
Hacía apenas dos días que se habían entregado los premios José María Forqué, que anualmente sirven de homenaje a quien fuera uno de los más brillantes y activos directores cinematográfico de los años 50 y 60. Esta vez no había acudido como especial invitada la hija, Verónica. Llevaba un tiempo acusando una profunda depresión, que se dejó notar durante la emisión del programa MasterChef Celebrity, donde ella tomó parte hasta que abandonó su presencia. Y este pasado lunes se ha quitado la vida según informes iniciales de la policía y los servicios médicos que acudieron al domicilio de la actriz.
Verónica Forqué Vázquez-Vigo contaba sesenta y seis años cumplidos recientemente, el 1 de diciembre. Su actividad artística había descendido con respecto a su brillante ayer, cuando a mitad de la década de los 80 y los 90 era una de las imprescindibles de nuestro cine y teatro. Consciente era que a su edad ya sólo la reclamaban para papeles menos relevantes. Pensaba que los jóvenes de ahora no tenían idea de quién era y los mayores, tal vez se habían olvidado de su nombre. Invitada a participar en el antes mencionado espacio de cocina en Televisión Española lo aceptó en la creencia que le devolvería la popularidad que tuvo antaño, al margen de si su habilidad preparando platos era lo más convincente posible para el exigente jurado gastronómico. Hizo lo que pudo, tal vez su presencia ante las cámaras y entre fogones no cumplió con las expectativas suyas y de los responsables del programa. Lo cierto es que decidió abandonarlo no sin dar una oportuna razón: "Mi cuerpo dijo basta, no me encuentro bien, estoy agotada, me voy por cansancio". Y, efectivamente, cumplió su palabra y nadie pudo retenerla.
Pocas fechas después, el 29 de noviembre, Verónica Forqué, participó en un desfile de moda en el céntrico mercado madrileño de San Antón. Aceptó esa intervención porque se lo pidió el modista Eduardo Navarrete, a quien había conocido en el estudio de televisión donde se grababa "MasterChef". Fue la última aparición pública, que se sepa, de la malograda actriz. Su depresión venía de lejos, pero se recrudeció cuando participaba en ese programa-concurso de cocina. ¡Quién sabe qué oscuros fantasmas nublan mentalmente la razón para que un ser humano decida abandonar este mundo! Su única hija, María, de treinta y un años, a la que estaba muy unida, fue informada por la policía del triste desenlace y acudió adonde se encontraba yacente el cuerpo sin vida de su madre, patética escena de dos cuerpos abrazados en esa desconsolada tragedia.
Confesaba Verónica Forqué que desde muy niña quiso ser actriz. Era natural teniendo en cuenta que su padre, José María, ya decíamos que ejercía como notable director de cine, en tanto su madre, Carmen Vázquez-Vigo, natural de Buenos Aires, era una prolífica escritora, especializada en literatura infantil. Guionista en Radio Nacional de España, alguna vez participó también como actriz en montajes teatrales. Verónica estudió Arte Dramático y varios cursos de Psicología, carrera que no llegó a culminar. Su padre, no muy proclive a que se dedicara al cine y al teatro, le proporcionó algunos papelitos en sus películas. Y la vez primera que pisó un escenario sucedió con la compañía de Nuria Espert representando Divinas palabras. Como quiera que el espacio nos impide condensar siquiera parte de su larga biografía teatral, cinematográfica y televisiva, sólo mencionamos seguidamente los títulos más destacados de esos géneros.
En la escena, mediados los años 80: El zoo de cristal, Casa de dos puertas mala es de guardar, Agnus Dei, Tres sombreros de copa, ¡Ay, Carmela!… En la pequeña pantalla: las series Ramón y Cajal, El jardín de Venus, Pepa y Pepe, Platos rotos… Y ya en el cine, a las órdenes de Pedro Almodóvar, que la tenía considerada como una de sus musas, en una línea algo similar a la de Carmen Maura, entre la comedia principalmente, ¿Qué he hecho yo para merecer esto?, Matador y Kika. Dirigida por Fernando Colomo, La vida alegre; Bajarse al moro, Salsa rosa, ¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?, El baile del pato, estas últimas siendo realizador quien fue su marido, Manuel Iborra. Alguna vez Verónica hizo sus pinitos como directora teatral. Ocasionalmente asimismo prestó su voz a la actriz norteamericana Shelley Duval en la película El resplandor.
Resumir la carrera de Verónica Forqué es hacerlo de una actriz culta, muy unida a sus padres. Su progenitor la llevaba siendo muy jovencita al museo del Prado y le explicaba, al ser entendido en arte, los cuadros que consideraba más sobresalientes. Creció en un ambiente intelectual. Gozaba de una vis cómica especial que le permitía crear personajes de comedia que despertaban en el público gran hilaridad. Su voz tenía un timbre especial, heredada seguro de su madre, con un poco frenillo. Las aristas de su personalidad eran la de una sonrisa cómplice con los espectadores, la cercana coquetería, la perenne ingenuidad. Me dijo un día: "Prefiero hacer papeles de chica buena y tonta a ser la mala de la historia, tipo Bette Davis, que no me va". Quien fue su esposo, Manuel Iborra la tuvo de protagonista junto a Antonio Resines en El tiempo de la felicidad. Resulta que el argumento estaba basado en algunos pasajes de la propia madre de Verónica, que al casarse se veía obligada a abandonar su vida artística. Cuando rodó Verónica "¿Por qué le llaman amor…?", creyó que su personaje no era el más apropiado, pues era el de una fulana que se ganaba el pan diario "haciendo el amor" con su pareja en una sala de fiestas. Pero la actriz acabó muy contenta del rodaje. Realmente, era una mujer muy divertida. Varias veces estuvo retirada: por sus depresiones que la llevaron a la consulta frecuente de psiquiatras y psicólogos. Seguidora de las filosofías orientales se desplazó varias veces a la India para buscar el equuilibrio mental que precisaba.
Su paso por el cine en los últimos tiempos ya decíamos que no era tan seguido como décadas atrás. Lo percibió claramente cuando en 2019 intervino en la película El último rinoceronte blanco. Fechada en 2020, Salir del ropero. Y en este año que termina tomó parte en A mil kilómetros de la Navidad y Espejo, espejo.
Era una gran actriz. Con una personalidad propia que la alejaba de aquellas otras "del montón". Una película, obra teatral o serie de televisión con Verónica Forqué tenía de antemano su sello característico. Y eso, sólo se encuentra en quien domina los recursos básicos de una intérprete, para hacernos reir, conmovernos o emocionarnos. Una lástima que nos haya dejado para siempre.

