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Caso Pujol: una estafa política y económica desde Banca Catalana hasta el 3%

La Audiencia Nacional juzga a partir del lunes a la familia Pujol-Ferrusola, definida en la calificación fiscal como una "asociación ilícita"

Alberto Paredes / Europa Press

El 25 de julio de 2014, Jordi Pujol i Soley, expresidente de la Generalidad desde 1980 y hasta 2003, confesaba la existencia de "unos dineros ubicados en el extranjero" que se había olvidado de declarar al fisco, una fortuna oculta desde 1980 fruto de una especie de herencia paralela de su padre, Florenci Pujol, destinada a su nuera, Marta Ferrusola, y sus nietos.

En el texto enviado a los medios de comunicación Pujol mostraba su "compromiso absoluto de comparecer ante las autoridades tributarias, o, si es necesario, ante instancias judiciales" y pedía perdón "a tanta gente de buena voluntad que puedan sentirse defraudados en su confianza". "Y también les pido que sepan separar los errores de una persona —por muy significativa que haya sido—, y que esta declaración sea reparadora en lo que sea posible del mal y de expiación por mí mismo", concluía la misiva.

La intención de la carta era centrar la atención sobre él, acaparar foco y rebajar la presión judicial sobre su primogénito, Jordi Pujol i Ferrusola. Corren múltiples versiones sobre el origen de la maniobra del patriarca. En la mayoría se destaca que los abogados aconsejaron a Pujol no confesar, que el expresidente quería inmolarse para salvar a sus siete hijos y a su esposa y que esta tuvo un papel fundamental, que fue ella quien urdió la confesión que destruyó para siempre la figura política de Jordi Pujol. Más de una década después, el caso Pujol llega a juicio. Arranca el próximo lunes, 24 de noviembre, con un interrogatorio telemático a Jordi Pujol para saber si el anciano expresidente de 95 años está en condiciones de defenderse o, como sostienen sus letrados y un informe forense de la Audiencia de Barcelona, carece de las facultades físicas y mentales para tamaña encomienda.

95 años y un 75% de discapacidad

Las previsiones indican que el juicio tendrá más de cincuenta sesiones, que testificarán más de 250 personas y que el caso no estará visto para sentencia hasta mayo. Todo apunta a que Pujol será exonerado como lo fue su difunta esposa, Marta Ferrusola, en 2021, tras confirmarse un diagnóstico del alzhéimer que también acecha o directamente ya sufre Pujol. Eso es lo que dicen los informes médicos aportados por sus letrados, que presentan "marcadores de Alzhéimer en la sangre", una "severa alteración de la memoria verbal", un "deterioro cognitivo grave" y que confunde hechos y personas, además de sufrir un 75% de discapacidad asociada a patologías como discopatía, escoliosis, poliartritis degenerativa y úlcera sacra por presión, causas todas ellas de dificultades graves en la marcha y el equilibrio.

Por si no fuera suficiente, el pasado sábado fue ingresado en el hospital Sagrada Familia de Barcelona con neumonía. De momento, no se puede garantizar que el próximo lunes vaya a poder participar en ninguna sesión telemática, tal como ha fijado la Audiencia Nacional.

Las peticiones de cárcel

La Fiscalía pide nueve años de cárcel para el anciano, a quien imputa los delitos de asociación ilícita (cuatro años) y blanqueo de capitales (cinco). En su caso, el delito fiscal ya prescribió. En cuanto a sus hijos, el peor parado es Jordi, el primogénito. Además de asociación ilícita y blanqueo, en su caso se añaden cinco delitos contra la Hacienda Pública y otro de falsedad documental por los que Anticorrupción pide 29 años de prisión. A Josep, el tercero de la saga, se le piden 14 años. Al resto de los hermanos, Marta, Oriol, Pere, Mireia y Oleguer, ocho años. También se sentará en el banquillo la exesposa de Jordi Pujol i Ferrusola, Mercè Gironès, para quien la Fiscalía reclama 17 años de cárcel por su implicación en los negocios de su exmarido y por haber intentado ocultar patrimonio durante la investigación.

