
Mezclar churras con merinas puede ser también un arte, aunque sea popular. Y Hechos Polvo, una de las últimas series de éxito en Netflix, no engaña a absolutamente nadie. Los autores de Cobra Kai, el celebrado revival de la saga Karate Kid, han recuperado el género de comedias de juergas y lo han mezclado con el género de espías a lo Misión Imposible. El aglutinante de semejante enjuague es la serie 24, al desarrollarse los hechos casi en tiempo real durante las horas en las que el equipo de la agente Ava Winters (Shelley Hennig) debe encontrar y desactivar un dispositivo nuclear en Las Vegas... aunque la inspiración no les pilla precisamente trabajando, sino de fiesta.
El escenario de la ciudad del juego proporciona al trío maravillas de Jon Hurwitz, Josh Healdy Hayden Schlossberg la posibilidad de desenterrar de nuestra memoria reciente la trilogía de Resacón en Las Vegas, porque precisamente la misión tiene lugar en la agonía alucinatoria de una gigantesca resaca. Pero también todas las películas de amigachos de juerga que ustedes recuerden, desde Despedida de soltero a Porky's, pasando por American Pie parecen tener su hueco en una serie que conoce sus referentes, tanto cómicos como de acción. Se trata de un concepto cutre que los autores y actores de Hechos Polvo se toman muy en serio preñando de velocidad, chistes constantes y muchos innecesarios y joviales desnudos la odisea de acción.
Los showrunners, en todo caso, deben el triunfo de la serie (porque sí, lo es) a su habilidad para manejar las distintas capas de peripecia, el tipo de enredo que exige un folletín televisivo. Hechos polvo no quiere ser una película sino seguir a pies juntillas la fórmula y posibilidades que ofrece una serie de televisión: los personajes van, vienen, desaparecen, regresan y evolucionan como en una (buena) y bien marinada serie, sin que ello se traduzca en una falta de ambición de sus creadores.
Donde sí falla Hechos polvo, y en esto sufre lo mismo que Cobra Kai, es en el cierto desinterés visual de sus creadores a la hora de adornar, vender a nivel de imagen el producto. La abundancia de tiroteos se agradece, y hay incluso alguna secuencia tremendamente eficaz de pura acción, pero pese al privilegiado escenario todo parece tan apresurado y pobre como el estreno en streaming al uso de todas las semanas.
Al final es el guion, consciente del material que maneja, y su reparto lo que salva la función. Hilarante el desfile de ideas chuscas (con la tortura genital en cabeza) de Schlossberg, Heald y Hurwitz, su talento a la hora de manejar personajes como el de C. Thomas Howell, todo un mundo aparte en la serie, y diseminar de tiroteos y desnudos a lo largo y ancho de la ficción. Y un descubrimiento Shelley Hennig y el reparto al completo, al que no le duelen prendas a la hora de repasar todos los tópicos de todos los géneros sin caer del todo en la parodia. No falta ni siquiera un giro argumental en cuanto a cierto personaje que, al menos a quien esto escribe, le pilló por sorpresa en medio de la fiesta. Incluso en ese aspecto Hechos Polvo resulta una honesta e incorrecta sorpresa.

