El operativo de los terroristas es asesinar. La estrategia etarra no ha cambiado respecto a Francia. La política francesa, durante décadas, fue hacer la vista gorda y servir de santuario a cambio de que los terroristas se limitaran a matar españoles, y no franceses. Es ese tipo de tolerancia habitual, por la que se confía en que sean los demás los que paguen el coste de defender la libertad. Es una tolerancia suicida, porque el designio terrorista es genocida, no admite excepciones ni respeta circunscripciones. El que las viole, es sólo cuestión de tiempo.
La política francesa no ha sido otra cosa que la proyección de la tibieza general europea. Todo esto está cambiando a marchas forzadas desde el 11 de septiembre, por aquello de a la fuerza ahorcan, con la masacre de las Torres Gemelas como trágico telón de fondo. Se están dando pasos importantes, como la orden de búsqueda y captura europea, sobre la que la principal salvedad es lamentar que no lleve décadas funcionando. Como los ertzainas son víctimas, indirectamente, de la política del PNV, el gendarme de Pau lo es del relativismo moral de sus gobiernos. La lucha contra el terrorismo es global o no es.
Hay, de todas formas, un error en el ambiente dentro de un contexto de aciertos generales, como han reiterado Bush y Aznar en su cordial encuentro. Es la idea de que el enemigo es sólo el terrorismo. El enemigo también es el integrismo, su sustento ideológico. En el caso de ETA, es la forma integrista del nacionalismo. Hay de fondo un combate de ideas. Entenderlo es fundamental para ganar la “guerra”. Ser demócrata es cualquier cosa menos ser, ni tan siquiera parecer, tonto o pusilánime.
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