
Prácticamente desde la misma noche electoral del domingo 28 de julio la comunidad internacional se preguntaba por qué José Luis Rodríguez Zapatero, que estaba en Caracas como observador del Grupo de Puebla, no había dicho una sola palabra.
En esos primeros momentos la interpretación general es que su silencio era un apoyo tácito al dictador Maduro, decidido desde el primer momento a consumar el mayor pucherazo de la historia de Iberoamérica. Por ello presentó unos resultados que nadie creyó, sin respaldo de actas y con errores matemáticos de bulto, e inició brutal represión para amedrentar a los verdaderos ganadores de las elecciones. Los muertos podrían llegar en estos momentos a los 100, mientras que los secuestrados (entre ellos menores de edad) y encarcelados en la terribles cárceles del régimen se cuentan por miles.
Ante esta situación tremenda que están viviendo los opositores al dictador chavista, Zapatero no ha sido capaz de emitir ni una sola crítica. La extraña y no explicada relación íntima que Rodríguez Zapatero mantiene con Maduro y con los hermanos Jorge y Delcy Rodríguez, y este lamentable silencio mientras los sicarios de Maduro masacran a venezolanos inocentes, son un baldón más en el descrédito del expresidente español, que está arrastrando con él el poco crédito que tiene el Gobierno de Sánchez en este asunto.
El ministro Albares dejó claro que el Gobierno respaldaba las actuaciones de Zapatero que, durante nueve años, ha jugado un tenebroso papel en Venezuela, donde todas sus actuaciones han ido dirigidas a apuntalar y blanquear una dictadura ominosa de la que han huido ya más de 8 millones de venezolanos.
En sus declaraciones del pasado 8 de agosto el ministro de Exteriores no sólo se negó a hablar de fraude electoral, sino que elogió la labor de Zapatero, una labor que el Gobierno agradece. El descrédito de Zapatero arrastra al Gobierno que lo respalda.
Cronología de un silencio
En estos 24 días han pasado muchas cosas, muchas declaraciones, muchos pronunciamientos ante los que un observador internacional que fuera imparcial tendría que haber reaccionado.
Entre las primeras cosas que llamaron la atención de la opinión pública sobre la actuación de parte de Zapatero, siempre a favor de Maduro, fue que no afeó en ningún momento la detención y expulsión de Venezuela de la delegación del Partido Popular que llegó a Caracas invitada por los líderes de la oposición al tirano, Edmundo González Urrutia y María Corina Machado. Esto ocurría el día antes de las elecciones.
Anteriormente, el PP advirtió de que, si eran expulsados, el responsable sería Zapatero.
El Grupo de Puebla: vaivenes y disidentes
En un primer momento Zapatero no quiso suscribir la petición del Grupo de Puebla, en cuya representación estaba en Caracas, de que Maduro presentase las actas electorales para demostrar que no había habido pucherazo. Esto ocurría el 31 de julio, tres días después del fraude electoral.
Posteriormente se supo que, no sólo no quiso suscribir esa petición, sino que maniobraba con los miembros del Grupo de Pueblo para que no se señalase a Nicolás Maduro, quizá tratando de dar una salida airosa a un dictador que tiene las cárceles llenas de opositores políticos, y que a los que no ha metido en la cárcel, los inhabilita para que no puedan concurrir a las elecciones, como ha ocurrido con María Corina Machado.
No obstante, muy poco se puede esperar del Grupo de Puebla, que tiene como objetivo la exportar el totalitarismo comunista en todo el mundo. Ante las informaciones sobre discrepancias dentro del mismo, días después, el 8 de agosto, el coordinador del Grupo de Puebla, Matías Capuleto, quiso salir al paso de las polémicas en torno a la postura que mantiene el foro de dirigentes izquierdistas populistas y revolucionarios, dejando claro que no ponía en duda la "victoria" de Nicolás Maduro, postura que, según Capuleto, mantiene también Rodríguez Zapatero. Si es así ¿por qué no hace una comparecencia pública?
Es más: Capuleto defiende que estas elecciones del 28 de julio ha sido uno "de los mejores procesos electorales en América Latina, un proceso electoral envidiable". Y en esa opinión parece que está también Zapatero.
Por las mismas razones por las que Capuleto ensalza a Zapatero muestra una clara contrariedad con la postura, muy firme, del presidente de Chile, Gabriel Moric, que ha dicho una y otra vez que no tiene "dudas de que Maduro ha intentado cometer fraude y está cometiendo graves violaciones de derechos humanos. Chile no reconoce el triunfo autoproclamado de Maduro". El coordinador del Grupo de Puebla señaló muy molesto que "desconocer los resultados e insultar a Maduro no ayuda en nada. No echemos más leña al fuego, hagamos que los incendios no nos lleven a desastres mayores. Eso es lo que impulsa la derecha internacional". Unas declaraciones ilógicas, porque el presidente Boric no ha insultado a Maduro en ningún momento.
