El expresidente de la Generalidad prófugo, Carles Puigdemont, ya no preside Junts per Catalunya (JxCat) y asegura que está apartado de la vida interna de la formación, pero mantiene intacta su influencia y peso en los dos principales sectores del partido, divido ahora mismo entre los partidarios de aguantar en el gobierno de la Generalidad a pesar de los incumplimientos de ERC al menos hasta pasadas las elecciones autonómicas y quienes prefieren salir ya del Govern por dichos incumplimientos y por la suspensión de Laura Borràs como presidenta del Parlament tras ser procesada por corrupción.
La manifestación de la Diada ha agravado las discrepancias entre ERC y JxCat. Aragonès trató de desmovilizar mientras que los principales líderes de JxCat dieron todo su apoyo a la entidad convocante, la Assemblea Nacional Catalana (ANC). El supuesto éxito de convocatoria ha dado pie a una creciente presión sobre ERC de los diversos actores del separatismo. Reprochan a los republicanos que se hayan instalado en el autonomismo y la aparente falta de avances de la "mesa de diálogo" entre el Gobierno de Pedro Sánchez y la parte republicana del gobierno autonómico.
Las reuniones producidas esta semana, entre ellas un encuentro de seis horas entre sendas delegaciones de ERC y JxCat presididas por Aragonès y Borràs, sólo ha servido para que los dirigentes de cada partido cruzaran toda clase de reproches y acusaciones sobre deslealtad. Las distancias estratégicas entre ambos partidos se agrandan. Mientras ERC pide paciencia sobre la "mesa de diálogo" y agrandar la base independentista, JxCat aboga por abandonar dicha mesa y dejar de apoyar al Gobierno.
Excursiones a Waterloo
Además de reuniones en Cataluña, las peregrinaciones de los "junteros" a la residencia de Puigdemont en Waterloo también son una constante. Y los dirigentes de JxCat vuelven de esas excursiones con el mensaje de que hay que endurecer las posturas para forzar movimientos en ERC. Según explica el diario nacionalista Ara, Puigdemont les dice a sus interlocutores que pongan condiciones a los republicanos tales como recuperar el denominado "Estado mayor" del proceso, un órgano de coordinación entre partidos y entidades separatistas, que los grupos de ERC y JxCat se coordinen y que en la mesa de diálogo se hable de amnistía y autodeterminación en vez de "desjudicialización" y un referéndum pactado.
Frente a los partidarios de la ruptura se sitúan consejeros como el de Economía, Jaume Giró, o la de Acción Exterior, Victòria Alsina. Esta última aboga por poner en foco en los incumplimientos de ERC en vez de en las desavenencias internas de JxCat.
La próxima cita convulsa en Cataluña será el debate de política general previsto para el 27 de septiembre, una sesión parlamentaria que pondrá en evidencia las discrepancias entre los independentistas. Aragonès pretende detallar una especie de "hoja de ruta" hacia la independencia sin calendarios ni ultimatos, pero es harto improbable que JxCat y la CUP vuelvan a comprar el relato pragmático y posibilista del segundo de Oriol Junqueras y presidente de la Generalidad.
En ERC no creen que JxCat se atreva a romper el gobierno y pasar a la oposición, con lo que eso conlleva de pérdida de ingresos tanto de los altos cargos como del partido. Sin embargo, en JxCat mantienen el comodín de la consulta a las bases, los alrededor de cuatro mil afiliados con los que cuenta la formación fundada por Puigdemont. En caso de consulta, la salida del Govern es la opción que cuenta con más posibilidad de salir triunfadora.
Cabe también la posibilidad de una remodelación de la parte posconvergente del gobierno catalán, con el relevo del vicepresidente Jordi Puigneró por Jaume Giró, una figura emergente dentro del independentismo después de una larga trayectoria como directivo bancario.