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Federico Jiménez Losantos

Crisis en la Fundación Cubano-Americana

La Fundación, por excelencia o por exclusión, es la Nacional Cubano-Americana, la FNCA, que, dirigida por el fallecido Jorge Mas Canosa se convirtió en el poder fáctico más importante del exilio cubano, en Miami y en Washington. Ahora vive una crisis profunda, cuyo factor detonante fue la salida de la popular locutora Ninoska Pérez Castellón –la voz y la imagen de la FNCA– y su esposo Roberto Martín Pérez, ex-preso político de Castro y uno de los “duros” de la organización. El reciente acto del Hotel Biltmore, con la renuncia pública de una veintena de dirigentes –incuidos un ex-presidente de la FNCA y el médico personal de Jorge Mas Canosa–, termina de perfilar una crisis que muy probablemente desembocará en la creación de otra fundación. Una alegría para Castro. Otra más.

¿Cuál es la razón de fondo de esta crisis? Sin duda, el protagonismo personal y las costumbres dictatoriales de toda organización política. Daniel Morcate ha contado en El Nuevo Herald que esta es una crisis semejante a otras anteriores de la FNCA, e incluso que los argumentos ahora esgrimidos tras la salida forzada o voluntaria de los disidentes –el principal, falta de democracia interna– son idénticos a los de otras crisis. Sin duda, Morcate tiene razón. Pero yo estoy percibiendo en Miami un problema de fondo que, junto a la crisis generacional provocada en la FNCA por el natural afán de Jorge Mas Santos de mandar y no ser mandado por la “vieja guardia” de su padre, puede explicar algunas cosas.

La clave podría ser una vieja palabra española, un concepto más que un término: desengaño. Los veteranos de la lucha anticastrista, la generación admirable que ha conducido una auténtica guerra de resistencia de cuarenta años contra la dictadura comunista, está desencantada y desconsolada con el comportamiento de la última generación de exilados, que llegan a Miami, consiguen asilo político y al poco tiempo ya están yendo y viniendo de La Habana, dedicados más a la relación familiar y al trapicheo económico que a la lucha frontal, “vertical” contra la tiranía. De la desilusión con esta Cuba nace el desengaño con respecto a la Cuba futura. Esto no lo confesarán nunca los cubanos, al menos en público, pero yo creo que la crisis en la FNCA es la manifestación de ese problema de fondo: el material humano de la Cuba del mañana es, por desgracia, un material castrista, Made in Fidel, con todo lo que eso significa de corrupción y desprecio por cualquier proyecto nacional. Para una generación galvanizada por valores clásicos, incluido el caudillismo, este desmantelamiento moral de la joven Cuba es desolador y desmovilizador. Para empezar, provoca división. Después, ojalá sea así, llegará la reflexión.

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