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Aznar: la "honradez" de Gregorio Ordóñez es "más necesaria que nunca"

El expresidente del Gobierno José María Aznar ha puesto al exdirigente del PP Gregorio Ordóñez –asesinado por la banda terrorista ETA hace 18 años en San Sebastián– como máximo exponente de lo que es un líder y dirigente político, en unos momentos donde la clase dirigente está sumamente desprestigiada.

José María Aznar, presidente de FAES:

"Permítanme empezar mi intervención diciéndoles por qué estoy hoy aquí.

Primero, porque me lo pidió Ana Iríbar. Y eso ya es más que suficiente. Segundo, porque tengo el honor de poder decir que fui compañero y amigo de Gregorio Ordóñez. Tercero, porque fui presidente del partido en el que Gregorio Ordóñez militó y al que le entregó su vida. Literalmente. Y cuarto, porque juntos, Goyo y yo, trabajamos para hacer realidad un gran proyecto político de convivencia, progreso y libertad para España. 

Estos últimos meses he tenido un buen pretexto para hacer memoria. Para revivir los hechos que hilvanan mi trayectoria política y, junto con la mía, la de tantos excelentes colaboradores y amigos con los que compartí la responsabilidad y la ilusión de hacer de España una democracia fuerte, justa, próspera e influyente. 

En ese recorrido por la memoria, me he reafirmado en la evidencia que ofrece la mejor historia: que hay personas decisivas; personas a las que el tiempo no hace olvidar, sino que enaltece, porque dejan una huella honda, una huella indeleble en la arena de la política y en la vida de sus contemporáneos. 

Desde luego en la mía. Uno de ellos es Gregorio Ordóñez. 

Ana, Javier: el sentido de este acto es expresaros el orgullo que sentimos por Gregorio y también por vosotros, y dejar testimonio de nuestra lealtad a su legado político y moral. 

Ese legado se fortalece con el archivo que hoy presentamos. 

Gregorio representa lo mejor del Partido Popular y lo mejor de España.

Lo mejor de un partido comprometido hasta límites heroicos con la causa de la Libertad. Y lo mejor de una Nación que no se resigna ni se rompe, sino que legítimamente aspira a ser una de las grandes democracias del mundo. 

En estos años, hemos compartido muchos actos. En algunos he tenido la oportunidad de hablar de Gregorio, de glosar sus virtudes y de poner en valor su legado. En 2007, incluso tuve el honor de recibir el premio de la Fundación que lleva su nombre y que con tanta entereza y acierto preside Ana, y con la que hoy FAES co-organiza este acto. 

Pero el de hoy es un homenaje especial. Hoy, además de recordar a Gregorio en el décimo-octavo aniversario de su asesinato, presentamos el archivo documental de su Fundación. Este archivo es una iniciativa fundamental, por la que quiero felicitaros a Ana y a todas las personas que habéis colaborado en esta tarea.  

Un archivo es la fuente de la que beben quienes buscan la verdad. Y pocas cosas hay más importantes que la verdad a la hora de afrontar desafíos como los que ha tenido, y aún tiene por delante, España. 

Desde esta convicción, que me ha acompañado siempre y que Gregorio pagó con su vida, quiero hablaros de tres ideas esenciales.

La primera tiene que ver con el propio desafío terrorista. 

Para derrotar al terrorismo primero hay que derrotar a la mentira. Las de antes y las de ahora. Y ahora no hay mayor mentira que el relato que equipara a víctimas y a verdugos. Al demócrata Gregorio Ordóñez y a los pistoleros que lo asesinaron. 

Esto lo sabía bien el propio Goyo. Muy pronto Gregorio anticipó algunas cosas que hoy son evidentes. 

Entendió que la equidistancia es una coartada y el relativismo, una claudicación. Entendió que no existe un punto medio entre la libertad y la tiranía, ni entre la democracia y el totalitarismo, ni entre la justicia y la impunidad. Que la libertad, la democracia y la justicia son valores superiores en cuya defensa no caben cálculos tácticos ni vacilaciones interesadas.      

Gregorio entendió también lo que significa realmente la palabra "derrota". Comprendió que derrotar al terrorismo no consiste solamente en que los terroristas dejen de matar. Significa todo eso y mucho más.

Significa hacer justicia a las víctimas: a todas y cada una de ellas.

