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Julio Cirino

Todos iguales, pero unos más que otros

El Sábado fue el primer día de “trabajo” de los 33 mandatarios y Jefes de Estado que participan en la ciudad de Québec de la tercera Cumbre de las Américas. Dentro del área perimetrada de la conferencia, todo eran limosinas y formalidades; afuera, las protestas y las nubes de gas lacrimógeno matizado con chorros de agua a presión.

Dejando de lado la “organización” formal, son muy diversos los grupos que integran los más de 20.000 manifestantes allí reunidos, como diversos son sus objetivos y métodos, si bien todos aparecen bajo el paraguas simbólico de su oposición a un mundo “globalizado”. Los locales, nucleados en la “Convergence des Luttes Anti-Capitalistes –CLAC– fueron quienes idearon los códigos por colores, a los que aludíamos ayer; pero simultáneamente se distanciaron en un comunicado de las acciones de los “rojos” fácilmente identificables por las máscaras negras y sus tácticas violentas.

Pero estos grupos, considerados por muchos como anarquistas, están perdiendo la “batalla por Québec” y la atención de las cámaras. La policía canadiense evitó la utilización de cargas indiscriminadas y colocó efectivos de paisano dentro de los grupos manifestantes que con rapidez arrestan a los anarquistas violentos. Los vallados impidieron además, que los manifestantes se mezclaran con los delegados oficiales o con la prensa.

Mientras tanto, en el Centro de Convenciones, el discurso de trece minutos de duración del Presidente George W. Bush se convertía en el epicentro de los análisis, tal vez más por lo que no dijo que por lo dicho; ya que, dejando de lado las frases de circunstancia, Bush evitó un pronunciamiento sobre el tema más ríspido de la Cumbre; si el proyecto ALCA (Area de Libre Comercio de las Américas) requerirá o no mínimos standards laborales, jornales mínimos y controles anti-polución a todos sus miembros.

La deliberada imprecisión de Bush pareció confirmar los peores temores; al fin del día, el acuerdo protegerá los derechos de los inversores pero ofrecerá solo “incentivos” y no garantías concretas cuando llegue el turno de los trabajadores o el medio ambiente.

El otro contencioso se generó en la moción argentina respecto de una “cláusula democrática”, con cuyo concepto todos parecen coincidir, pero cuyos alcances prácticos y su posible inclusión en el acuerdo ALCA fue motivo de dudas y vacilaciones, particularmente en lo que respecta al mantenimiento o no de relaciones comerciales. Sobre todo a la luz del activo comercio con China, país que no tiene precisamente un sistema democrático muy pleno.

Argentina, Brasil, México y Chile esbozan también una relación cuatripartita fuerte que, para el resto de los países de la región constituye un nuevo motivo de preocupación a la hora de pasar a las negociaciones de los temas concretos. Venezuela por su parte, en forma sorpresiva, vino a complicar aún más el ya complejo panorama, expresando su pedido “formal” de incorporación al MERCOSUR (y desea plantearlo frente a la cumbre del MERCOSUR en Asunción del Paraguay en Junio venidero). Dejando de lado que no se sabe aún cual sería la reacción de los otros miembros del acuerdo, al estar en el tapete la forma en que los países de este acuerdo negociarán su participación en el ALCA la inclusión de un socio del tamaño y las características de Venezuela planteará interrogantes de no fácil respuesta.

Obviamente, hasta ahora en la Cumbre los países considerados “pequeños”, cuyas economías son casi irrelevantes a la hora de los grandes números, no parecen haber encontrado mucho espacio para expresar sus preocupaciones, que justamente se centran en dilucidar si se podrá encontrar una fórmula por la cual su opinión pueda incidir en los resultados finales del acuerdo ALCA.

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