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Un político oportunista y sin escrúpulos: los giros de Sánchez con Podemos, ETA y los golpistas del procés

El 23-J ha validado el sanchismo, una forma de gobernar caracterizada por la mentira, la falta de escrúpulos, la opacidad y el oportunismo.

El 23-J ha validado el sanchismo, una forma de gobernar caracterizada por la mentira, la falta de escrúpulos, la opacidad y el oportunismo.
Pedro Sánchez entre Otegi y Aragonés, con Puigdemont detrás | Cordon Press

Pedro Sánchez ha dado buena muestra en estos años de que es un político oportunista, sin principios y sin escrúpulos, con una relación con la verdad bastante complicada y que no tiene inconveniente en cambiar el discurso si con ello consigue su objetivo: mantenerse en el poder, cueste lo que cueste, disfrazando sus giros de buenas palabras, como el valor de la democracia, el diálogo y la paz. Es lo que los partidos de oposición y también parte del propio PSOE han definido como rasgos del sanchismo.

Entre los giros más llamativos de su trayectoria política, aunque no son los únicos —su política con respecto a Argelia, Marruecos y el Sáhara daría para otro capítulo— destacan los referidos a Podemos, a los golpistas del procés y a su valoración sobre ETA y su brazo político, hoy bajo la marca Bildu.

Podemos

Por septiembre de 2019, entre las primeras y las segundas elecciones generales de ese año, las del 10 de noviembre, Sánchez hizo unas rotundas declaraciones que desmentiría con sus hechos en la misma noche electoral. En su tele de cabecera, La Sexta, dijo que rechazaría ir en coalición con Podemos porque "no dormiría por las noches".

En la entrevista con Antonio García Ferreras dijo en tono victimista: "Yo podría ser presidente ahora pero tendría que haber aceptado que el ministro de Hacienda o el responsable de las pensiones fueran del círculo cercano del señor Iglesias, con poca experiencia en gestión pública. Sería un presidente del Gobierno que no dormiría por la noche, como la mayoría de los españoles que estarían intranquilos".

Mes y medio después, como es sabido, cerró un acuerdo de Gobierno de coalición con los que no le dejarían dormir por la noche. El valor de la palabra dada es algo que el presidente Sánchez desconoce. Enseguida elabora un argumentario, que repiten sus medios afines, dando la vuelta a la situación y culpando de todo a la derecha y la ultraderecha. Un clásico del sanchismo.

Podemos ha provocado muchos dolores de cabeza a Sánchez en el primer Gobierno de coalición. En un momento de la legislatura se consideró una buena idea sustituir al socio de coalición por un batiburrillo de partidos de extrema izquierda liderado por Yolanda Díaz, más dócil y con mejor imagen que Iglesias, gracias a una cuidada campaña mediática.

Por el camino, tanto la líder de Sumar como el propio Sánchez dejaron en la más absoluta soledad a la ministra de Igualdad, Irene Montero, una ministra tóxica, sin duda, pero a la que se responsabilizó en exclusiva del fiasco de la ley del sólo sí es sí. La ley salió del Consejo de Ministros y Sánchez sacó pecho cuando se aprobó, señalando que sería un modelo para todo el mundo.

La excarcelación y rebajas de penas a violadores y pederastas provocadas por la ley Montero obligó a Sánchez a buscar la colaboración del PP para modificarla, con la oposición de Podemos. El día de la votación, Sánchez se ausentó del hemiciclo, en un acto de cobardía también marca de la casa y rasgo del sanchismo. Tampoco compareció en Ferraz la noche del 28-M, tras el batacazo en municipales y autonómicas.

ETA-Bildu

El 3 de mayo de 2018 la banda terrorista ETA anunció a través de Berria que se disolvía de forma definitiva. El 4 de mayo de 2018, cuando aún no había presentado la moción de censura contra Rajoy —y un día después de que ETA anunciase su disolución, Pedro Sánchez escribía en Twitter: "La tarea de los demócratas ahora es no olvidar y contar la verdad. No hay que permitir que ETA imponga su relato. La tarea es reivindicar nuestra democracia. No hubo un conflicto, sino una banda terrorista que quiso imponer su totalitarismo".

