
Quedan pocas horas para la "cita histórica" —según su promotora, Yolanda Díaz— en el Polideportivo Magariños de Madrid. "No hay excusas" para no asistir, añadió la fundadora y líder de la plataforma Sumar. "El día 2 empieza todo, y en los momentos clave de la historia hay que estar", concluyó el pasado jueves Díaz en el último intento de alentar la rebelión interna en Podemos. Colofón de un pulso de meses mantenido por la propia ministra de Trabajo y vicepresidenta de Pedro Sánchez —presidenta segunda, lapsus de Patxi López en el Congreso el día de la moción de censura— con las ministras podemitas Irene Montero y Ione Belarra, azuzadas y teledirigidas desde fuera por Pablo Iglesias.
"Cita histórica", "el día 2 empieza todo", "en los momentos clave de la historia hay que estar"… no dejan de ser descripciones grandilocuentes de un acto de presentación de una candidatura que dicen más del ego de la candidata que del acto en sí, al que se llega tras un insufrible y larguísimo proceso de escucha, y que quiere presentarse como algo nuevo y único pero que es lo mismo que lleva intentando esa izquierda desde hace años.

En definitiva, el mismo perro con diferentes collares: intentar reunir bajo una misma marca a todos los partidos que pululan en ese espacio a la izquierda del PSOE, espacio cada vez más dividido y subdividido, con el mismo sistema con el que se creó Podemos en 2014. El resultado, Sumar, sería una especie de CEDA de izquierdas, como señalan algunos analistas políticos, una confluencia que tendría por objetivo, en clave interna, asegurarse la estancia en el poder. Y en clave externa, servir de complemento perfecto para que Pedro Sánchez y su PSOE —que ha renunciado aparentemente a ser un partido de mayorías— puedan repetir otra legislatura en Moncloa. Eso sí, con un socio mucho más cómodo de lo que han sido los de Podemos.
Para llegar a "este momento clave de la historia" se ha orquestado una potente campaña mediática —que recuerda mucho a la que en su momento se hizo con Manuela Carmena y su plataforma Ahora Madrid, con la que llegó a la alcaldía de la capital en 2015—, y política, pues nadie duda de que el impulso de la Moncloa —con su lanzamiento estelar en la moción de censura de Vox con Ramón Tamames como candidato— está siendo fundamental para que pueda liderar ese espacio político que le disputan ferozmente Pablo Iglesias y Podemos.
Quién es Yolanda Díaz, la "traidora"
Yolanda Díaz es la apuesta personal de Pedro Sánchez para poner orden en el convulso espacio político a la izquierda del PSOE. En sus 25 años de carrera política, la gallega ha dado probadas muestras de una enorme capacidad de adaptación, una adaptación jalonada por varias traiciones a sus compañeros en la izquierda radical en un continuo quemar siglas políticas o plataformas electorales diferentes: hasta cuatro antes de poner en marcha Sumar.
La ministra de Trabajo se estrenó ganando la batalla legal a la escisión de Anxo Guerreiro (Esquerda de Galicia) para poder seguir utilizando las siglas de Esquerda Unida-Izquierda Unida. En 2012, y tras la ruptura del BNG, Xosé Manuel Beiras abandona su antigua organización con Encontro Irmandiño y hace un llamamiento a la unidad de la izquierda que respete el derecho de autodeterminación con AGE (Alternativa Galega de Esquerda). Obtuvo 9 escaños frente a los 7 del BNG. Ese híbrido de comunistas y nacionalistas tuvo un éxito efímero y muy pronto comenzó el enfrentamiento entre los de Beiras y los de Yolanda Díaz, con escisiones y expulsiones —una historia que vemos que se repite una y otra vez— y con esta última haciendo ya ojitos a las mareas con las que en 2015, y en alianza con Podemos, pudo dar el salto del Parlamento gallego al Congreso, mientras AGE seguía con sus luchas internas. Beiras dijo de ella: "Fue la primera persona que me traicionó".

Díaz también jugó un papel en la batalla que se dio sobre el futuro de IU a medida que Podemos cogía fuerza como partido político. La batalla interna más cruenta es la que se produjo en Madrid, donde se empeñó a fondo. Y de ahí le viene el apelativo de "desbrozadora" con el que se la conocerá dentro de la formación, tal y como ha contado Luca Costantini en Yolanda Díaz: la seducción del poder, por su papel eliminando los frentes críticos con la fusión de IU con Podemos, "algo parecido a una mala hierba que hay que cortar". Fue Díaz la que elaboró la parte técnico-legal para purgar a los cuadros y dirigentes críticos con la fusión.
La última traición la habría cometido, hasta el momento, con Pablo Iglesias que anda ahora arrepentido de su elección digital: "Quizás me equivoqué", dijo compungido Iglesias, para quien va a ser muy difícil sumar con un Sumar que cuenta entre sus apoyos a otro que también lo traicionó: Íñigo Errejón.
Yolanda Díaz, que ha actuado como una auténtica killer, ha querido transmitir —y en cierto modo lo ha conseguido gracias a la campaña de marketing que la propulsa—, una falsa humildad, porque ella nunca quiso llegar hasta donde ha llegado: ni quería ser ministra, ni quería ser vicepresidenta cuando el dedazo de Iglesias se posó sobre ella, ni quería liderar el espacio de la izquierda, ni quería iniciar el proceso de escucha, ni tiene ambiciones políticas. Parece que quiere dar a entender que son las circunstancias las que le han empujado al lugar que ocupa hoy día, y que ella se ha sacrificado por un bien superior: "No tengo ambición política. Siempre hay que convencerme para todo". Para no tener ambición política, ha presentado un resistencia numantina a los intentos de Podemos e Iglesias de llevarla a su terreno, que la acusan de "maniobrar por detrás" y de traición al partido que la aupó a lo más alto.
