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El asesinato de una persona es tal agresión a la convivencia, la eliminación de lo más absoluto que tiene el hombre, la extensión del dolor a una familia, que todo otro comentario huelga. El asesinato terrorista entraña una psicopatía añadida pues entre el verdugo y la víctima no hay otra conexión que un odio abstracto, totalitario, el propio de los asesinos en serie, siendo la elección gratuita y simbólica.

Lo cierto es que los “compañeros patriotas” de Otegi decidieron desde antes de las elecciones seguir con su instinto de muerte y la hiena está rabiosa después de que los ciudadanos vascos hayan vuelto la espalda a su partido. Eh ha desaparecido de Álava con un 6,23 % de los votos y de Vizcaya, con un 8,13. Guipuzcoa ha dejado de ser su feudo, pues con un 15,37 % de los votos es la cuarta fuerza política. No pueden condicionar a la sociedad más que por el asesinato. El 13 M ha sido más que el principio del fin, ha sido su confirmación.

Hasta ahora los mensajes más nítidos de la banda terrorista respecto a los objetivos de su rabia van dirigidos letalmente a los periodistas y a la Universidad. Primero fue el intento de asesinar a Gorka Landaburu, después la bomba-lapa contra el vigilante de la UPV y ahora el asesinato de Salustiano Oleaga. Es un atentado directo contra la libertad de expresión, contra el “Diario Vasco”, contra el Grupo Correo y contra todos los periodistas y medios de comunicación. La elección de la víctima parece la consecuencia de un seguimiento y el establecimiento de que la rutina de sus sesiones de rehabilitación y la ausencia de escolta lo convertían en un objetivo fácil. El hecho de que fuera director financiero es un elemento que parece aleatorio.

Por de pronto, junto con Madrid, ETA extiende el terror al País Vasco. Si EH “había pedido” que durante la campaña hubiera pocos atentados y fuera del País Vasco, tal relativismo moral ha sido roto en lo que es un intento absoluto de amedrentar a “toda” la sociedad vasca, pues el asesinato de Salustiano Oleaga sale, además, de la estricta estrategia de acoso a los partidos constitucionalistas, para apuntar a la sociedad vasca en general. Por muchos motivos, el Grupo Correo es la emanación de la burguesía vasca, manifestación de la zona más moderada de la sociedad, oscilante sin beligerancias entre el nacionalismo moderado y el constitucionalismo, un lugar de acogida de ambas posturas, sin otro compromiso que el rechazo de la violencia. En muchos aspectos, se puede decir que ETA se sitúa al borde de dirigir su punto de mira contra el PNV.

En lo que se refiere a la libertad de expresión, poco conseguirán pues no se concibe el periodismo sin tal libertad, pero el atentado en sí representa un reto para Juan José Ibarretxe pues liderar la unidad de los demócratas pasa por el aislamiento de EH y por, al margen de cualquier otra consideración, soluciones policiales que prevengan los asesinatos, erradiquen la kale borroka y conlleven la detención de los asesinos. Eso es obligación estricta de cualquier gobierno.

Hay, además, diecisiete ayuntamientos que están gobernados por EH en minoría. La unidad de los demócratas pasa por desalojar de tal posición a un partido que no es que no condene los asesinatos, como se dice en púdico eufemismo, sino que los apoya, les da cobertura política. Quien ha asesinado a Salustiano Oleaga es un “compañero patriota” de Arnaldo Otegi. Es preciso exigir a EH que condene este atentado o establecer un pacto mediático de silencio a sus ruedas de prensa.

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