Ruiz Mateos vuelve a las primeras páginas por virtud de una sentencia que están estudiando detenidamente, y mirando con lupa, los mejores intérpretes de la jurisprudencia. A primera vista, cuando menos, el Supremo dice que eso del justiprecio al que venía aspirando el gran privatizado, nada de nada. Que de los tres billones que venía reclamando, “nasti de nasti”. De manera que, de ser cierta y decisiva tal interpretación, don José María habrá tenido la segunda tarde más triste de su vida. O una más, la que sea en su orden. Pero otra tarde tristísima, en todo caso (aunque aseguran que el presunto afectado no está, en absoluto, triste, sino convencido y feliz con su estrategia judicial, lo cual es un dato nada despreciable).
Perder tres, dos o un billón en una tarde y por gracia de una sentencia judicial es una faena, qué duda cabe. Pero, a lo mejor, no es como algunos han interpretado con demasiada rapidez.
También pudiera suceder que alguna autoridad pertinente obligue próximamente a don Ruiz a empezar a regularizar su situación y a sacar a la luz todo lo que ha venido ocultando, en los últimos dieciocho años, de la Rumasa oculta.

El justiprecio
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