Mientras el mundo se sigue dividiendo entre los que aman los ‘microshorts’ (esos que no se sabe si son bragas o antiguos pantalones encogidos por la lavadora) y los que los repudian debido a que son una absoluta falta al gusto, la elegancia y el decoro; mientras que nuestra sociedad sigue peleada entre los que han estado este mes de agosto en Madrid y los que han estado navegando en Formentera (no hay barco para tanto desempleo. ¿De dónde sale tanto yate?); mientras que el mundo sigue siendo mundo… mientras todo esto ocurre, en gerundio con guiños al passé-composé con naftalina, aterrizan días fríos en un Madrid cada vez menos desértico. ¡Menos mal!
Septiembre se precipita al vacío para recordar a los que acaban de llegar que "el tiempo para no hacer nada" ha pasado a mejor vida. Y, ante este extraño y breve frescor, la ropa de entretiempo es la idónea. Fenómeno digno de estudiar, porque darle uso a este tipo de ropa es bastante inusual. Atesoramos en nuestros armarios una serie de prendas de vestir (y que van en aumento de temporada en temporada) que no sirven más que para hacer bulto. Ni el excesivo calor de verano ni el excesivo frío de invierno dan sentido a esa ropa inventada cual puente entre estación y estación. Es lo que tiene Madrid: el mejor agua pero la ropa de entretiempo mejor para el verano de Cantabria. Somos así de pasionales.
Con la vuelta al cole, también la vuelta a los mismos y aburridos titulares de siempre. "10 consejos para vestir en la oficina después de las vacaciones de verano", "cómo mantener tu bronceado de verano todo el año", "los protectores solares no son sólo para el verano", "consejos para no deprimirse con la vuelta a la rutina", y cosas así. Siempre en bucle. Cíclico. Como la vida misma. Periodistas: reinventémonos, por favor. Yo la primera.
Si lo analizan, el ciclo de la moda se divide entre las lentejuelas y el rojo para Nochevieja, las rebajas con la cuesta de enero y los gimnasios estacionales; prosigue con el rojo San Valentín, las prendas de baño o montaña para la escapada atea de Semana Santa; un kit-kat de bandera multicolor por el amor libre durante ya casi 1 mes, para aterrizar finalmente en los capazos, pamelas y trajes de baño de verano, con la posterior vuelta al cole y la terrorífica semana de Halloween. Y a empezar otra vez. Los esquiadores, tienen más estaciones, y nunca mejor dicho: alternan, entre la vuelta al cole y la Semana Santa, algunas huidas a la nieve, Decathlon mediante, gigante que ha democratizado la moda de practicar deporte (o que parezca que se practica -en Tik Tok todo vale-).
En España, mientras, continuamos con el disfraz invisible del Rey, metáfora de la hipocresía y la mentira, un must-have en nuestros armarios que viene pisando con más fuerza. No podemos pensar libres, y menos aún compartirlo, porque la libertad de expresión acaba donde empieza lo políticamente correcto.
El Macarrismo, en cualquier caso, y ajeno a las temporadas, las modas y los modos, impera como doctrina digna de elogiar. Convive con la otra doctrina, la del feminismo alejado de la coherencia. Y, aunque suba el pan, o más bien el precio de la gasolina, nos nutrimos de fábulas ancladas en el narcisismo ilustrado (todo para el ego, pero dejémoslo en un "amor propio"), el materialismo ecológico (que es algo como "consuma pero consuma sostenible") y la superficialidad barata de masticar agua y absurdas noticias que tiene por finalidad más "clicks" reproducido en visitas, ventas y seguidores. Si no saben qué ponerse, mejor quédense en casa.