El "modus operandi"

La Fiscalía da por probado que al menos desde 1991 la familia Pujol ocultó cantidades ingentes de dinero en Andorra fruto de una red de clientelismo tejida por el patriarca desde su cargo de presidente de la Generalidad. La tesis del Ministerio Público es que Pujol y su esposa dirigían las operaciones de ocultación del dinero y su posterior afloramiento. Jordi, su entonces esposa, Mercè Gironès, y Josep gestionaban los beneficios y el resto se beneficiaba "directa y conscientemente".

La aportación documental sobre transferencias, ingresos en efectivo, sociedades domiciliadas en paraísos fiscales y toda clase de manejos financieros delictivos resulta abrumadora y contiene perlas como la de llamar "misales" a los millones de euros y "Madre Superiora" a la señora Ferrusola.

Pero a pesar de las pruebas y de la propia confesión de Pujol, el independentismo sostiene que los Pujol fueron víctimas de una operación de Estado contra el procés independentista, que Jordi Pujol era una pieza codiciada cuando empezaron las grandes manifestaciones a favor de la independencia de Cataluña y que sin el procés, Pujol, su señora y sus hijos no habrían sido molestados en absoluto.

En su momento, cuando la confesión en 2014 y hasta años después del golpe de Estado encabezado por Carles Puigdemont y Oriol Junqueras, el nacionalismo trató a Pujol como un auténtico apestado. Se le retiró el tratamiento de molt honorable, aunque mantuvo prebendas como la escolta y el coche, y el partido le dio la espalda. De un día para otro, lo que había sido respeto y reverencia se tornó desprecio e insultos.

El caso Banca Catalana

Pujol supuso un gran problema para sus herederos políticos, pero no el principal, ocupados como estaban en los preparativos de la república catalana. Sin Pujol no habrían llegado hasta allí, pero convenía apartarse de él todo lo posible. Era tóxico, altamente contagioso. Las historias confirmadas sobre los coches deportivos del hijo mayor, las bolsas de basura llenas de dinero con destino a Andorra, los negocios en México y Argentina, el 3% y demás historias de corrupción y cinismo, de soberbia y prepotencia de la familia no convenían al proyecto separatista.

La faceta crítica del nacionalismo con su patriarca llevó a algunos a revisar hasta el caso Banca Catalana, la quiebra de la entidad financiera fundada por los Pujol. Las presiones del Gobierno de Felipe González impidieron que Pujol fuera procesado a pesar de la insistencia de los fiscales Mena y Villarejo y de la acumulación de indicios en torno a la, como mínimo, imprudente gestión de la entidad.

El periodo de ostracismo tras la confesión de 2014 no duró mucho. En pocos meses Pujol y señora asistían a una misa en Montserrat donde los monjes se mostraron especialmente atentos con el matrimonio. No pudieron asistir al bautizo de una bisnieta, pero eso fue poco después de la confesión. En pocos meses recuperaron la normalidad y sus costumbres. Fueron a votar en la "consulta" de Artur Mas, la del 9 de noviembre de 2014 y comenzó el proceso de restauración de la figura política de Pujol, al que se reconocía como el creador de la Cataluña "nación".

Pujol, según Puigdemont

En el fragor del procés, Puigdemont llegó a evacuar consultas con Jordi Pujol, aunque el relato que el prófugo hace de sus conversaciones con el fundador de Convergencia no es precisamente favorable al personaje. Cuenta Puigdemont en sus memorias (Me explico. De la investidura al exilio) que Pujol le enviaba artículos e informes con sus impresiones sobre la actualidad política porque "debe de pensar que me interesa saber su opinión". Pujol le sugiere celebrar un encuentro que Puigdemont aplaza durante meses porque está convencido de que el CNI tiene monitorizado al expresidente.

