Alejandra Ambrossio, Helena Tabladas, el torero Ponce y su nueva musa, y otros tantos ‘celebs’, pueden permitirse viajar días enteros (dormir ahí) o incluso semanas en los mejores yates: ¿qué pasa con el resto de los mortales, a los que pertenecen esa "raza" tan extraña llamada ‘influencers’ y ‘aspirantes a influencers’?

¿Es oro todo lo que reluce? Dos horas en altamar con un buen Iphone (¡o Huawei P40 que hace fotones!), un vino democrático y gente felizmente-feliz-y-enamorada da para alimentar Instagram durante una semana (como poco).

Pombo, Dulceida y el resto de influencers tampoco se pueden perder la necesidad de compartir en la red su fantástica estancia indefinida entre arenas, mares y delfines, en donde no faltarán un sinfín de menciones a marcas de bikinis, alpargatas, collares de conchas y aforismos epicúreos y hedonistas llenos de mensajes que dicen todo pero no dicen nada. Influ-nada.

Me pregunto dónde está Lucía Etxebarria y su vídeo-reflexión sobre la frivolidad de las vacaciones. A lo que me pregunto yo si no quisiéramos todos ser Cayetanos por unos días. Por ellos mismo, deberíamos exigirle a Pablo Iglesias y a Pedro Sánchez que Sanidad prohíba los stories en yates, pues crean una jerarquía incómoda para la sociedad. Generan un complejo. Una sociedad de clases. Un deseo aspiracional que no se alcanza y provoca frustración colectiva. ¡Los españoles nos merecemos una vivienda digna y, por Constitución, deberíamos tener, como poco, dos horas en yate por verano!

Ironías y bromas aparte, aunque en mi columna se perciba cierto rin-tin-tín, podemos hacer un kiti-pun de Juan Luis Guerra y cantarle, como dice esta canción del domininaco, a los social-comunistas "todo lo que tengo es tuyo" (menos la mansión de Galapagar, claro).

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