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Más de tres mil millones de dólares, unos seiscientos mil millones de pesetas, se han invertido este último año en el sector de la construcción del condado miamense, Miami-Dade. Un aumento de un 25% sobre la inversión del año pasado, que ya fue de casi medio billón de pesetas y que sólo tiene un precedente: el esfuerzo de reconstrucción que tuvo que realizar toda la zona de Miami tras el devastador paso del huracán “Andrew”, que destruyó buena parte de las urbanizaciones clásicas en el Sur de la Florida.

¿Pero qué clase de huracán está afectando ahora a la llamada Tierra del Sol? Lo venimos contando en estas crónicas: la llegada masiva de gente de clase media de toda Iberoamérica que, ante el negro panorama económico, político y social, lía los bártulos y se viene para los USA o, al menos, invierte sus ahorros en cemento en vez de en títulos bursátiles. Así, tienen unos bienes raíces que, por otra parte, les aseguran cobijo si tienen que venirse deprisa y corriendo desde Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú o Argentina, países que han sustituido a Cuba y el resto del Caribe como suministradores de humanos en apuros.

Sin embargo, la escasez de terreno urbanizable y el tipo de inversión, mitad necesitada, mitad inversora-especulativa, no sólo han provocado una fiebre constructora sin precedentes sino un alza de los precios verdaderamente espectacular. Al lado del agua, en la playa, no hay prácticamente un solar y los que había han doblado su precio en un año. Las nuevas urbanizaciones tienen todos sus pisos vendidos antes de empezar a construirse. Y las empresas urbanizadoras recorren zonas de pisos en edificios corrientes, edificados hace apenas seis u ocho años, ofreciendo varias veces el precio que pagaron a los sorprendidos inquilinos para derribar esas urbanizaciones prácticamente nuevas y construir legalmente otras más altas. Nadie puede dudar de la corrupción política al más alto nivel que esta Fiebre del Cemento genera en Miami-Dade. Pero, sobre todo, lo que se echa en falta es un plan de urbanización verdaderamente ambicioso y serio que permita la edificación ordenada de un nuevo Miami para el doble de su población actual –dos millones y medio– en menos de una década.

De modo que si usted no tiene casa en Miami, apresúrese a comprarla. Y si la tiene, no la venda antes de comprar otra más grande, que es inversión segura. Los bajos tipos de interés, la ralentización del crecimiento económico en el resto de los USA y la manifiesta incapacidad de la clase dirigente iberoamericana para enderezar el rumbo de sus países aseguran que la “Fiebre del cemento” será duradera. Más que fiebre, epidemia. Que acabará haciéndose endémica, si no lo es ya.

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