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La vuelta a la caverna: filosofía y democracia

Recuperamos el artículo de Lino Camprubí con motivo del estreno de un documental sobre el pensador en otoño del pasado año. 

Recuperamos el artículo de Lino Camprubí con motivo del estreno de un documental sobre el pensador en otoño del pasado año. 
Detalle del cartel de presentación del documental de Gustavo Bueno

Con la que está cayendo, ¡un documental de filosofía! ¿Quién va ir a ver eso? Llenazo total. La cosa sorprende, pero sólo en una primera impresión.

Sorprende porque la filosofía está en franco retroceso en las instituciones. El actual gobierno ha dado la estocada final a la presencia de la historia de la filosofía en el bachillerato, culminando un proceso de años de desprecio de la materia a favor de sucedáneos dictados por modas más o menos pasajeras (Ciencia, tecnología y sociedad; Ética para la ciudadanía; Ciencias del mundo contemporáneo).

Pero la tendencia se observa más allá de las aulas. Un ejemplo muy al caso: la Fundación Gustavo Bueno hace años dejó de recibir subvenciones y se sostiene por las donaciones de los Amigos. Ahora al parecer el Ayuntamiento discute incluso destinar el magnífico edificio que le tiene cedido – se dice que allí nació la Reina - para otras "actividades culturales".

La gaita y el bable, la sardana y la butifarra, el cante hondo y las hortiguillas no son buenas por sí mismas, que aquí habrá gustos, sino porque son manifestaciones culturales. Y como el que dice eso no sabe bien lo que dice, pues dirá que la filosofía también es cultura, sin más. Y ya puestos, ¿por qué va a ser su cultura mejor que la mía? Parece que el El mito de la cultura, el libro más vendido de Bueno, fue tan acertado en sus diagnósticos como poco leído por sus muchos compradores.

Y he aquí la razón de fondo a la que responde el retroceso de la filosofía, más allá de la falta de entendederas de éste o aquel politicastro: la filosofía académica pierde su sentido en democracia, donde una opinión vale tanto como cualquier otra y todos tenemos la nuestra. No se trata de reivindicar el absolutismo, la anarquía o la aristocracia como formas mejores de gobierno que la nuestra. Sino de advertir de que cuando el principio de un ciudadano un voto se lleva a todas sus consecuencias, se instaura la tiranía del "yo pienso de que."

Gustavo Bueno lo ha llamado alguna vez teatrocracia, a saber, el gobierno de los payasos, de los "intelectuales y artistas", de los tertulianos. El reino de la opinión (o doxa, que diría Platón). Frente a ello, se rebela Bueno citando al filósofo griego: "una opinión, si no va acompañada de su fundamentación, no vale nada."

Como decía, la sorpresa del buen recibimiento del documental Gustavo Bueno. La vuelta a la caverna desaparece cuando se le da dos vueltas. Porque en este mundo de sombras, de apariencias y de opiniones sin fundamentar, a menudo nos vemos huérfanos de criterio. En la saturación informativa de Internet y el guirigay de las redes sociales, nos cuesta cada vez más encontrar la armonía tras el ruido de melodías tan seductoras como efímeras y disonantes. Un porcentaje importante de ciudadanos quiere "amueblarse la cabeza," una metáfora poco elegante pero inevitable en los tiempos de la burbuja inmobiliaria.

Sistema

Eso es lo que Bueno ofrece, y hay muy pocos filósofos que en nuestro tiempo se atrevan a intentarlo. Los grandes sistemas filosóficos se cuentan con los dedos de las manos. Porque si, la filosofía se dedica al análisis de las ideas y éstas se conforman históricamente en los lenguajes nacionales, están en boca de todos: democracia, razón, hombre, Dios, ciencia, libertad, socialismo, tiempo, Estado… Pero estas ideas están llenas de contradicciones, en sí mismas y con otras relacionadas. A menudo ignoramos estas contradicciones o tratamos de salvarlas a través de dicotomías maniqueas que abstraen a las ideas de sus contextos históricos, tecnológicos y científicos. Pensamos a través de mitos que nos sirven para organizar la realidad precariamente, para salir del paso, pero que no resisten el primer análisis. La filosofía académica, sistemática, trata justamente de levantar un mapa de la realidad que no conduzca a callejones sin salida a cada paso.

Y si los poderes públicos le dan la espalda a la filosofía académica, ¿qué hacer? Quien lea esto desde Madrid, puede acudir al ciclo sobre "Arte y Pensamiento" organizado en el Centro Riojano por la asociación que produce el documental, Nódulo Materialista. En la página nodulo.org encontrará el lector los horarios. Quien viva en el norte, que se acerque a la Escuela de Filosofía de Oviedo, que se reúne todos los lunes en la sede de la Fundación Gustavo Bueno de aquella ciudad para discutir sobre ciencia, historia de la filosofía, política... ¡He ahí la Academia contemporánea! Para el resto, la Fundación Gustavo Bueno a través de su canal de YouTube ofrece decenas de conferencias, debates y teselas. Va para los 2 millones de visitas, más de América que de España.

El siguiente paso es, naturalmente, leer a Bueno. Cientos de artículos y decenas de libros (la mayoría disponibles en Internet y algunos traducidos al chino, el alemán o el inglés) conforman un sistema vivo, destinado a crecer y modificarse en consonancia con un mundo cambiante. Hay que dedicarle tiempo y esfuerzo, porque además no se puede leer en el vacío, sino en contraste con desarrollos científicos, políticos, históricos y filosóficos. Leer a Bueno exige medirle, compararle, discutirle. Leer a Bueno es ya filosofar.

Lino Camprubí es Investigador doctor en el Instituto Max Planck de Historia de la Ciencia (Berlín) y nieto del filósofo Gustavo Bueno.

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