Menú
Amando de Miguel

El tiempo fluctuante

En España, las autoridades han decidido rehacer la interpretación del pasado político de la nación, a través, nada menos, que de una ley de "memoria histórica".

La medición del tiempo objetivo es la que expresan el calendario y el reloj. Son dos instrumentos ubicuos en la actual vida cotidiana, sea en los teléfonos móviles o en los ordenadores. Pero cada persona vive ese día y hora según su experiencia y sus necesidades. Para empezar, debemos distinguir los coetáneos (los individuos de nuestra misma cohorte de edad) de los contemporáneos (los que comparten las mismas fechas del calendario con nosotros). Ambas relaciones nos llevan a pensar que cada uno percibe el mismo tiempo objetivo de una manera distinta. Es fácil comprobar que algunas personas se adelantan a su tiempo, van por delante de lo que exigen las circunstancias del momento en el que, objetivamente, se alojan. Otras, en cambio, se quedan estancadas o incluso retroceden mentalmente a un pasado inasequible. La nostalgia es una forma de revivir lo que fue. Recordemos los inmortales versos de Jorge Manrique (consérvese la ortografía arcaica): "Cómo, a nuestro parescer,/ cualquiere tiempo passado/ fue mejor". Naturalmente, habría que precisar a quién le fue mejor en el pasado.

El pasado puede ser muy difuso, inmemorial, en el caso más distante. Lo dice muy bien el comienzo de muchos cuentos infantiles: "Érase que se era" (en inglés: once upon a time). En España, las autoridades han decidido rehacer la interpretación del pasado político de la nación, a través, nada menos, que de una ley de "memoria histórica". Es difícil imaginar una aberración mayor.

La fecha y la hora nos permiten acordar, por anticipado, todo tipo de actividades y encuentros. La relación con los funcionarios y profesionales requiere ahora la cita previa. La expresión no deja de ser redundante, pero se impone.

Dado que la hora se determina por la posición de nuestro punto en la Tierra, se parte de una hora oficial para cada país o parte de él. Esta se determina según el huso de la Tierra en el que nos encontramos de forma habitual. Es una porción de la circunferencia del planeta: 15º. Se intenta acomodar a la histórica disposición de las fronteras. Así, España (de las Baleares a las Canarias) se sitúa en el huso correspondiente al meridiano cero, el de Greenwich (Londres). Por tanto, la hora oficial española tendría que ser la misma que la del Reino Unido y Portugal. Sin embargo, interviene la política; en este caso, el arbitrismo de Francisco Franco. Al tiempo de la II Guerra Mundial, el caudillo decidió que era mejor que la hora oficial de España fuera la de Berlín, no la de Londres. Así se quedó. Han pasado ochenta años y ningún Gobierno, desde entonces, se ha atrevido a enmendar tal capricho político. Por tanto, la hora oficial de España (excepto Canarias) es una hora más de la que corresponde. A nadie le choca tal despropósito. No lo es menos el hecho de que las autoridades deciden cambiar la hora añadiendo o quitando una a la hora oficial una vez cada seis meses. Se dice que es con propósito de ahorrar energía, un argumento ridículo.

El sistema de la hora oficial para cada huso del mapa terráqueo es un hecho reciente. La primera iniciativa para establecer la hora oficial de cada territorio la tomaron las compañías de ferrocarriles a finales del siglo XIX. Naturalmente, era bastante arbitraria y provocaba algún que otro desconcierto en los viajeros de los trenes. Luego, fue cosa más organizada de los acuerdos internacionales.

El ejemplo de los vaivenes de la hora oficial nos ilustra del carácter relativo de las mediciones del tiempo, que parecen más objetivas. En la vida pública son corrientes las expresiones "a largo/corto/medio plazo". Nadie sabe qué significan tales intervalos, pero se dicen con toda seriedad. Se recuerda la famosa frase de lord Keynes: "A largo plazo, todos muertos". En español tenemos un refrán mucho más antiguo: "De aquí a cien años, todos calvos".

Hay más imprecisiones. Ahora es muy corriente decir "más pronto que tarde", que no parece mucha exactitud. Algunas personas confunden bimensual (dos veces al mes) con bimestral (una vez cada dos veces). O bianual (dos veces al año) con bianual (una vez cada dos años). Quedan como trabalenguas.

En principio, parece clara y suficiente la significación de hoy, pero en los medios de comunicación y en la vida corriente se sustituye por el galicismo "a día de hoy". El alargamiento se establece, asimismo, en el antes (transformado en anteriormente) o el después (convertido en posteriormente). Hay más ejemplos. A saber qué significa la expresión, ahora muy común, de "más pronto que tarde". La conclusión es que el tiempo, tenido por preciso, fluctúa mucho en el lenguaje cotidiano.

En Cultura

    0
    comentarios