Tanto a Endesa como a Iberdrola les sobran argumentos para explicar la cancelación de su proyecto. Pensando en el accionista, que es en lo que hay que pensar, han hecho lo menos malo que podían hacer en este momento. Oriol y Martín Villa quedan tocados, pero, entre salir magullados o salir con los pies por delante, la elección no es dudosa y se supone que ellos saben mejor que nadie hasta qué punto era un sacrificio sin sentido ese complicadísimo proceso de año y medio a que obligaba el Gobierno para finalmente llegar a una empresa demasiado parecida en tamaño a la Endesa actual.
Al Gobierno también le sobran argumentos para explicarse, puesto que estaban explícitos o implícitos en las condiciones que puso a la fusión el viernes pasado. Pero hay uno que le va a ser muy difícil de explicar o por lo menos que resulte convincente: ¿por qué aprovechó la fusión para cambiar por decreto ley el tinglado de los CTC? Puesto que sabía o debía suponer que el coste en CTC era inasumible para unos directivos ante sus accionistas y mucho más para el accionista de referencia, el BBVA, ¿por qué se puso ese palo de los CTC en la rueda de la fusión?
Si el Gobierno quería abortarla, se entiende lo que ha hecho, aunque ahora deberá pechar con las concesuencias. Si realmente no lo pretendía, está claro que no ha sabido calcular ni el efecto económico, ni el político, ni el empresarial, ni el psicológico, ni el personal de sus condicionantes. En nuestro último comentario en Libertad Digital explicábamos cómo el Gobierno perjudicaba a todos los actores del eléctrico drama. En función de ese análisis, no cabe sorprenderse por el telón final. Pero no deja de escandalizar que el guión parezca escrito por el tramoyista.
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