
En los últimos años, la preocupación por los efectos del uso de dispositivos digitales ha alcanzado también a la población mayor.
Frente a la llamada "hipótesis de la demencia digital", que sugiere que apoyarse demasiado en pantallas y aplicaciones puede atrofiar la memoria y la concentración, un nuevo metaanálisis ofrece un mensaje sorprendentemente distinto: usar tecnología en la vida cotidiana podría ser beneficioso para el cerebro envejecido.
Un estudio recientemente publicado en Nature Human Behaviour, liderado por los neuropsicólogos Jared F. Benge y Michael K. Scullin, ha revisado 136 investigaciones sobre el uso de tecnologías digitales en personas mayores de 50 años, entre otros ordenadores, internet y teléfonos móviles.
Tras el análisis de las investigaciones, 57 estudios con más de 400.000 participantes fueron incluidos en un metaanálisis cuantitativo. La conclusión es clara: quienes usan tecnología digital de forma habitual tienen menos riesgo de deterioro cognitivo y demencia que quienes apenas la usan.
¿Qué dice el estudio?
El estudio midió el impacto del uso de la tecnología con dos indicadores habituales en epidemiología: la odds ratio (OR) y la hazard ratio (HR). La primera estima el riesgo de desarrollar un problema; la segunda, la rapidez con la que avanza.
En ambos casos, valores inferiores a 1 indican protección frente al deterioro mental. Los resultados fueron contundentes: las personas mayores que usaban tecnología de forma habitual tenían un 58 % menos de riesgo de deterioro cognitivo (OR = 0,42) y, si este aparecía, su progresión era un 26 % más lenta (HR = 0,74).
¿Y si la tecnología protegiera el cerebro?
Uno de los hallazgos más relevantes es que ningún estudio encontró un mayor riesgo de demencia asociado al uso habitual de tecnología. Al contrario: las personas mayores que usaban dispositivos digitales con frecuencia —aunque solo fuera para leer, buscar información o comunicarse— mostraban un mejor estado cognitivo y menos diagnósticos de deterioro leve o demencia.
Este efecto se conoce como "reserva tecnológica". Es un concepto similar a la reserva cognitiva, que se asocia con la educación o las actividades intelectualmente exigentes. En este caso, se plantea que interactuar con tecnología mantiene el cerebro activo.
Navegar por internet, usar aplicaciones, resolver problemas técnicos o adaptarse a nuevas funciones obliga a procesar información, tomar decisiones y socializar en entornos virtuales. Todo ello son actividades cognitivamente exigentes. Es decir, estimulan procesos mentales complejos, lo cual refuerza las conexiones neuronales y actúa como una forma de entrenamiento mental diario.
¿Causa o efecto?
Los autores reconocen que este tipo de estudios no permite establecer una relación causal. Es posible que las personas con mejor salud mental adopten la tecnología con más facilidad, y no al revés.
Sin embargo, muchos de los estudios analizados fueron longitudinales, con seguimientos de hasta 18 años. En ellos, el uso temprano de tecnología se asoció con mejores resultados cognitivos años después, incluso teniendo en cuenta factores como la educación, la salud, la ocupación o el nivel socioeconómico.
En otras palabras, aunque no se puede descartar que las personas más lúcidas sean las que más usan tecnología, también parece que quienes se sumergen en entornos digitales se mantienen más lúcidos con el paso del tiempo.
No toda pantalla es igual
Eso sí, no todo uso de la tecnología aporta beneficios. El estudio se centró en lo que los autores llaman "usos naturales": las actividades digitales cotidianas como enviar correos, consultar el banco, leer artículos, gestionar citas o participar en redes sociales.
Se excluyeron estudios que analizaban intervenciones específicas, apps diseñadas para entrenar la memoria o videojuegos específicos, ya que no reflejan el uso habitual de la tecnología en la vida diaria.
La clave está en la interacción activa. Usar tecnología para resolver tareas o comunicarse parece positivo. En cambio, pasar horas viendo vídeos de forma pasiva —al estilo de la televisión— no muestra el mismo efecto.
Algunos estudios incluso apuntan a una curva en forma de U: el uso moderado de internet es el que más beneficios aporta. El uso excesivo o demasiado pasivo podría no ayudar, o incluso resultar contraproducente.
Implicaciones prácticas: un andamiaje digital para envejecer mejor
Los investigadores señalan que la tecnología puede funcionar como un "andamiaje cognitivo". Es decir, una ayuda práctica para compensar pequeños fallos de memoria o atención en la vida diaria.
Un recordatorio en el móvil para tomar una pastilla o un GPS para orientarse en una ciudad son ejemplos claros. Lejos de atrofiar el cerebro, estos apoyos permiten mantener la autonomía y la funcionalidad, incluso con cierto deterioro.
Además, la tecnología facilita el contacto social. Durante la pandemia, muchos mayores se mantuvieron conectados con familiares, amigos o médicos gracias a videollamadas y mensajes. Este tipo de vínculo digital también se asocia con una mejor salud mental.
¿Una lección para las futuras generaciones?
El estudio se centró en los llamados "pioneros digitales": personas que nacieron antes de internet y adoptaron la tecnología ya en la edad adulta. Es decir, quienes aprendieron a usar ordenadores, móviles o internet con el paso de los años.
Aún no sabemos si los efectos serán los mismos en quienes crecieron rodeados de pantallas desde niños. Pero en los adultos mayores, los datos son claros: la tecnología no es un riesgo para la mente, sino una posible aliada.
Como concluyen los autores: la generación que impulsó la revolución digital está llegando a la edad del deterioro cognitivo… y todo indica que esa misma tecnología podría estar ayudándoles a envejecer mejor.
La tecnología no es el enemigo del cerebro envejecido. Al contrario, puede ser una herramienta que refuerce la mente, prolongue la autonomía y mejore la calidad de vida en la vejez.