Centro Carter
De los pocos observadores internacionales que Maduro permitió en las elecciones, además de a Zapatero por razones tan tenebrosas como obvias, se encuentra el Centro Carter. Desde muy pronto, tanto como el 31 de julio, manifestó que el proceso electoral "no se adecuó" a los parámetros y estándares internacionales de integridad electoral, por lo que "no puede ser considerada como democrática".
El Centro Carter manifestó en un comunicado que "no puede verificar o corroborar la autenticidad de los resultados de la elección presidencial declarados por el Consejo Nacional Electoral (CNE) de Venezuela".
Si bien Zapatero tampoco se sintió interpelado por el durísimo comunicado de este organismo invitado por Maduro como observador, si lo hizo el propio dictador bolivariano, para afirmar que traían el informe escrito. Algo que contrasta con las palabras de bienvenida que, pocos días antes de las elecciones, pronunció el ministro de Defensa del régimen bolivariano, Vladimir Padrino, señalando que el Centro Carter tenía "un prestigio ganado, no solo en tareas de elecciones, sino también en tareas de impulso a la democracia, resolución de conflictos, etc.".
"Todos los que vinieron del Centro Carter a Venezuela traían el informe ya escrito, lo tenemos desde hace un mes, tenemos el informe del Centro Carter ya escrito, lo que les faltaba era pincatico que le pusieron ahora, porque se desnaturalizaron, ya no es Jimmy Carter quien lo dirige, solo lleva su nombre, lamentablemente", dijo Maduro tras conocer el demoledor informe del Centro sobre el pucherazo electoral.
La Organización de Estados Americanos
El pucherazo de Maduro ha puesto en alerta a la mayor y más importante organización política de la región, la OEA, que se teme una nueva oleada de exiliados venezolanos que se sumaría a los ya 8 millones que huyeron de la dictadura durante estos años.
La organización ha realizado numerosos pronunciamientos en estas semanas desde las elecciones, tanto de conjunto como de miembros de la OEA con carácter individual.
El pasado 1 de agosto la OEA hizo público un informe técnico en el que denuncia las "ilegalidades, vicios y malas prácticas" de la farsa electoral de Maduro. En el mismo se puede leer que "el régimen de Nicolás Maduro nuevamente ha traicionado al pueblo venezolano, declarando respetar la voluntad popular al tiempo que hace todo lo posible por manipular y desconocer esa voluntad" y que "en las circunstancias actuales, no pueden reconocerse los resultados anunciados por el Consejo Nacional Electoral (CNE) que proclaman ganador a Nicolás Maduro en la elección presidencial del domingo 28 de julio en la República Bolivariana de Venezuela".
Un informe, el de la OEA, todavía más demoledor que el del Centro Carter, pero que tampoco parece que haya tenido ningún efecto en el silente Zapatero que sigue en su escondrijo, sea este el que sea.
Dentro de la OEA se ha viralizado, por su contundencia, la intervención del embajador de Uruguay. "Señor, respete el resultado que es evidente, empírico, fáctico y ganó Edmundo González Urrutia. ¿Qué es lo que usted no entiende, Maduro?", dijo el embajador en un encendido discurso.
¿Es explicable el silencio de Zapatero?
En los análisis sobre lo que está ocurriendo desde el 28 de julio, se alternan las explicaciones sobre por qué Zapatero no ha dicho aún esta boca es mía. La lectura fácil es la de la complicidad con el régimen: con su silencio avala tácitamente el pucherazo de Maduro.
Otros lo analizan como un acto de cobardía: sabe que ha habido pucherazo, pero calla por lo que el régimen pueda saber de él y sus presuntos negocios.
Últimamente se está dejando caer la idea de que, en realidad, Zapatero está negociando una salida airosa para el dictador y así después apuntarse el tanto y presentarse como el pacificador de Venezuela. Esta opción estaría descartada si creemos las declaraciones de Matías Capuleto, coordinador del Grupo de Puebla.
Sea cual sea la explicación, produce bochorno el papel que está jugando el expresidente del Gobierno de España que, además, está arrastrando a todo el Gobierno Sánchez con él en su desprestigio internacional. La poca autoridad moral que todavía tuviese, si es que alguien se la otorgaba, la ha perdido por callar ante el pucherazo y la represión posterior contra la oposición.