Posteriormente llegaría el famoso "con Bildu no voy a pactar, se lo puedo repetir otra vez". Pero como sin la abstención de Bildu no habría llegado a presidente del Gobierno y no habría podido sacar adelante parte de su agenda legislativa, dio uno de sus hoy famosos "cambios de opinión".

Durante la legislatura, Sánchez ha convertido a Bildu en socio preferente, blanqueándolo de cara a sus votantes y convirtiéndolo en el partido útil para los vascos —el conseguidor de beneficios para esa comunidad autónoma en detrimento del resto de España— con el objetivo poco disimulado de sustituir en ese papel al PNV.

Pero no sólo eso: pese al escándalo provocado por la inclusión de asesinos de la banda en las listas de las municipales del 28 de mayo, ha sido incapaz de repetir el "con Bildu no voy pactar". Por el contrario, ha elaborado un relato mentiroso sobre dos falsedades: una, que el PP hizo todo lo posible por que ETA no dejase de matar. Y, dos, que el fin de ETA fue gracias al PSOE: Zapatero, Rubalcaba y Patxi López. Memoria Democrática, lo llaman.

Precisamente en la infame Ley de Memoria Democrática ha tenido un papel destacado la aportación de Bildu. Que Sánchez y el PSOE permitan que la historia reciente de España la reescriba ETA es una indignidad y una humillación no sólo a las víctimas del terrorismo, sino a todos los españoles.

Por otro parte, Bildu ya había incluido a terroristas en sus listas electorales, algo que la Ley de Partidos y la Ley Electoral no impiden. Eso es cierto. Pero es que de Bildu, que es Sortu (y Sortu es ETA), no esperamos menos que eso. El elemento diferenciador es que ahora es el PSOE el que lleva toda una legislatura blanqueando a los herederos de la banda asesina, e incluso a los miembros de la misma, sin que en ningún momento se haya producido el reconocimiento de que lo que hizo ETA estuvo mal y fue un error. Lo disfrazan de democracia, pero es simple necesidad: sin sus votos no puede continuar en Moncloa.

Peor aún es que Sánchez ha conseguido normalizar entre sus votantes que es mejor pactar con Bildu que con el PP. Frente a lo que dijo en Twitter en 2018 ("la democracia derrotó a ETA sin que consiguiera ninguno de sus objetivos políticos") ahora Sánchez está atado a los objetivos políticos de Bildu: convertirse en la fuerza hegemónica en País Vasco y Navarra a cambio de "permitir" a Sánchez seguir siendo el inquilino de la Moncloa.

‘Procés’: indultos, sedición, malversación y extrafinanciación

En mayo de 2018, en el programa Espejo Público de Susanna Grisso en Antena 3, defendió que lo que había ocurrido en Cataluña era tipificable como un delito de rebelión —un delito mucho más grave que el de sedición—. Igual que en su momento proclamó que había que acabar con los indultos políticos.

En la misma entrevista en la que le contó a García Ferreras sus problemas de insomnio si pactaba un Gobierno con Iglesias, remachó en relación a los golpistas catalanes: "Yo hoy sería presidente de un Gobierno que hoy mismo tendría una crisis de Gobierno porque hemos escuchado esta mañana al líder de los comunes y a Ada Colau diciendo que, si la sentencia es dura —en referencia a la sentencia del procés que se publicaría el 14 de octubre de 2019—, habrá que manifestarse en favor de los presos políticos, que es como los llama ella, y diciendo que en España no se respetan los derechos humanos". Es decir, "hoy habría dos gobiernos: uno del PSOE defendiendo la Constitución y otro de Unidas Podemos hablando de presos políticos".

La hemeroteca suele dar problemas a los políticos, pero en el caso de Pedro Sánchez su propia hemeroteca son la mejor oposición a sí mismo: a cada mentira o "cambio de opinión" del presidente del Gobierno es muy fácil encontrarle la propia refutación de Sánchez, bien en Twitter bien en declaraciones a los medios o en sus comparecencias de prensa.