Su conversión en icono chic de la izquierda
Yolanda es hija de Suso Díaz, militante del Partido Comunista y ex secretario general de comisiones obreras en Galicia, y sobrina de Xosé Díaz, hermano gemelo de su padre, miembro también del Partido Comunista de Galicia y diputado en el Parlamento gallego por el Bloque Nacionalista Galego de 1997 a 2005. Por parte materna, sin embargo, su familia es muy de derechas. Algunos apuntan que esta circunstancia familiar habría influido en su talante negociador, una de las virtudes que adornan su proceder político, según dicen sus promotores y admiradores.
La actual vicepresidenta del Gobierno se ha convertido en el icono chic de la izquierda con una imagen personal muy cuidada, un estilismo renovado y un pelo con mechas rubias y peinados muy elaborados, que nada tiene que ver con el aspecto que lucía cuando ejercía la política en su Galicia natal, donde antes de que la Historia, con mayúsculas, la colocase en la actual encrucijada de disputar a Podemos el espacio político a la izquierda del PSOE, era una ferviente defensora de todos los ideales de la izquierda patria. Entre ellos la defensa a ultranza del régimen bolivariano y del camarada Hugo Chávez, causante de todos los males que aquejan a Venezuela —pobreza, desabastecimiento, mercado negro y miseria— y de su evolución a una dictadura que persigue y encarcela al disidente político.
Nada nuevo en el espacio político en el que Yolanda Díaz lleva moviéndose como pez en el agua desde hace 25 años.
Enfrentamiento con Podemos
Su paso por el Gobierno la han convertido en la esperanza del espacio político liderado hasta 2021 por Pablo Iglesias. En el Consejo de Ministros ha mantenido casi desde el principio una buena interlocución con el ala socialista, pero una convivencia muy complicada con las ministras de Podemos. Aunque algunos han situado el origen de los enfrentamientos en el dedazo de Iglesias, que la colocó como su sucesora y lideresa de Unidas Podemos y futura presidenta del Gobierno, los desencuentros se produjeron casi desde que se formó el Gobierno de coalición, en enero de 2020.
Cuando apenas había echado a andar la legislatura, el 8-M de 2020 ya puso en evidencia esta conflictiva relación. El Gobierno retrasó todo lo que pudo las medidas para luchar contra la pandemia de coronavirus porque había que llegar como fuera a las manifestaciones feministas del 8 de marzo. Pero mientras Irene Montero y las ministras socialistas animaban a la participación, infravalorando lo que se nos venía encima con el covid, Yolanda Díaz dejó constancia en una nota ministerial que el Gobierno sí sabía que era una temeridad no haber cancelado el 8-M y muchos más actos masivos que tuvieron lugar desde mediados de febrero y durante esos primeros días de marzo. Además, alegando motivos familiares, Yolanda Díaz no acudió al infectódromo en que se convirtió la manifestación del Dia de la Mujer.
Pobre balance político
Ese mismo año de 2020, en julio, las elecciones gallegas supusieron un rotundo fracaso de Podemos liderado por Antón Gómez Reino, que no sacó ni un sólo escaño frente a los 14 que obtuvo con En Marea, en una campaña en la que la ministra de Trabajo se involucró personalmente. Mientras los de Yolanda Díaz señalaron que el clan de Galapagar fue el que había diseñado la campaña, en el núcleo duro de Podemos no entendían cómo una ministra tan bien valorada había cosechado semejante fracaso.
Pero ni era el primer fracaso (en 2005 no alcanzó ni el 1% como candidata de IU a la Xunta) ni sería el último. En las andaluzas de 2022, a las que no concurrió con su ya fundada plataforma Sumar, amadrinó a Inmaculada Nieto (IU), que obtuvo 5 escaños, 12 menos que la marca previa.
El 'dedazo' de Iglesias
El dedazo de Iglesias la catapultó a la vicepresidencia, una oportunidad que Díaz ha sabido sin duda aprovechar, aunque ahora reniegue de ese nombramiento como sucesora. En ese momento el líder morado dijo estar convencido de "que la dirección de Podemos" iba a "saber acompañar a Yolanda para construir ese frente amplio de izquierdas". Su convencimiento no se ha hecho realidad, evidentemente.
Tras la salida de Iglesias del Gobierno y su fracasado intento de disputar la Comunidad de Madrid a Isabel Díaz Ayuso, Díaz decidió tomar la iniciativa, anunció que se presentaría a las siguientes elecciones generales y fundó y se convirtió en imagen de la plataforma Sumar. Es la cuarta plataforma electoral que lidera desde que se dedica a la política. Experiencia en saltar de sigla en sigla y en crear plataformas desde luego tiene.
Desde entonces, una camaleónica Yolanda Díaz ha sabido esquivar casi todas las polémicas que afectaban a las ministras moradas, como las provocadas por la Ley Trans o la del sólo sí es sí. Una cuidada campaña mediática y el impulso político que le brindan desde Moncloa han conseguido tapar una realidad insoslayable: qué balance político presenta la líder de Sumar para haberse convertido en la esperanza de la izquierda radical y del propio Sánchez. Porque difícilmente puede conjugarse un balance político tan pobre con la enorme esperanza que la izquierda tiene puesta en ella. Pero el marketing y el apoyo de la maquinaria de Moncloa pueden obrar el milagro.
En unas horas una nueva fase de la carrera política de Yolanda Díaz se pondrá en marcha en el Polideportivo Magariños. El objetivo, las próximas elecciones generales, con el 28-M como meta volante para medir el desgaste de Podemos y colocar a la vicepresidenta en mejor posición para culminar la absorción de los morados.