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Falsa era la especie de que el advenimiento de Mayor Oreja a Ajuria Enea excitaría los instintos criminales de la banda, porque esos, amén de no necesitar incentivos, se crecen con expectativas de chantaje. Y no está de más denunciar, al tiempo, el terrorismo verbal de Arzalluz y Ansagasti contra las asociaciones de solidaridad con las víctimas, como tampoco que los asesinatos de periodistas vienen precedidos de similar campaña de hostigamiento y manipulación del nacionalismo.

Además, los últimos atentados confirman la evidencia de que Eta se nutre de terroristas formados en la kale borroka. Tales son los autores del asesinato de Manuel Giménez Abad, y casi con total seguridad los de Salustiano Oleaga, de siete disparos. Es la trágica constatación del error y la complicidad morales del PNV en la pasada legislatura inhibiéndose ante las agresiones, coacciones y atentados de la violencia callejera, que llegó a calificarse de “baja intensidad” y cuyos perfiles con el terrorismo estricto se han desdibujado.

Los asesinatos, amenazando a un espectro cada vez mayor de la sociedad, muestran la equivocación esencial de intentar instrumentalizar a un grupo de asesinos instalados en la cultura de la muerte, como pretendió Xabier Arzalluz. Las dos claves para mitigar el número de víctimas, como son la estrangulación de las fuentes de financiación y la reducción de las levas de nuevos terroristas, fueron desatendidas por el ejecutivo de Ibarretxe, que subvencionó al entorno etarra y dictó órdenes inmorales de mirar hacia otro lado.

Por mandato constitucional y estatutario, al estar transferidas las competencias de orden público, la Ertzaintza es clave para erradicar la violencia, como de manera muy clara han exigido las urnas llevando a la marginalidad a Eh, como grupo político coordinador y actor de tales actividades delictivas.

Combatir el delito, ofreciendo seguridad a los ciudadanos en el desarrollo de sus libertades, no puede considerarse “solución policial” sino imperativo categórico de todo Gobierno y misión esencial de toda policía, distinción estricta entre la barbarie y la civilización. Ibarretxe tiene que cumplir obligaciones ineludibles que durante dos años dejó en suspenso. Cuestión fundamental para analizar lo que hay de convicción seria en su nueva retórica es conocer el nombre del nuevo consejero de Interior, pues Javier Balza representa lo peor de la anterior etapa, y las directrices a la policía autónoma que no han de ser otras que defender a los ciudadanos de los violentos. Erradicar la kale borroka no es tan difícil con una policía de proximidad dispuesta a quitarse el pasamontañas.

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