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Se apaga la voz de "Fosforito", un grande del flamenco

El flamenco está de luto con la muerte de "Fosforito", maestro en un arte tan difícil de dominar.

El flamenco está de luto con la muerte de "Fosforito", maestro en un arte tan difícil de dominar.
Fosforito | Archivo

Día triste, lluvioso y apagado jueves 13 de noviembre, cuando se nos ha ido una leyenda del cante, un maestro del "jondo" profundo, dominador de ilimitados estilos: Antonio Fernández Díaz, apodado "Fosforito", ya contaremos por qué. Tenía noventa y tres años, retirado hace tiempo, pero conocedor de cuanto el arte se venía cultivando en el presente.

Hijo de madre sevillana y padre cordobés, vino al mundo el 3 de agosto de 1932 en Puente Genil (Córdoba). Si de allí siempre se dijo que se expedía la mejor carne de membrillo dentro de cajas metálicas, también el pueblo se significaba, entre otras cosas, porque de esos lares era este cantaor, reconocido como hijo predilecto. Su familia era pobre. Y él, seguramente por genética, ya de chico cantiñeaba escuchando a su padre, sabiendo que su abuelo Juan también cantaba y que otro pariente presumía de ser creador del garrotín.

Apenas diez años contaba Antonio "el de Genil", como al principio era conocido, recorriendo tabernas de su pueblo y alrededores. O bien actuando en plazas de pueblos cordobeses donde lo anunciaban con tiza en unas pizarras, a cambio de unas pocas monedas. Era asimismo costumbre en la postguerra que los artistas cantaran en los cines después de la proyección de una película, y él pasó por esa experiencia. Siendo ya un profesional destacado, apareció en algunas de ellas.

A los catorce años se mudó a Málaga con su familia. Y allí ha vivido hasta su final. Cuando hizo la "mili" en Cádiz le sucedió algo terrible para un cantaor: perdió la voz de resultas de una operación de intestino. Tan dentro llevaba su arte flamenco que, aunque desolado, aprendió a tocar la guitarra y así fue tirando para ir viviendo unas temporadas.

En 1956 tuvo lugar en Córdoba el Concurso Nacional de Cante Jondo, donde "Fosforito" se dio a conocer. No se celebraba ese evento desde 1922, cuando en Granada Federico García Lorca fue quien impulsó junto a otros intelectuales como Manuel de Falla ese primer certamen, del que salió en una de sus secciones un jovencísimo Manolo Caracol.

Antonio Fernández contaba la razón de llevar el mote de "Fosforito": "Porque a mi padre le salían bien los cantes de aquel viejo Francisco Lemas, a quien apodaban "Fosforito de Cádiz" Y ya dejó del otro apelativo de Antonio "el de Genil".

Tras recuperar su voz, "Fosforito" dejó ya de recorrer aquellos primeros pasos tan duros por la serranía malagueña, por ejemplo, cantando en espectáculos de variedades o en festivales flamencos; en tablaos de fuste como "El Corral de la Morería" madrileño. Y de figura en la compañía de Marienma, estrella del baile. Sus giras internacionales lo llevaron por las principales capitales europeas, lo mismo que a recónditos lugares africanos y asiáticos. Y en Estados Unidos sentó cátedra con su prodigiosa garganta.

"Fosforito" fue siempre un estudioso de todos los cantes habidos y por haber. Lo mismo se arrancaba por seguiriyas, que emocionaba con el martinete o en Semana Santa no olvidaba las siempre difíciles saetas. Pasados años de muchos triunfos rubricados con infinidad de premios, recibió uno de los más envidiados en 1985, el de Compás del Cante. Decía esto "Fosforito", que en tantas ocasiones brindó su voz mientras se lucía una artista del baile: "Yo he cantado para bailar, que para eso hay que cantar al compás".

Genio del flamenco, resumía su larga carrera, tan admirada por sus colegas, la crítica y miles de aficionados: "Lo único que he hecho en mi vida ha sido cantar, dar mi corazón en pedacitos".

Las letras de muchos de sus cantes eran propias. Le sirvieron algunas de ellas, al principio de su fabulosa historia, a un primerizo Camarón de la Isla. Y a Paco de Lucía lo tuvo de acompañante muchas veces, en seis o siete grabaciones discográficas, cuando el de Algeciras iniciaba también su asombrosa biografía con su mágica guitarra, como en una memorable antología del cante.

La vida de Antonio Fernández "Fosforito" merecía una biografía también como un grande en lo suyo. De lo que se encargó el escritor Francisco Hidalgo, titulándola "Fosforito, el último romántico".

Y en ella, como en cualquiera de las reseñas y ahora obituarios, queda reflejado el mejor reconocimiento a su maestría, cuando en 2005 recibió la IV Llave del Cante. En la edición anterior, el galardonado fue Antonio Mairena. Premio que es considerado la mayor distinción en ese arte tan difícil, tan nuestro, no siempre impulsado por quienes han de velar por la cultura española. Y el flamenco es uno de sus baluartes.

Antonio era un hombre bueno, de esos que se llevaban bien con todo el mundo. Nada vanidoso, aunque hubiera podido vanagloriarse. Estaba casado con una bailaora malagueña, María Isabel Barrientos Rojo, con quien contrajo matrimonio el 29 de marzo de 1964 y le dio cuatro hijos, tres varones y una hembra. Uno de ellos, Alejandro, es quien ha dado a conocer la muerte de su padre. Hace un mes fue internado a consecuencia de una afección cardíaca. Cuando parecía haberse recuperado, este último jueves ha fallecido a consecuencia de un tumor cerebral. El flamenco, está de luto.

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