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El Prado devuelve su esplendor al retrato ecuestre de Felipe IV: así lo vio Velázquez

La obra, clave en el conjunto del Salón de Reinos, ha recuperado su aspecto original tras eliminar barnices y repintes.

La obra, clave en el conjunto del Salón de Reinos, ha recuperado su aspecto original tras eliminar barnices y repintes.
El Museo del Prado ha presentado este jueves la restauración de 'Felipe IV, a caballo' de Velázquez. | Europa Press

El Museo Nacional del Prado ha presentado este jueves la restauración del Retrato ecuestre de Felipe IV, una de las piezas más emblemáticas de Diego Velázquez, realizada entre finales de 1634 y principios de 1635. La intervención, llevada a cabo durante cuatro meses por la restauradora María Álvarez Garcillán, ha sido posible gracias al patrocinio de la Fundación Iberdrola España como miembro protector del Programa de Restauraciones del museo.

Según ha explicado la propia restauradora, el objetivo de la intervención ha sido recuperar la riqueza cromática y la estructura original de una pintura que había sido alterada por el paso del tiempo y por anteriores tratamientos poco cuidadosos. Aunque el estado de conservación general era bueno, el cuadro presentaba un barniz amarillento y una decoloración acusada en las bandas laterales, además de repintes y estucos que ocultaban detalles esenciales.

"Probablemente lo estamos viendo como solo lo pudo ver Velázquez y su entorno más cercano", ha señalado Álvarez Garcillán durante la presentación. Entre las actuaciones realizadas se encuentra la eliminación de repintes y estucos burdos, así como la reducción del barniz oxidado que desvirtuaba los colores originales.

Problemas estructurales y soluciones históricas

Una de las mayores dificultades de esta restauración ha sido el tratamiento de las bandas laterales que el propio Velázquez añadió para adaptar el formato del lienzo a la arquitectura del Salón de Reinos. La esquina inferior izquierda había sido modificada para permitir la apertura de una puerta, lo que ha implicado separar ese fragmento del resto de la obra.

Posteriormente, durante el traslado al Palacio Real, se realizó un reentelado que cosió nuevamente esa esquina al conjunto del lienzo. La restauración actual ha eliminado esa sutura visible y ha consolidado la zona, tratando de que esta intervención interfiera lo menos posible en la experiencia visual de la obra.

Velázquez en plenitud creativa

El director del Museo del Prado, Miguel Falomir, ha destacado que la pintura fue ejecutada por Velázquez en un momento de plena madurez artística, sin delegar en su taller. "Podemos estar absolutamente seguros de que el Prado posee la mejor colección de retratos ecuestres de cualquier museo del mundo", ha afirmado.

La técnica utilizada combina pinceladas secas y trazos cargados de aglutinante, lo que genera una textura que se transforma en formas nítidas al observar el cuadro a cierta distancia. Detalles como los ojos del monarca, la armadura, el caballo y el paisaje de fondo emergen ahora con mayor naturalidad y claridad.

Un retrato sin firma pero con autoría indiscutible

El Retrato ecuestre de Felipe IV es el único de su serie que deja en blanco el espacio destinado a la firma, ubicado en la esquina inferior izquierda. Este gesto deliberado refuerza la autoría de Velázquez, cuya técnica era ya completamente inconfundible. El fondo del cuadro evoca el paisaje entre Madrid y la sierra del Guadarrama, un entorno familiar para el pintor y representativo del reino.

La elección de una pose serena y estática, inspirada en modelos como el Carlos V en Mühlberg de Tiziano, se aleja de otras representaciones ecuestres más dinámicas. Esta decisión artística contribuye a enfatizar el poder del monarca de forma contenida, reforzando la dignidad de la figura sin recurrir a gestos grandilocuentes.

Un ejemplo del retrato barroco cortesano

La obra fue concebida como parte del programa iconográfico del Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro. Allí se integraba con los retratos de Isabel de Borbón, el príncipe Baltasar Carlos, Felipe III y Margarita de Austria. Tras su restauración, puede contemplarse en la sala 12 del edificio Villanueva del Museo del Prado.

Jaime Alfonsín, presidente de la Fundación Iberdrola España, ha subrayado la importancia de esta intervención, ya que "nos muestra cómo fue concebida la pieza original y devuelve a la obra su esplendor".

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