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La historia de 'los Brunos', radiografía de la evolución de la Cañada Real

El histórico clan, que domina buena parte del mercado de la droga en Madrid, ha pasado de traficar con heroína a cultivar marihuana en interiores.

El histórico clan, que domina buena parte del mercado de la droga en Madrid, ha pasado de traficar con heroína a cultivar marihuana en interiores.
Asentamiento ilegal de la Cañada Real Galiana, en Madrid (ARCHIVO). | EUROPA PRESS

El clan de los Brunos, que ha sido noticia recientemente por ser objetivo de un atropello intencionado perpetrado por un miembro de los Da Silva (o los portugueses), es un viejo conocido de la policía. Durante décadas, controló buena parte de la cocaína y la heroína que pasaba por el asentamiento ilegal de Madrid, considerado el mayor supermercado de la droga de España. Allí viven y tienen su negocio muchos de sus capos.

A esta familia -de etnia gitana-, la policía le ha desmantelado el chiringuito en varias ocasiones. Dos de las más significativas, en 2011 y 2019. Tras el duro golpe de la primera, decidieron dar un giro de tuerca al negocio y comenzaron a cultivar marihuana indoor (en interiores) en grandes cantidades. Se dieron cuenta de que requería un menor esfuerzo logístico, ya que no hay que traer la droga desde otros países, y además la venta de hierba estaba menos penada. Todo eran ventajas.

Con el tiempo, los Brunos lograron resurgir y llegar a dominar buena parte del mercado de la maría en Madrid. Así fue al menos hasta la operación Cacahuete desarrollada hace tres años por el Grupo XIV de la Brigada de Policía Judicial de Madrid, en colaboración con agentes de la comisaría de Villa de Vallecas. Es entonces cuando se constata que los reyes del caballo habían vuelto y se habían pasado a la marihuana, como han hecho otros clanes de la droga.

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La policía desmanteló siete plantaciones de marihuana de los Brunos el 17 de octubre de 2020.

En esta ocasión, fueron detenidas 17 personas. Entre ellas su cabecilla, Manuel Bruno Jiménez, alias Mané, que seguía los pasos de su padre, Manuel Bruno Suárez el Leli. Con 40 años y una veintena de arrestos, el último capo casi doblaba las detenciones que acumuló su predecesor. Aquel día también cayó su hermano Antonio Bruno Jiménez el Gato y su mujer, Estefanía Jiménez la Fani, perteneciente a un clan afín.

Sin duda, el de los Brunos es uno de los más icónicos de la Cañada Real. Fuentes policiales consultadas por LD comentan que "su evolución ha sido la misma" que la que ha tenido el propio asentamiento ilegal madrileño. El que fuera el hipermercado de heroína más grande de Europa se ha adaptado a los nuevos tiempos, dejando atrás el caballo y sus muertos vivientes.

En los últimos años se han reproducido como champiñones las plantaciones de marihuana, que ocultan en construcciones como las que desmantelaron a los Brunos el 5 de enero de 2019 en la parcela número 20 de Valdemingómez. Estos invernaderos albergaban alrededor de 1.500 plantas de hierba que ya estaban listas para vender a otras bandas de narcotraficantes, a los que la operación policial arruinó la noche de Reyes.

De las cundas a la maría

"Hace unos años, la Cañada Real era el mercado de la heroína. Tenías muertos vivientes durante esos 14 km comprando heroína... Muchos eran hasta esclavos de las mafias que vivían allí", detallan fuentes policiales, "trabajaban para ellos, recogían leña por una dosis".

"Los Brunos se dedicaban al caballo", añaden, "pero dejó de ser rentable por varios motivos". "En primer lugar, porque es difícil adquirirla. En segundo lugar, porque es barata. Y en tercer lugar, porque se le metió mucho palo a las cundas que salían de Madrid. Esta es la clave".

Según nos explican, los taxis de la droga "salían de la zona de Plaza elíptica hacia la Cañada Real y era muy fácil controlarlas". "Los operativos policiales les quitaban el coche y les jorobaban la noche entera". Así que los capos de la heroína se dieron cuenta de que era necesario hacer cambios.

Esta situación dio lugar a "la llegada de los narcopisos" a Madrid. "La droga que no se vendía en la Cañada Real, se fue derivando a estos puntos de venta en viviendas que van desde Pan Bendito hasta Lavapiés", señalan. "La heroína es la misma y está controlada por los mismos que la vendían antes" en el asentamiento ilegal próximo a Rivas Vaciamadrid y Coslada.

Por otra parte, decidieron dar "el giro hacia la marihuana". Simplificaba mucho el negocio, que permitía prescindir de los contactos internacionales para traer la droga. La hierba se cultiva en estos invernaderos instalados en "parcelas arrendadas" -a altos precios- en la propia Cañada Real, donde el caballo y sus consumidores ya son residuales.

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