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Madrid

El relojero de la Puerta del Sol: "Si el reloj se para en las Campanadas no habría solución"

Desde 1997, Jesús asegura cada Nochevieja que "la bola caiga en el segundo adecuado para que millones de españoles se coman las uvas tranquilamente".

Subir al reloj de la Puerta del Sol obliga, literalmente, a avanzar casi de perfil por unas estrechas escaleras de caracol que conectan varios niveles. Arriba, el espacio es mínimo: apenas caben unas pocas personas frente a un mecanismo de 1866 que ocupa la sala y que, cada 31 de diciembre, marca el ritmo al que millones de españoles dan la bienvenida al nuevo año.

Allí nos encontramos con Jesús López, uno de los relojeros responsables del mantenimiento del histórico reloj y de que, esa noche, todo suceda cuando tiene que suceder. El sistema del reloj, explica, "es un truco matemático sobre base 12 horas" que funciona hasta que la pesa llega a la parte de abajo. Entonces, pierde fuerza y se para. "A la semana y medio día", especifica.

Las Campanadas, pese a toda la expectación, no alteran lo más mínimo tal mecanismo. Aprenderlo, bromea Jesús, no le llevó más que "un cursillo de tres horas". El resto le viene de casa: "Mi bisabuelo era relojero. Mi abuelo era relojero. Mi hermano, mis tíos. Yo cuando era un crío jugaba en la relojería de mi abuelo a coger un reloj y desarmarlo". Motivo por el cual aquí arriba, reconoce, se siente "exactamente igual" que en casa.

Según cuenta a Libertad Digital, sí hay una tarea añadida estos días: limpiar la máquina de la bola para garantizar que funcione sin problema en Nochevieja. "Aunque procuramos que funcione bien el día 15 de enero, el 24 de febrero y cualquiera", matiza.

La pregunta inevitable para Jesús es si puede fallar. Y aunque reconoce que, al fin y al cabo, "es una máquina", enseguida aclara que "el porcentaje de fallo es prácticamente del 0,01%". Ni siquiera el parón de marzo —cuando se detuvo para ser reparado por primera vez en treinta años— supone, a su juicio, motivo de inquietud. "La gente debería estar alegre de que hacemos lo que tenemos que hacer, que es tenerlo a punto para que no haya problemas", dice.

Si aun así el reloj se parase en plenas Campanadas, "no habría solución". "¿Qué haces? ¿Cómo vas a reparar una máquina en dos segundos? Pues nada, se ha parado y se ha parado", contesta el relojero. Lo que vendría después, bromea, también lo tiene claro: "Todo el mundo buscando a los relojeros para asesinarlos".

Cada 31 de diciembre desde 1997, Jesús pasa la Nochevieja junto a los también relojeros Pedro y Santi. Los tres se encargan de que "la bola caiga en el segundo adecuado para que millones de españoles se coman las uvas tranquilamente". Ellos, en cambio, no las toman ni antes ni después.

Según cuenta Jesús, aunque esa jornada no hay tareas específicas asignadas, cada uno sabe lo que tiene que hacer para que "no haya problemas". "Primero, cuando faltan veintiocho segundos para las doce cae la bola, se para, y a menos de veinte segundos se forman los cuartos. A las doce en punto, en ese momento suena la primera campanada. Y luego, a los dos segundos, el resto", explica.

Recuerda también que, desde la torre, el sonido de la plaza se vive "afortunadamente" sin pantallas de por medio. "Cuando cae la bola, se calla casi todo el mundo. Y cuando da la última campanada, la explosión de alegría es espectacular. Es bonito oírlo. Es muy bonito", reitera.

Para Jesús, Pedro y Santi no hay supersticiones ni rituales, solo mucha responsabilidad: "Cuando eres consciente de la cantidad de millones de personas que están pendientes de esto, no estás pensando nada. Estás a lo que estás, que es a tu trabajo".

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