La iglesia catalana no repara en actos y sermones a favor del proceso separatista. Lo mismo presta sacristías para ocultar urnas que recuenta votos en misa. Tampoco se para en barras a la hora de decorar los campanarios y las fachadas de los templos y monasterios con banderas separatistas y lazos amarillos para pedir la libertad de los golpistas encarcelados.
El último episodio bochornoso ha sido protagonizado por la priora y una hermana del convento benedictino de San Daniel, en Gerona. Sor Assumpció Pifarré y otra monja se quitaron los hábitos por unos días y su fueron a Bruselas para mostrar su apoyo al expresidente de la Generalidad prófugo, Carles Puigdemont. Sucedió el pasado 12 de enero, según detalla el portal de información religiosa Germinans Germinabit.
Puigdemont las recibió junto al exconsejero de Cultura, Lluís Puig, y se prestó a hacerse una fotografía con las entusiastas monjas de clausura, una instantánea que luce en la cuenta de Twitter del monasterio. Como pie de foto, las monjas escriben: "Hemos traído al Molt Honorable President @KRLS y al Honorable Consejero @PuigGordi nuestro calor. Los hemos visto firmes y convencidos". Quien no se hizo eco de la visita fue Puigdemont, que se abstuvo de publicar la foto en sus cuentas.
Las pocas monjas que quedan en el monasterio de San Daniel, que también funciona como hospedería turística, son decididas partidarias de la república catalana, en la senda de las religiosas Teresa Forcades y Lucía Caram. Pero si Puigdemont cuenta con el apoyo de las benedictinas, el exconsejero Joaquim Forn puede exhibir aún más poderío. El obispo de Solsona, Xavier Novell, se presentó en la cárcel de Estremera con la pretensión de visitar a Forn sin que ni uno ni otro lo hubieran comunicado a los responsables de la prisión. Novell, a pesar de apelar a su condición de obispo, no pudo hablar con Forn, de lo que se ha llegado a quejar en la Conferencia Episcopal. El extitular autonómico de Interior también mantiene unas excelentes relaciones con el abad de Montserrat, Josep Maria Soler, y con el arzobispo de Tarragona, Jaume Pujol, de profundas convicciones nacionalistas.