Menú

Crítica: 'Borgen: Reino, poder y gloria' (Netflix), con Sidse Babett Knudsen

Regresa Birgitte Nyborg convertida en ministra de Exteriores danesa tratando de gestionar una crisis con Groenlandia.

Regresa Birgitte Nyborg convertida en ministra de Exteriores danesa tratando de gestionar una crisis con Groenlandia.
Una imagen de Borgen | Netflix

Borgen regresa con una cuarta temporada nueve años después y lo hace en un panorama (político, mediático) bastante diferente al que nos dejó con su tercera temporada allá por 2013. La serie danesa que descubrió al público a la incombustible Birgitte Nyborg, nacida en la eclosión de las plataformas y las series políticas, juega ahora en la liga de Netflix y las veleidades de la nueva política. A la exprimera ministra danesa le toca lidiar con la popularización de eslógans relacionados con el ecologismo y el feminismo, con el personaje que vuelve a encarnar Sidse Babett Knudsen enfrentándose a una tesitura distinta que fuerza al espectador a reflexionar cuánto hay de auténtico en esos nuevos discursos "sostenibles".

Puede que la serie que sigue pilotando Adam Price adolezca de esa novedad, de esa noción de haber descubierto algo familiar pero distinto de hace una década, pero pese a adaptarse al "binge watching" de Netflix su narrativa sigue presumiendo de esa "línea clara" que jamás confunde al espectador (pese a la abundancia de tramas y personajes) y unos personajes con una cierta dulzura pese a la incontenible sucesión de artimañas políticas y cuchilladas bajeras que uno espera de una ficción sobre la fontanería del poder.

Borgen. Reino, poder, gloria (así se ha subtitulado esta cuarta temporada para Netflix) nos cuenta los acontecimientos que se desencadenan tras descubrirse un enorme pozo petrolífero en Groenlandia, territorio danés dotado de una cierta autonomía. Más allá de los paralelismos que uno pueda encontrar con la piel de toro, uno de los méritos de Borgen consiste en dilucidar cómo gestionan estos dilemas los países nórdicos: la crisis de poder que desencadena (y que va más allá de la ecología) vertebra ocho episodios en los que Birgitte empieza a sufrir, en primer lugar, los estragos de la menopausia así como el precio de la ambición de poder, viéndose potencialmente arrinconada en su gabinete, lo que sirve a Knudsen para demostrar que no ha perdido el pulso de su personaje.

Cierta dosis de oscuridad se cierne sobre ella y una serie alimentada, eso sí, por los prodigiosos paisajes groenlandeses, que añaden un toque de suspense nórdico a una trama para nada original pero con algún interesante giro relativo al bien común en tiempos de disquisiciones climáticas, la filfa de ciertos discursos progresistas de la nueva política y, finalmente, el precio de comprometer esos principios.

Nunca queda claro en qué cree realmente Adam Price, pero se agradece la serenidad, el sentido del humor e incluso ocasional cursilería de poner todo ese en el tapete en una serie puesta en escena de manera elegante, sobria, que no pretende enfatizar sus ribetes más oscuros. El gran mérito de Borgen fue no confundir ese empaque nórdico con el idealismo de El ala oeste de la Casa Blanca o el tono alborotador de House of Cards, aunque la bajada de calidad respecto a la serie original también se nota un poco.

Temas

En Cultura

    0
    comentarios