"Desde que él (Puigdemont) es president de la Generalitat ha coincidido con él en el entierro de Muriel Casals y coincidirá, el sábado, en el del padre Ballarín. Se limitarán a saludarse de manera formal. Sin más comentarios. Los miembros de protocolo de Presidencia han velado para que esos encuentros puntuales con Pujol sean siempre fugaces y sin presencia de fotógrafos que puedan perjudicar a Puigdemont", escribe el biógrafo del prófugo, Xevi Xirgo.

Finalmente, el 21 de noviembre de 2016, Puigdemont y Pujol tendrán la oportunidad de charlar largo y tendido en un encuentro que el primero desvelará en sus memorias. Celebrado con grandes medidas de seguridad para impedir que trascienda, los dos dirigentes nacionalistas se ven en una casa de la comarca del Vallés a la que acceden por separado y a través del garaje. Pujol tenía entonces 86 años y estaba muy sordo, recuerda Puigdemont.

"No tengo ninguna confianza en España"

"Si cuando era president hubiese podido acordar un buen pacto fiscal, ahora no sería independentista. No tengo ninguna confianza en España", le dice Pujol a Puigdemont. En las memorias de este, el resumen de la cena es el siguiente: "Independientemente de lo que pueda pensar de la situación personal del expresident, y de lo que hayan podido hacer sus hijos, tiene en muy alta consideración los veintitrés años de gobierno de Pujol. Llegará a Girona prácticamente a las tres de la madrugada, agotado del día y de la conversación, en la que ha tenido que repetir cada dos por tres lo que decía. ‘¿Qué dices? ¿Qué dices?’, le pedía Jordi Pujol. ‘Había nombres que no recordaba, y le fallaba la memoria sobre algunas cosas, pero sobre otras recordaba detalles extraordinarios. A pesar de los lapsus, tiene la cabeza muy despejada y conserva una capacidad de diagnóstico asombrosa’".

"Santificación" en vida

Han pasado diez años desde ese encuentro y Pujol ha sido ampliamente rehabilitado. Nadie se oculta para reunirse con él. Es más, el actual presidente de la Generalidad, Salvador Illa, lo incluyó en su ronda de contactos con sus antecesores a pesar de su situación procesal. Pujol fue recibido por Illa con todos los honores que corresponden a un expresidente, aunque nada trascendió de la conversación, si es que la hubo. También se reuniría Illa en Bruselas con Carles Puigdemont semanas más tarde.

Pujol ha sido objeto hasta el año pasado de toda clase de homenajes. Lo han paseado por presentaciones de libros, centros cívicos, reuniones de expresidentes y otros agasajos donde se ha glosado en términos ditirámbicos su obra de gobierno, la construcción de una nación artificial y la conversión de Cataluña en el escenario propicio para un golpe de Estado separatista.

Absolución política

Este mes de noviembre se cumplirá un año del que probablemente fuera su último discurso político. Unas doscientas personas convocadas por la "Asociación de Amigos de Prat de la Riba" en la localidad barcelonesa de Castellterçol. Ahí estaban casi todas las figuras que alumbró el pujolismo y algunos de los principales dirigentes de las nuevas hornadas posconvergentes y allí dijo Pujol que hasta dentro de diez o quince años no se dará un escenario que permita al independentismo retomar el golpe, que España es una nación muy poderosa y que el idioma catalán está en peligro. El actual presidente del parlamento autonómico, el indultado Josep Rull, lo definió como el padre de la nación catalana y añadió que algún día "la nación entera sabrá reconocer el papel trascendental de Pujol".

Sea juzgado o exonerado por la Audiencia Nacional, el proceso que arranca, salvo imprevistos, el próximo lunes volverá a poner sobre la mesa los métodos que llevaron a la Fiscalía a definir a la familia Pujol como una "organización ilícita" en toda regla. Sin embargo, el catalanismo ya ha establecido una especie de cordón sanitario entre la figura de Pujol, que ha pasado de honorable a venerable, y los desmanes económicos de sus hijos, de los que responsabilizan a la difunta Marta Ferrusola.

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