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Federico Jiménez Losantos

El "Septiembre Negro" del Gobierno Aznar

“Septiembre Negro” fue uno de los muchos nombres elegidos por el terrorismo palestino para convertir una derrota –las peores siempre a manos de los “hermanos” musulmanes, particularmente jordanos– en símbolo de agónica victoria. En realidad, la masacre de deportistas israelíes a cargo de los pistoleros de Arafat en la Villa Olímpica popularizó el nombre de “Septiembre Negro” pero desembocó en una derrota política de los palestinos, una más, sobre la que, como siempre, flotó el artífice de su desgracia. Eso sí: pocas veces se ha bautizado tan brillantemente una elegía política.

Pocas veces también un político español ha llegado a una situación tan delicada y absurda como la que afronta José María Aznar en este septiembre que muchos auguran negro para él y para su partido. Podría tornarse más negro aún para los augures y para la oposición si Aznar retomase el vuelo, la iniciativa que en la primera legislatura le llevó prácticamente de la nada al todo, pero si las cosas siguen como en este verano turbio, el otoño puede ser efectivamente de luto para su proyecto político. En Navidad, Aznar tiene que haber resuelto ya el Caso Gescartera con precisión de cirujano y rapidez de liebre, para así zambullirse en el semestre europeo sin hipotecas ni ataduras. ¿Es posible? Sin duda. Pero hasta ahora, todos los datos retratan a un PP sin ideas, envanecido como nuevo rico, agarrotado por sus complejos y paralizado por un liderazgo tan hipertrofiado como autista. Esa dependencia casi patológica puede ser también salvífica si el líder reacciona y corta por lo sano. ¿Pero sabe Aznar qué parte del Gobierno está sana? Esa es la cuestión.

Lo que desde fuera, pero ya con bastante claridad, se observa en el caso Gescartera es la aplicación de la doctrina de sálvese quien pueda. Y también el deseo de que cargue con el muerto la CNMV, que es la parte más débil de un lío monumental en el que hay muchos delitos mezclados, pero donde la clave es un gigantesco fraude fiscal que afecta a la Agencia Tributaria y una gravísima corrupción política que afecta al ministerio de Hacienda, ambos identificados en Giménez Reyna. El resto son cortinas de humo, servidas por la nerviosísima prensa adicta del PP, que cada día apunta en una dirección y nunca dos veces en la misma.

Aparte de los ribetes pintorescos del escándalo, de los curas y los militares y las monjitas (lo de la ONCE es otro caso de corrupción que parece propio de las mafias del juego), el hecho indiscutible, el saldo evidente de este verano turbio es que Rato ha querido salvarse echándole la culpa a Pilar Valiente, Montoro quiere salvarse echándole la culpa a Pilar Valiente, el PSOE quiere salvarse echándole la culpa a Pilar Valiente... y Aznar sabe perfectamente que en este asunto la responsable no puede ser Pilar Valiente. No sólo porque realmente no lo sea, ya que a veces la apariencia cuenta como realidad, sino porque además políticamente no lo puede ser. Y esa es la primera cuestión por aclarar en el caso Gescartera, de la que dependen las demás.

¿Cuáles son las demás? Las apuntamos en los siete comentarios de Agosto: Aznar tiene que depurar todo el equipo económico o resignarse a pasar al banquillo de la Derecha Española como un González con peor suerte, pero también incapaz de enterarse dónde ponía la mano y dónde estaba el fuego de la corrupción que parece arrastrar consigo toda Mayoría Absoluta. Si Aznar se siente sólo “indignado” por el Caso Gescartera, expresión idéntica a la usada por González en el Caso Ibercorp, no habrá cirugía sino metástasis y éste acabará siendo inevitablemente el Septiembre Negro de Aznar. Y con él, también el de la media España que representa. Desgraciadamente, la única que hay.

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