
Keeper encierra, en sí misma, todas las claves de una aproximación al horror no exactamente nueva, pero sí una que ha permitido a productoras como Neon o A24 o realizadores como Ari Aster, Robert Eggers o el responsable de la aquí presente, Osgood Perkins, hacerse un nicho en la industria y tomar el relevo para cierto tipo de cine de género. La "elevada" pregunta es si el horror metafórico de realizadores como Perkins, recién salido de una dupla salvaje en la taquilla con Longlegs y The Monkey, quizá sus películas más accesibles, encierra en el fondo algun tipo de complejo, como si hablar en clave fuese una necesidad para maquillar que esto, en el fondo, es "solo" una película de terror.
Keeper, la historia de una pareja que llega a una cabaña en el bosque donde se desatan todo tipo de horrores es el epítome de ese horror elevado. El andamio de esta mezcla de folk y psicología es escaso, y todo depende de cómo el hijo de Anthony Perkins, recién salido de lo que en cierto modo ha sido su excursión por las multisalas de las dos películas citadas, sepa prolongar una premisa de puro cortometraje. No en vano, la película comienza con una pregunta retórica que parece tomarle la palabra al James Gunn de la última Superman y con la pregunta de si esto es verdaderamente "punk".
La cuestión es que en Keeper se ven esas costuras, sí, pero también el "tour de force" directorial a la hora de generar atmósfera malsana y pura y dura metáfora de una relación de pareja que sí, lo sabemos desde el principio, va a ser tóxica de narices. También de exprimir al máximo a la actriz (y aquí también productora) Tatiana Maslany, ciertamente una nueva clase de reina del grito, y que roza la excelencia en una de esas interpretaciones que nunca serán del todo bien ponderadas. El film carece de progresión, pero es condenadamente bueno a la hora de esconder sus cartas y sugerir sus propias ceremonias, escondiendo la cámara en lugares inesperados, desvelando que no hace falta que llame nadie a la puerta de la cabaña: el horror lo traías tú.
Naturalmente, la película derrapa una vez desvelada la naturaleza de su trampa, pero el ejercicio de cine personal de Perkins es altamente valorable. De nuevo se habla de esa familia secreta en el sótano, de esa figura femenina que habita entre los árboles, y se hace con clase, con un buen sentido de la composición de plano y una noción de juego malsano que a algunos espectadores les parecerá una tomadura de pelo. Pero en Keeper hay un buen número de cucharadas de buen cine… de terror.
Licenciado en Historia del Arte y Comunicación Audiovisual en la UCM de Madrid. Colaborador en esRadio. Crítico de cine y series en Libertad Digital. Una de las voces del podcast Par-Impar.

