
Los cuestionables pesebres que el Ayuntamiento de Barcelona instalaba en la plaza de San Jaime cada año se han sustituido en esta Navidad por la proyección de un vídeo en la fachada de la casa consistorial que sólo se puede contemplar de noche. Tras provocar a los defensores de los pesebres tradicionales con propuestas como convertir a las figuras en sillas y butacas, poner los elementos de un trastero a modo de belén, simples cajas de cartón o esferas transparentes, este año ha dado una vuelta de tuerca al cambiar la instalación por un "vídeo mapping" que cuesta cien mil euros y no se puede visitar de día, según ha denunciado la presidenta y concejal de Valents, Eva Parera.
La degradación de los pesebres de la plaza de San Jaime, donde están el palacio de la Generalidad y el Ayuntamiento, viene de antiguo, ya antes del mandato de Ada Colau, pero ha sido durante los últimos años cuando los Comunes, que gobiernan Barcelona en alianza con los socialistas, han rizado el rizo en la eliminación de los elementos tradicionales de la Navidad.
En 2015 se instalaron en la plaza de San Jaime unos cartones que simulaban un pueblo en el que la Sagrada Familia estaba representada por una pareja que sostenía a un niño en brazos en la primera planta de una de las casas. Ni rastro de elementos religiosos. Los ciudadanos lo calificaron como el "Belén hispster".
En 2016, sobre la base del poema "Ho sap tothom i és profecia" (Lo sabe todo el mundo y es profecía), los creadores del singular Belén, Toti Toronell y Quim Domene, introdujeron en una esfera retratos de Foix, Joan Miró y Pau Casals para representar a los Reyes Magos; en otra, a unos autómatas que bailan; una pareja cenando llena una tercera. La dedicada al Nacimiento estaba compuesta por cuatro figuras del Museo de Olot que representaban a San José, la Virgen, el Niño Jesús y un ángel. Fue la única licencia a la ortodoxia en la instalación, a pesar de que las tallas, previas a la Guerra Civil, emergían de unas cajas de cartón, como si el pesebre estuviera a medio montar.
Los pesebres más polémicos
En 2017, unas figuras blancas estaban colocadas en lo alto de unos palos. En 2018, y siguiendo la tradición de Colau de ofender a los católicos por Navidad, el pesebre fue una mesa de comedor con doce sillas alrededor. En las sillas, elementos identificativos como el manto azul de la Virgen, un babero con el nombre de Jesús o el martillo de carpintero de San José, más los correspondiente halos de santidad, casi la única concesión a la tradición católica. También estaba el caganer, representado por una barretina y una silla con agujero; y no faltaban el buey y la mula, salvo que en un "giro de género" se trataba de una vaca y un burro, según el autor, Sebastiá Brosa.
La Navidad de 2019 en la plaza de San Jaime fue la del pesebre trastero, unas cajas apiladas con objetos decorativos navideños. El año siguiente Colau no pudo sorprender a los barceloneses con otro pesebre peculiar a causa de la pandemia. Pero el año pasado, la administración municipal volvió por sus fueros con unas siluetas repartidas por el entorno de la plaza de San Jaime.
Finalmente, en esta ocasión y a modo de culminación de su segundo mandato, Colau encargó un "mapping" sobre la fachada que se activa a partir de las seis de la tarde y se apaga a las diez. Muchos ciudadanos han destacado que la propuesta no tiene nada que ver con la Navidad y es absolutamente incomprensible para los más pequeños.
Según los cálculos realizados por el grupo municipal de Valents, el Ayuntamiento encabezado por Colau se ha gastado casi 800.000 euros en unas instalaciones cada vez más absurdas.