Significa asegurar que el terrorismo es deslegitimado históricamente, de forma que nadie nunca pueda borrar la línea que distingue a las víctimas de sus asesinos y a la civilización de la barbarie. 

Y significa también impedir que los terroristas consigan sacar adelante el proyecto por el que han asesinado durante cincuenta años.

Estar de nuevo en las instituciones democráticas no convierte a ETA y a sus cómplices en demócratas. No lo son porque no quieren serlo. Porque no renuncian a lo que han sido. Porque no reniegan del proyecto totalitario que ha causado tanto sufrimiento. Porque ni siquiera son capaces de pedir perdón.

Cuando se repiten estas cosas tan evidentes, algunos dicen que se plantean exigencias inoportunas, excesivas, innecesariamente duras, porque los terroristas ahora no matan. Pues bien, a esos les digo: si quieren saber lo que es dureza –la dureza de la soledad, de la orfandad, de la injusticia- que se atrevan a mirar a Ana y a su hijo. 

Nunca aceptaremos –yo el primero- que el sacrificio de las víctimas, que el inmenso daño moral y material que el terror ha causado, que su persistente brutalidad para destruir la democracia, la libertad y la convivencia en España, desaparezcan en una amalgama de falsos relatos y de coartadas fabricadas para el olvido y la impunidad.  

Nunca lo aceptaremos porque se lo debemos a los que murieron. Se lo debemos a los millones de ciudadanos decentes que se movilizaron contra el terror. Nos lo debemos a nosotros mismos: a nuestra democracia y a nuestra dignidad.

Se lo debemos a Gregorio que tuvo el valor y la voluntad de ser libre. Su ejemplo y su claridad moral nos emplazan. 

El recuerdo de Gregorio también nos invita a una reflexión sobre el ejercicio de la política. Precisamente cuando la política parece sufrir un grave descrédito y se considera prescindible resulta que la política, en el sentido del que voy a hablar, es más necesaria que nunca.

Gregorio encarna los tres grandes valores que consiguieron hacer del Partido Popular la primera fuerza política española: la honradez personal, el valor para liderar desde unas convicciones muy claras, y la generosidad. 

El Partido Popular se creó sobre un compromiso indeclinable con la regeneración política e institucional de España. Convocó a los ciudadanos a un gran proyecto común de libertad y prosperidad. Y, gracias al esfuerzo –al sacrificio- de tantos, fue capaz de sumar millones de nuevas voluntades en beneficio de todos los españoles.     

Hoy siguen siendo tiempos de exigencia para ese proyecto político en el que los españoles han confiado para liderar a nuestro país.  

Hace años confiaron en el Partido Popular para abrir el camino de superación de una crisis que amenazaba con dejarnos en la periferia de Europa y en la mediocridad económica. Así ocurrió en 1996 y de nuevo ésa ha sido la voluntad mayoritaria de los españoles expresada en circunstancias extremadamente difíciles, hace ahora poco más de un año.

Esa confianza, plasmada en un mandato de magnitud histórica, como el que ha recibido el Partido Popular, es un compromiso que exige emplear toda la fuerza, todo el talento, todo el trabajo y toda la responsabilidad.

Nos encontramos en una situación grave. Grave, sobre todo, porque esta crisis no era sólo económica. Además, era una crisis de raíz política e institucional que ahora despliega sus peores efectos.

A ningún país le sale gratis que desde el Gobierno se dude de su condición nacional. 

A ningún país le sale gratis sustituir la política exterior por un compendio de eslóganes. 

A ningún país le sale gratis actuar bajo el principio de que el dinero público no es de nadie. 

A ningún país le sale gratis hacer de los terroristas interlocutores políticos. 

A España, desde luego, no le ha salido gratis descalificar la Transición, el pacto constitucional y el consenso como pilares de las instituciones democráticas y de su legitimidad. Frente a todo eso, el proyecto político del Partido Popular ha recibido una enorme responsabilidad.

No sólo tenemos que superar una crisis económica profundísima. Tenemos que resolver una crisis política e institucional que se traslada a los ciudadanos en forma de desconfianza, desasosiego y temor al futuro.

Respetar -y responder con nuestros actos- a ese mandato de reforma, de regeneración, de recuperación del camino, es esencial. Es esencial porque hemos estado demasiado tiempo apartándonos de lo que nos ha llevado al éxito. Y las consecuencias son necesariamente las que venimos padeciendo.

