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Pesos pluma

Los novelistas europeos han escrito poco sobre deporte y nada sobre boxeo. Lo nuestro (que no es lo mío) son los toros y "el cossío". En cambio, los norteamericanos, como Ring Lardner (padre) y sobre todo Ernesto Hemingway, han escrito muy bien sobre boxeo, boxeadores y aficionados. Dicho sea de paso, ese “noble arte”, cuyas reglas las definió el marqués de Quensburry en 1867, ha muerto, lo mató Muhamed Ali, alias Cassius Clay, convirtiéndolo en espectáculo político y combates vendidos de antemano. Aunque se discutan mucho los sondeos que dan a Jospin como Campeón de Francia, porque la mayoría no se ha pronunciado aún, sin hablar de la otra mayoría (con las estadísticas puedes llegar a tener dos mayorías y otros disparates), la de los nunca sondeados, he aquí cómo se presentan en realidad las cosas: pesos pesados: Chirac y Jospin; pesos medios: Le Pen y Chevenement; pesos ligeros: Laguillier, Mamère y Hue; pesos pluma: Bayrou y Madelin. Los otros son meros aficionados.

El domingo, Jospin declaró a unos periodistas que Chirac está viejo, usado y chocho. No es cuestión de edad, tres o cuatro años les separan, es cuestión de metafísica. Luego declaró que creía que se trataba de una conversación off the record, pero no lo dijo en inglés, lo dijo en gallego. El lunes por televisión y el martes en un mitin en Marsella, Jacques Chirac demostró que en lo que se refiere a su capacidad de lanzar swings, uppercuts y directos, estaba en forma. Yo sigo opinando que no es telegénico, pero las reacciones de la mayoría plural me llevan a pensar que ha marcado algunos puntos. Estamos en el primer “round” y quedan 19. Sobre la seguridad callejera, la disminución de los impuestos para las familias y las empresas, la reforma de las pensiones (prometida por Jospin y jamás cumplida), y más generalmente la reforma del estado y la descentralización, etc, las propuestas de Chirac no es que sean malas, son tibias, lo cual sea tal vez peor, teniendo en cuenta la extraña alquimia del entusiasmo electoral.

Pero Jospin sigue sin anunciar su programa, se dice que lo hará estos días. Peor ¿será el del totalitarismo light de Martine Aubry, o el “socialtraidor” semi liberal de Strauss-Kahn, y parcialmente el de Fabius? Como se apostaba en boxeo, yo apuesto por una de cal con un poco de arena reformista. Los franceses aman al Padre-Estado que se ocupa de todo, hasta de sus “fiascos”. Y, cuando se enfurecen, le tiran piedras, no para que se vaya, sino para que se ocupe más de ellos”. “Hay que prohibir el vicio por decreto”, declara la ministra de la Familia, Segolène Royal, esposa del “tapatesocochino” François Hollande, primer secretario del PS. Dato curioso apenas subrayado, el que más escritores reúne en torno a su candidatura, es el reaccionario Jean-Pierre Chevenement, lo cual confirma que se puede ser escritor, y algunos con talento (no me refiero a Regis Debray) e idiota nacionalista. Pero que nadie se asuste, no habrá KO, sólo morriña.


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