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Sánchez-Torra: la foto que blanquea el golpe de Estado

El presidente de la Generalidad no comparecerá en Moncloa tras el término de la reunión, sino en la "embajada" catalana en Madrid.  

El presidente de la Generalidad no comparecerá en Moncloa tras el término de la reunión, sino en la "embajada" catalana en Madrid.  
Felipe VI, Pedro Sánchez y Quim Torra en la inauguración de los Juegos del Mediterráneo. | EFE

Reunión de tanteo con encuentro de vuelta asegurado si el presidente de la Generalidad, Quim Torra, mantiene la invitación al presidente Pedro Sánchez para visitar Barcelona en septiembre, el mes de la Diada. El separatismo quiere probar a Sánchez, comprobar hasta dónde está dispuesto a llegar para satisfacer las demandas nacionalistas.

La foto es el premio. El intento de linchamiento de una comitiva judicial del 20 de septiembre ante la consejería de Economía, la organización de un referéndum ilegal, el control separatista de los Mossos d'Esquadra (diecisiete mil agentes armados), la abolición de la Constitución y la proclamación de la república se saldan de momento con nueve golpistas en cárceles catalanas (los tres últimos llegarán esta semana) y una reunión en Moncloa del nuevo presidente y el conserje en Cataluña del fugado Puigdemont, un "independiente" caracterizado por el racismo de sus escritos, Quim Torra.

También pretende establecer dos niveles de "diálogo". La reactivación de las comisiones bilaterales entre el Gobierno y el "Govern". En ese escenario tendrá lugar la discusión sobre las supuestas infraestructuras pendientes, la presunta deuda del Estado con la Generalidad y los escasos traspasos pendientes. El otro nivel es el "institucional", en el que Torra aspira a abordar con Sánchez el programa de máximos separatista, autodeterminación y presos.

Margen limitado

La agenda de Torra para la primera reunión es de máximos. El president tiene un margen de maniobra muy limitado. Está condicionado por el fugado Puigdemont y la consejera portavoz, Elsa Artadi, que trata de rebajar las expectativas creadas por el propio separatismo."No se puede resolver en dos horas lo que lleva ocho años pendiente", ha declarado la mano derecha de Puigdemont en Cataluña. Torra no se puede salir del guión y mantendrá la costumbre de no comparecer en Moncloa tras la cita. Los presidentes de la Generalidad valoran sus encuentros con los presidentes del Gobierno en las instalaciones de su "embajada" en Madrid, la delegación de la Generalidad y centro "cultural" Blanquerna en la capital de España.

Tanto los nacionalistas de Puigdemont y Torra como los socialistas hacen votos por el éxito de la "cumbre". La cita en sí es el primer logro del clima de distensión para el Gobierno. El Govern, por su parte, intenta desvincular el traslado a cárceles de la Generalidad de los presos golpistas del encuentro con Sánchez. "Los presos no quieren ser moneda de cambio", asevera Torra al tiempo que exige no sólo su inmediata excarcelación sino el decaimiento de todos los procesos judiciales relacionados con el proceso separatista.

Con la misma seriedad se toma Torra la autodeterminación. El referéndum ilegal del 1-O es fuente de legitimidad de este discurso. La república está ganada y proclamada en virtud de los "resultados" de aquella consulta, según la retórica nacionalista al uso. Sin embargo, la "oferta" al Estado es acordar un referéndum, un nuevo 1-O. Todo lo demás, financiación, inversiones, infraestructuras, competencias, secundario.

Límite constitucional

A tenor de las últimas declaraciones en El Mundo de la vicepresidenta Carmen Calvo sobre la vigencia de la Constitución, el terreno para el diálogo estaría delimitado a todas esas cuestiones prácticas que Torra ha delegado en las comisiones bilaterales. Sin embargo, en el separatismo se tiene cierta curiosidad por la "alternativa" de Moncloa a la autodeterminación.

La posibilidad de avances tan sustantivos en materia de justicia como la creación de un poder judicial catalán y en la conversión de los Mossos en policía integral con competencias exclusivas en fronteras, terrorismo y seguridad ciudadana (lo que implicaría la retirada definitiva de Guardia Civil y Policía Nacional de Cataluña) animan el debate en las filas separatistas, partidas entre maximalistas y pragmáticos. Puigdemont, Torra, la CUP y la Assemblea Nacional Catalana (ANC) encarnan a los republicanistas de piedra picada: o república o república. La presidenta de la ANC, Elisenda Paluzie, advierte incluso de que el diálogo es una "tregua trampa" del Estado. Los pragmáticos son los republicanos de Esquerra Republicana (ERC) y Òmnium Cultural, partidarios de acumular fuerzas y negociar entre tanto con el Estado.

Interpretación crítica

Torra no saldrá contento del encuentro pase lo que pase, salvo que Sánchez prometa en público un giro radical de la Fiscalía. Pero no romperá ningún puente. No es nadie para tomarse tal atribución. Hará, eso sí, una interpretación crítica del minuto y resultado en Cataluña. Además, Sánchez consiente. Los insultos al jefe del Estado por parte de Torra no han tenido réplica gubernamental. Casi tampoco el número de Torra en Washington. El ministro de Exteriores Josep Borrell ha dicho que pasará copia del discurso de Pedro Morenés a todas las embajadas, pero el embajador ya estaba destituido. Se reabren las delegaciones de la Generalidad en el extranjero y se desatasca un pedido de los Mossos de armas y munición de guerra.

El separatismo, no obstante, está incómodo con su nuevo papel de carcelero de los "líderes independentistas". Los golpistas presos disfrutan de todos los privilegios posibles, salvo el de los permisos de salida, puesto que están a la espera de juicio. En esa tesitura, ERC aboga por contemporizar y pactar, mientras que el "exilio", Puigdemont, se mantiene en el choque y en la confianza de que la justicia alemana se sume a la belga y desmonte la instrucción del Tribunal Supremo.

La cita servirá para el "deshielo", según los propagandistas de ambas partes. A diferencia de las mantenidas por Mas y Puigdemont con Rajoy, la de este lunes tendrá partido de vuelta, lo que se vende como un avance. Queda por ver la interpretación que Sánchez y Torra llevan a cabo tras el encuentro.

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