Es un mandato exigente en resultados pero generoso en apoyos para que el proyecto político del Partido Popular sea un intérprete fiel de las aspiraciones de los ciudadanos.  

Un mandato que hay que preservar. Y al que hay que dar cumplimiento con responsabilidad y con confianza en los españoles. Porque los españoles han respondido cuando se les ha convocado a una tarea constructiva, aunque fuera difícil y esforzada. 

Si no hubiera sido así, hace tiempo habríamos recaído en las peores fracturas y enfrentamientos.

Confianza en los españoles. 

Confianza en la verdad de lo que somos, de lo que hacemos y de lo que queremos. Porque los ciudadanos –y entre ellos, los políticos-, unos y otros, todos, tienen derecho a la verdad. 

Confianza que es el vínculo que une a la sociedad y permite la acción de sus ciudadanos.

Confianza para detener la incertidumbre, la desafección, el escepticismo y el desafío a lo que somos como Estado y como Nación. Una deriva que amenaza con hacer estériles los mejores esfuerzos y los sacrificios más valiosos que los españoles han realizado y siguen realizando.

Con fidelidad al legítimo mandato electoral recibido –que, insisto, hay que respetar y preservar- es necesario fortalecer proyectos. Restaurar confianzas y afectos. Contar con todos con generosidad. Y demostrar, más que nunca, nuestro compromiso de responsabilidad y de patriotismo.

Compromiso con uno mismo, con los demás y con el futuro de España, que hoy se juega tanto en el ámbito de la economía como en el de las instituciones, la cohesión social y la unidad nacional.  

Siguiendo la estela de quienes le precedieron, con un coraje excepcional y la ayuda de muchos compañeros, Goyo levantó la bandera de la libertad. Lo hizo con entrega. Con honradez. Con generosidad. De frente. En primera línea. 

Con él, inspirados por él, después de él, lo hicieron tantos que han defendido y defienden los principios y el proyecto del Partido Popular en todos los lugares de España. No debemos olvidarlo jamás porque quienes han confiado en el proyecto político del Partido Popular podéis estar seguros de que no lo olvidan.

España, la libertad, la responsabilidad, la generosidad y la honradez.

Ese debe ser nuestro norte. Con toda claridad. Con la máxima determinación. 

Y llego a la última idea que quiero compartir esta tarde con vosotros. 

La Fundación Gregorio Ordóñez ha escogido como lema de este acto un verbo: "recuperándote". Me parece muy oportuno, Ana. 

Conservar la memoria de Gregorio y de todas las víctimas del terrorismo no debe ser nunca –y desde luego no puede ser ahora-, un ejercicio de melancolía. Al contrario. Tiene que servir de inspiración para una tarea positiva de recuperación, también del optimismo y de la ilusión de Gregorio por España. 

El optimismo de Gregorio no era retórico. Era consciente y contagioso. Y eficaz. Consiguió romper la inercia del desistimiento y ganar el apoyo y el afecto de la gente.   

Gregorio era la voz de una esperanza activa. Creía que los españoles no estaban condenados a vivir ni bajo el chantaje del terror ni bajo la amenaza insistente de la disgregación. Sabía que España reunía todas las condiciones para ser una Nación fuerte, próspera y respetada. 

Gregorio creía que ningún obstáculo es demasiado alto y ningún desafío demasiado grande para quien tiene claros sus objetivos y está dispuesto a luchar por ellos. 

Por eso, es también símbolo de una Nación que no desespera ni desiste, sino que supera las dificultades desde la confianza en sí misma y la afirmación de sus posibilidades. 

La España con la que soñó Gregorio era y es posible.

Era y es posible reconocer el sacrificio de las víctimas con memoria, justicia y dignidad. 

Era y es posible devolver la esperanza a millones de españoles marginados por el paro y la falta de oportunidades. 

Era y es posible ejercer la política como una actividad decente de personas honradas al servicio del interés general. 

Era y es posible devolver a los españoles la confianza en nosotros mismos y en nuestro país.  

Depende de nosotros. 

Hace unos años, en una conmemoración similar a ésta, en San Sebastián, oí decir que: "Gregorio hizo lo que debía, se esforzó cuanto pudo y ni un sólo día perdió la esperanza." Desde el recuerdo y el reconocimiento a una de las grandes personalidades del Partido Popular y de la política española, secundo esa afirmación. Y añado: hagamos nosotros lo mismo".

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