
Todo está en su reciente ensayo, El eclipse del padre, cuya explicación tuve la fortuna de escuchar de sus propios labios en el encuentro que Res Hispánica celebró hace dos semanas en el refectorio franciscano del Monasterio de La Rábida en Palos de la Frontera (Huelva), precisamente el convento al que se dirigió Colón, tras fracasar su propuesta a la corona portuguesa. Gracias a los "menores", tuvo acceso preferente a la reina Isabel la Católica. Fue el principio de la extensión de la civilización europea al continente americano, ahora condenada a la cancelación.
Inmediatamente, el autor precisó que se trata únicamente de un eclipse de la figura del padre, un ente arquetípico que parece aludir a nuestra civilización occidental greco-latina-judeo-cristiana, un ensombrecimiento momentáneo y circunstancial, no de una desaparición (o asesinato) definitivos. Se debe sobre todo a la ceremonia de la confusión del lenguaje y su significado elevado a liturgia impropia por la maniobra, mejor que razón, e incluso que sinrazón, woke.
