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Amando de Miguel

La complacencia de los lugares comunes

Es una salida característica de los entrenadores de fútbol, los que se proponen ganar "partido a partido", cosa más simple que una cacaforra.

Es una salida característica de los entrenadores de fútbol, los que se proponen ganar "partido a partido", cosa más simple que una cacaforra.
El entrenador de fútbol Diego Pablo Simeone. | Imagen TV

La práctica de deslizar simplezas o lugares comunes consiste en afirmar algo sabido y repetido, una especie de sabiduría mostrenca, con el fin de quedar bien. Lo malo es que también puede surtir el efecto de pasarse de listo. En el mejor de los casos, facilita la conversación. Es una manera de llevarse bien con el prójimo o, por lo menos, de no entrar en disputas. La fuente más ilustrada es el refranero, aunque hay que saber emplearlo, pues hay dichos para todos los gustos. Sancho Panza fue un auténtico maestro en el uso de ese repertorio. Tanto fue así que don Quijote terminó por aprender el arte de hilar refranes.

Normalmente, la cita de un lugar común esconde una falta de imaginación del sujeto emisor, que, por eso mismo, trata de disimularla. De ese modo, evita tener que discutir con el interlocutor o el oyente. Recuérdese que, para los españoles, el verbo discutir adquiere muchas veces un significado despectivo, próximo a reñir. Por eso, lo mejor será ocultar las opiniones propias y auténticas. Los lugares comunes vienen pintiparados para la ocasión.

Los lugares comunes no son tan certeros como parecen. Al oírlos, el interlocutor o el oyente se plantean, mentalmente, una respuesta implícita alternativa. Una simpleza antológica fue la del político decimonónico que alardeó ante sus correligionarios: "Nosotros somos nosotros". El truismo no era tal, pues lo que quería decir era que su ideología podría mostrarse falsificada. La versión actual es todavía más ramplona: "Fútbol es fútbol".

Es corriente oír la afirmación de que "la televisión es un rollo", o expresiones parecidas. Claro que esos mismos críticos de la radio con imágenes no suelen hacer muchos ascos a tener enchufada la caja tonta.

A los españoles no nos va mucho el género de elogiar al prójimo, especialmente en vida. Un argumento muy socorrido es decir de alguien que es "amigo de sus amigos", una justa e indiscutible correspondencia. Viene muy bien para los obituarios.

Es muy corriente el comentario compensatorio de "las uvas están verdes", de la conocida fábula de Esopo La zorra y las uvas, en sus versiones domésticas de La Fontaine o Samaniego. Es una forma de consolarse al no conseguir lo deseado.

El inconveniente de los refranes es que abundan los que sirven para una cosa y la contraria. Así, consuela mucho el deseo vengativo de que "a cada puerco le llega su San Martín". Pero se puede redargüir que "por San Martín mata el ruin". La explicación se entendía bien en el mundo campesino. El día oficial de la tradicional matanza del cerdo era el de San Martín, el 11 de noviembre. Pero a esa fecha se atenían, por necesidad, los labradores modestos, pues para entonces ya se había acabado la vianda del año anterior. Corrían el riesgo de que se retrasaran los fríos, y entonces se les echaban a perder los chorizos y otros embutidos recién hechos. Por eso los campesinos acomodados se podían permitir el lujo y la seguridad de posponer el día de la matanza hasta bien entrado diciembre. Bueno, ahora, con las "macrogranjas", ya no hay cuidado con las fechas: la chacina es un producto industrial. Viene a ser la confirmación de que el refranero queda para un tiempo tradicional. De todas formas, hay que saber emplearlo.

Lo bueno de los lugares comunes es que podemos echar mano de ellos y, así, no tener que pensar mucho. Lo malo es que el oyente, lector o interlocutor no les preste atención. Vienen a ser como el sonido de la lluvia, que solo interesa a los poetas. En el caso de los personajes públicos, da una verdadera lástima cuando recurren al repertorio de lugares comunes, seguramente con el fin de caer simpáticos. Es una salida característica de los entrenadores de fútbol, los que se proponen ganar "partido a partido", cosa más simple que una cacaforra.

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