La historia posterior es conocida: primero indultó a los golpistas y después reformó ad hoc el Código Penal para beneficiar a sus socios preferentes. Célebre fue la respuesta de Carmen Calvo cuando le preguntaron sobre este giro radical de Pedro Sánchez, negando que tal cosa se hubiese producido porque cuando Sánchez dijo digo (que el 1-O fue una rebelión) no era presidente, y cuando dijo Diego, era presidente del Gobierno. Evidentemente, dos personas distintas en un mismo cuerpo. E igual que en lo que se refiere a Bildu, lo disfrazan de democracia y paz cuando es simple necesidad personal de Sánchez. El objetivo de esta enmienda a la totalidad del Sánchez del pasado es una alianza estructural y de futuro con ERC (como también con Bildu) para que, con sus indispensables votos, pueda seguir residiendo en la Moncloa.

Además de estas concesiones políticas que ERC ha conseguido arrancar al presidente Sánchez, hay que añadir un mejor trato económico a Cataluña. Quizás los votantes de Extremadura, por poner un ejemplo, que han refrendado con sus votos todas las tropelías de Sánchez, deberían asumir que la inversión en infraestructuras que tanto necesitan, como una conexión decente por tren, no la van a tener porque hay que pagar muchas facturas a la Generalidad catalana.

… Y ahora, Puigdemont

A los comunistas de Podemos (ahora Sumar), a los herederos de la banda terrorista ETA y a uno de los partidos que dieron el golpe de Estado (ERC), quiere añadir ahora Sánchez al otro partido golpista catalán, liderado por un prófugo de la Justicia, Carles Puigdemont, que por la aritmética que ha resultado del 23-J está llamado a tener la llave de la investidura. Otra vez el giro (cambio de opinión en la jerga del sanchismo) es sorprendente. Y de nuevo lo visten de democracia, paz y diálogo, cuando es pura necesidad de Sánchez: Manual de supervivencia es como tendría que haber titulado el libro.

Hace sólo unos días decían que la palabra de Puigdemont era "papel mojado", y cuando se estaba negociando quién sería alcalde de Barcelona, los del PSOE se escandalizaban y sacaban las sales ante la mera posibilidad de que el PP apoyase al candidato de Junts en vez de al socialista Collboni, como finalmente ocurrió. Margarita Robles llegó incluso a mostrarse "escandalizada" con Feijóo en una entrevista en Antena 3 por el hecho de que sopesase dar la alcaldía de Barcelona a Trías, y señaló que era "terrible" que el PP, un partido constitucionalista, estuviese dispuesto a "apoyar a Junts" en Barcelona. El sectarismo de siempre, otro rasgo del sanchismo. Suponemos que Robles estará ahora valorando no formar parte del Frankenstein ampliado si eso incluye contar con el apoyo de Junts. Pero no ocurrirá, porque el fin justifica los medios, también rasgo del sanchismo.

Fractura social y descrédito internacional

A estas alturas de la trayectoria política de Pedro Sánchez ha quedado claro que su PSOE ha renunciado a ser un partido central y de mayoría social, conformándose con ponerse en la cúspide de un batiburrillo de partidos que ni siquiera están exclusivamente en la órbita de la izquierda —como PNV y Junts— y conseguir la investidura sobre la base de un Frankenstein 2.0. Aunque sea a costa de fracturar aún más la sociedad española y de dejar el crédito internacional de España a la altura del betún, por apoyarse en un prófugo de la Justicia instalado en Waterloo. Cosa diferente será que pueda gobernar, algo que se antoja muy difícil, como vaticinan muchos analistas y sectores del PSOE y Podemos.

Esta forma de gobernar y estas alianzas con partidos que no sólo quieren la destrucción de España sino que hacen gala de ello, ha quedado validada con el resultado del 23-J. Por ello se puede afirmar que hoy la situación es peor que en 2019. Entonces se podía decir que la gente votó engañada, porque efectivamente fue engañada. En 2023 los españoles que han votado a Sánchez saben claramente que no tiene escrúpulos y que hará todo lo que sea necesario para mantenerse en el poder.

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