Tras el horrendo crimen que acabó con la vida de Kirk, empezaron a circular horrendos vídeos y escritos en redes sociales con gente celebrando el asesinato y otros, como toda la progresía de la SER, la Sexta y RTVE, justificándolo. Hace años, algo así no habría tenido repercusión alguna contra nadie. La cultura de la cancelación estaba en pleno auge, sí, y podías perder tu empleo por opiniones tan banales como la de lamentar que los republicanos fueran ciudadanos de segunda en Estados Unidos como los judíos en la dictadura nazi antes del Holocausto, que fue lo que le sucedió a Gina Carano con Disney. Pero sólo si tus ideas no eran suficientemente de izquierdas.
Sin embargo, esta vez ha sido distinto. El clima en Estados Unidos ha cambiado mucho en los últimos años, especialmente desde el primer intento de asesinato de Trump y más aún con la victoria del republicano. Aun así, reconozco que no estaba preparado para ver cómo el crimen ha cambiado las reglas. Muchos de los protagonistas de esos vídeos y escritos repugnantes han visto sus nombres y profesiones publicadas y su regocijo se ha transmutado en congoja al verse de repente acosados y sin empleo. El statu quo cultural le permitía todo a la izquierda y nada a la derecha. Y aunque la derecha vivía ya algo más tranquila, la izquierda seguía teniendo plena libertad para ser unos hijos de puta sin consecuencia alguna.
Lo vimos por ejemplo en primavera cuando atacaron los concesionarios de Tesla, una violencia que fue celebrada por todo el establishment, empezando por Jimmy Kimmel. Pero su repulsiva reacción al asesinato de Kirk ha supuesto un punto de no retorno. Aunque la mayoría de los afectados han sido personas corrientes, muchas de ellas profesores y funcionarios, el nombre más notable en verse afectado ha sido el del antaño cómico, que lleva tiempo dedicando su programa y sus monólogos con los que lo arranca en un aburrido sermón repleto de todos los lugares comunes de la izquierda y dedicado exclusivamente a burlarse de la derecha. Pero cometió el error de no leer el cambio cultural que estaba teniendo lugar delante de sus narices, quizá por el hecho de vivir dentro de una burbuja progre, y soltó a su audiencia que el asesino de Charlie Kirk era MAGA, es decir, seguidor de Trump, que es la mentira que está soltando parte de la izquierda para intentar esquivar su responsabilidad.
Pocas horas después, el presidente de la comisión federal de telecomunicaciones, el FCC, insinuó que mentiras como estas en la radiodifusión pública eran intolerables y que el organismo que presidía tenía mecanismos para evitarlas. Inmediatamente, dos grandes empresas que gestionan emisoras locales de radio y televisión dedicadas esencialmente a repetir las emisiones nacionales de las grandes cadenas en abierto, anunciaron que no volverían a emitir el programa de Kimmel hasta que ABC, la cadena donde se emite el programa de Kimmel y que es propiedad de Disney, no hiciera algo al respecto. Y lo que hizo ABC fue suspender el programa por el momento. Y entonces fue cuando la izquierda entró en cólera. Los muy hipócritas.
Quienes llevan años ejerciendo la cancelación ahora se escandalizan. Gente que no dijo una palabra sobre el asesinato Kirk ahora protestan por Kimmel, como si ver suspendido tu programa de televisión por mentir fuese una amenaza más grave a la libertad de expresión que ser asesinado por tus ideas. El ejemplo más evidente ha sido el de Obama, que soltó un sermón en la red social X repleto de superioridad moral para verse respondido por Roseanne Barr, quien le recordó que ella fue despedida de la serie que creó ella misma y que llevaba su nombre como título porque el propio Obama y su mujer llamaron al jefe de Disney para que la echaran. ¿Alguien de los que ahora se escandalizan la defendieron entonces, o cuando echaron a Gina Carano? Por supuesto que no.
La derecha, por su parte, está en parte dividida. No he visto aún a nadie que no esté disfrutando personalmente viendo como los cazadores son cazados, contemplando infinidad de series de dos vídeos en que el primero muestra a alguien de Tiktok celebrando el asesinato y el siguiente a la misma persona llorando porque la han despedido. Yo me incluyo en ese grupo sin ninguna duda. Pero ¿no estará la derecha cayendo en lo que denunciaba de la izquierda? ¿Acaso no es la cancelación tan injusta ahora como lo era antes?
A la mayoría, los más conservadores y más trumpistas, les da igual. Han visto a la izquierda ganar la guerra cultural durante toda su vida y ahora que tienen la sartén por el mango no la van a soltar. ¿Para qué iba a hacerlo? ¿Para evitar que la izquierda haga lo mismo cuando regrese al poder? ¡Pero si es lo que llevan haciendo toda la vida! El activista Christopher Rufo resumía esa actitud cuando recordaba que la FCC, el organismo al que acusan de ser responsable de la suspensión de Kimmel, fue creado por FDR hace casi un siglo y utilizado por los demócratas, especialmente JFK, para acallar la derecha. Los republicanos tendrían que usarlo durante 80 años para empatar y tienen derecho a hacerlo y casi el deber.
Los más liberales, en cambio, opinan –opino– que los demócratas tienen razón y que la cultura de la cancelación siempre es mala y que el problema de la FCC se soluciona no poniendo a la izquierda en el punto de mira sino privatizando el espectro radioeléctrico y eliminándola.
Lo que yo veo es que hay casos demasiado distintos en las distintas cancelaciones que están sufriendo los izquierdistas como para darles la misma consideración. Karl Popper, en su recordada y casi universalmente mal citada paradoja de la intolerancia, ponía el límite de lo que las sociedades abiertas pueden tolerar precisamente en la violencia política. Y como tenía razón resulta difícil argumentar que quienes justifican y celebran el asesinato de Kirk están pasando la línea que hace que las consecuencias que sufren sean más que razonables. Hay casos como el de una periodista que ha sido despedida del Washington Post por manipular en redes una cita de Kirk para demostrar que era racista y machista, que está plenamente justificado porque si eres periodista se supone que no debes mentir a sabiendas. Pero Kimmel, aunque ha mentido, no es un periodista. Es un cómico, sin gracia desde hace demasiados años, pero un cómico. Su cancelación, y mucho más el papel del Gobierno en ella, no están justificadas.
Pero eso no impide que la esté disfrutando como un enano. Por favor, por favor, Dios mío, haz que se baje los pantalones disculpándose por mentir para recuperar su programa. No pido más.

