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Castilla y León

Cuando la abadesa manda más que el obispo: las monjas más poderosas de la Iglesia

La rebelión de las monjas clarisas de Belorado es apenas un vestigio del poder absoluto que llegaron a ostentar algunas abadesas de Burgos.

La rebelión de las monjas clarisas de Belorado es apenas un vestigio del poder absoluto que llegaron a ostentar algunas abadesas de Burgos.
Real Monasterio de Santa María de Las Huelgas (Burgos). | Flickr/CC/byb64

La abadesa de las monjas clarisas de Belorado (Burgos) ha organizado un gran revuelo tras anunciar que rompe con el Papa de Roma por motivos inmobiliarios y pasa a estar bajo la tutela de un obispo excomulgado, Pablo de Rojas Sánchez-Franco, que pide donativos por Instagram y que se hace retratar con toda pompa y circunstancia junto a su criado de rasgos asiáticos y su sirvienta con cofia.

Pero no es la única abadesa que ha tirado de rango para rebelarse contra los príncipes de la Iglesia. De hecho, no muy lejos de Belorado, en la misma ciudad de Burgos, se encuentra el Monasterio de Santa María la Real de Las Huelgas. A lo largo de la historia, sus abadesas han tenido autoridad sobre los sacerdotes, únicamente rendían cuentas al papa y al rey y ostentaban los tres poderes (ejecutivo, legislativo y judicial) sobre los seglares. Sin ningún tipo de duda, eran las mujeres más poderosas de la Iglesia católica.

El rey Alfonso VIII fundó el monasterio de Las Huelgas en 1187, aunque la idea fue de su esposa Leonor de Plantagenet, que estaba empeñada en que las mujeres pudieran mandar y asumir responsabilidades, al menos dentro de la vida monástica. Y allí dejaron a dos de sus hijas, las infantas Misol y Constanza, que se convirtieron en las dos primeras abadesas.

La abadesa Misol recibió un señorío compuesto por 14 pueblos grandes, 50 villas, numerosas tierras y molinos, además de interesantes exenciones fiscales por peajes y uso de pastos para el ganado. Y como las monjas tenían fuero propio, la abadesa se encargaba de elaborar las leyes civiles y penales, impartía justicia en su señorío, nombraba a los alcaldes y cobraba los impuestos.

También se encargaba de gestionar la sanidad a través de un hospital que su padre, el rey Alfonso VIII, construyó unos años más tarde para asistir a los peregrinos del Camino de Santiago.

Por supuesto, la abadesa de Las Huelgas también mandaba sobre otros monasterios, presidía la elección de otras abadesas y daba permiso a los sacerdotes para impartir los sacramentos. Es decir, estaba por encima de la curia episcopal y sólo rendía obediencia al papa de Roma y al rey. Por eso, varias abadesas de Las Huelgas se hicieron retratar con mitra y báculo, dos símbolos reservados exclusivamente a los obispos. Eso las convierte en las mujeres de mayor poder en la Iglesia Católica, algo excepcional para su época.

Finalmente, en el año 1873, tanto el Papado como la I República abolieron la jurisdicción civil que ejercía el monasterio. En la actualidad, sigue estando habitado por un pequeño grupo de monjas cistercienses que cada día reciben la visita de cientos de turistas que acuden a Las Huelgas para contemplar alguna de las vidrieras más antiguas de España, los sepulcros reales que se salvaron del expolio y la destrucción de las tropas de Napoleón, o el Pendón de la batalla de las Navas de Tolosa que el ejército cristiano arrebató a Miramamolín. Un rico patrimonio histórico que refleja la importancia que tuvo este monasterio dirigido a lo largo de los siglos por las abadesas más poderosas de la Iglesia.

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