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La ilegalización de Batasuna es un duro golpe al PNV en un doble sentido: porque dificultara la actuación asesina de Eta, que es el matonerismo nacionalista, del que se beneficia políticamente el PNV, al mantener amenazados, amedrentados y asesinados a sus adversarios políticos; porque pone en evidencia que la madre del terrorismo es el nacionalismo, la ideología justificatoria de la violencia. Puede beneficiarle electoralmente a corto plazo, como con el trasvase batasuno sucedió en las últimas autonómicas, pero no a medio plazo porque elimina la ficción de la moderación frente a la radicalidad nacionalista, cuando el nacionalismo es todo él radical, al pensar con criterios colectivos reaccionarios y plantear un proceso de ingeniería social traumático que se conoce con el eufemismo de “construcción nacional”. El nacionalismo es un error intelectual grosero, esencialista, en permamente huida hacia delante crispadora.

No se puede definir mejor el efecto positivo para la salud democrática de la ilegalización de Batasuna que la afirmación de Carlos Totorika de que es “condición para la higiene”. Espléndido Ramón Jáuregui en el análisis totalitario de la situación, pero desbarra cuando llega a lo esencial y titubea. Puro síndrome de Estocolmo, cobardía con instinto suicida.

Con motivo de una manifestación ultra en la Comunidad Valenciana, la izquierda ha pedido la ilegalización de los partidos nazis, pero luego algunos dudan ante Batasuna. No se entiende.

Lo que está en el fondo es el fracaso del nacionalismo y del PNV, incapaces de vertebrar la sociedad vasca, a la que el nacionalismo como ideología rancia y periclitada ha situado en un permanente y terrible estado de excepción, en el que los terroristas nacionalistas asesinan a quien ose discrepar; el genocidio de los valientes, preludio del general. La retórica es uno de los harapos de la hipocresía. Y no hay más que ver las altas dosis de retórica beata en los que se ha sumido Ibarretxe. Y, por supuesto, la pertinaz ineficacia de la ertzaintza, sometida a dictados políticos inmorales.
No se criminaliza al nacionalismo, en su nombre se cometen desde hace demasiado tiempo crímenes terribles, como el del concejal socialista de Orio.

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