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Matar a Franco

La comunista saca al franquista del medallero, donde no le importa a nadie salvo a los sectarios, pero lo impone en la vida de los españoles.

La comunista saca al franquista del medallero, donde no le importa a nadie salvo a los sectarios, pero lo impone en la vida de los españoles.
La vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz | EFE

Yolanda Díaz rompió a llorar en rueda de prensa. Como militante del Partido Comunista de España podría estar llorando por los asesinados a manos de la ultraizquierda durante la guerra civil española. O podría compungirse por el genocidio que ha causado su ideología en el mundo entero tratando de exterminar a lo que denominaban "enemigo de clase". Pero no, sus lágrimas procedían de haber quitado a Franco la medalla al mérito del trabajo porque, decía, "no puede haber zonas de sombra en esta materia", además de denunciar la "usurpación del poder de forma antidemocrática". Y es verdad, no caben sombras en la lucha contra los antidemócratas, pero ello debería conducir a la dimisión de comunistas como Díaz y Garzón, y al PSOE a expurgar a buena parte de sus dirigentes tanto del pasado como del presente.

Para un liberal no hay ningún problema en que Franco siga en el Valle de los Caídos o que tenga una medalla, y eso que no le caíamos especialmente simpáticos. Los que gozaban de fama de liberales, como Clara Campoamor o Manuel Chaves Nogales, no pudieron volver nunca a España tras el triunfo franquista. Pero un liberal en el 36 tenía tantas o más oportunidades de ser fusilado por los aliados de Franco que por los ancestros ideológicos antidemocráticos de Yolanda Díaz. Las lágrimas histriónicas de la ministra comunista tratan de ocultar que donde sigue siendo peligroso Franco es en el Estatuto de los Trabajadores, haciendo que el mercado de trabajo sea rígido e ineficiente, lo que conlleva altas tasas de desempleo y sueldos a la baja. La comunista saca al franquista del medallero, donde no le importa a nadie salvo a los sectarios de uno y otro bando, pero lo impone en la vida de los españoles.

Pero aunque sea cierto que Franco no es sino una cortina de humo para distraer la atención de la debacle legislativa de los socialcomunistas, hay un aspecto más tenebroso en la obsesión compulsiva de los comunistas con Franco. Y es la envidia que le tienen porque Franco triunfó donde ellos fracasaron: en destruir la Segunda República.

Para explicarlo echaremos mano a la teoría psicoanalítica, que considera la transferencia como el mecanismo psicológico inconsciente por el que la mente revive experiencias y emociones traumáticas del pasado al interactuar con alguien en el presente. El debate político español está corrompiéndose porque en España la izquierda vive instalada en un trauma, y cuando mira a cualquiera a su derecha solo ve una cosa: a Francisco Franco Bahamonde. Para la izquierda, el rey es franquista, el PP es franquista, Vox es franquista… También Felipe González, Carlos Solchaga o Alfonso Guerra son franquistas para los podemitas, comunistas, y, en general, la ultraizquierda nostálgica de la hoz y el martillo.

Freud explicaba: "El analizado no recuerda, en general, nada de lo olvidado y reprimido, sino que lo actúa. No lo reproduce como recuerdo, sino como acción; lo repite, sin saber, desde luego, que lo hace". Los socialistas ven a Franco como un golpista y un terrorista. Pero tienen un problema: la trayectoria del PSOE es también una historia de envilecimiento y traición a la democracia liberal. Junto a representantes tan dignos y honorables como Julián Besteiro y Fernando de los Ríos, el PSOE cuenta con una tradición en la que hay siniestros personajes como Largo Caballero y Álvarez del Vayo. ¿Hasta cuándo podrá el PSOE orillar el trauma de su propio pasado escorado a la dictadura bolchevique y la violencia institucional? Desde luego que no con Zapatero y Sánchez reivindicando a sus terroristas y dictadores con los que guardan un aire de familia ideológica. Aún admitiendo que PSOE no es una banda criminal, es obvio que cuenta en sus filas con una pandilla de delincuentes políticos y de cómplices de dictadores que no tienen nada que envidiar a Franco en el ranking de autoritarismo. Que condenen a Franco y se autoindulten a ellos mismos sería solo patético si no tuviéramos que sufrirlo todos.

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