Hace unos pocos años, Jordi Pujol lanzó toda una formidable campaña para reforzar la idea de la Nación Catalana poniendo énfasis en los seis millones de habitantes de la autonomía-principado. “Somos seis millones”, proclamaba Pujol desde los carteles de propaganda. Parece que la población catalana nunca llegó a reunir esa cifra redonda, aunque a punto estuvo. Y ello, pese a los llamamientos a favor de la natalidad del molt honorable.
Y ahora se nos revela que el censo de catalanes lo sostienen y apuntalan los quince mil extranjeros que llegan cada año a la comunidad. De no ser así el retroceso, o crecimiento negativo, sería clamoroso.
Más llamativo aún resulta el dato de que los “catalanes de emigración”, quienes llegaron, por ejemplo, desde Andalucía, y se integraron en Cataluña –catalán es el que vive y trabaja en Cataluña, definió un buen día don Jordi–, cuando les llega la edad de la jubilación, retornan a sus tierras de origen. De manera que el último año con cuentas cerradas, llegaron a Cataluña 6.716 andaluces, pero regresaron a Andalucía 7.540 catalanes de adopción, que recuperan su patria chica.

Los seis millones
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