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Europa se ha acostado bipartidista, y se ha despertado de extrema derecha. Por todas partes, el fascismo avanza. Lo curioso es que los guardias de la frontera, de la poesía de Kavafis, los intelectuales, los profesores universitarios y los líderes de opinión no nos habían avisado del fenómeno. Ni la más mínima pista. Ni el más mínimo indicio. Más sorprendente aún: este fascismo, añorado por la izquierda como coartada, como recuperación de un pasado glorioso, y en realidad falso (el fascismo fue una herejía del comunismo), resulta que es un alien que emerge de las entrañas de los votantes de izquierdas. En Francia cosecha sus votos en los vichistas y los pieds noirs, pero sobre todo en los antiguos camaradas del PC. Este avance de la extremaderecha no produce dimisiones de los dirigentes del centro-derecha, sino terribles harakiris de los adalides de la izquierda. ¡Es la izquierda la que se ha hecho de extremaderecha! Tanta transmisión continua del mensaje y las bases se rebelan y se muestran inmundamente xenófobas, políticamente incorrectas en grado sumo. Hasta una momia infectada de corrupción como Jacques Chirac emerge como el espíritu de Francia, como la reencarnación de De Gaulle, como el último dique frente al fascismo, como la tabla de salvación de la izquierda superviviente y resistente.

Tan desprotegidos estábamos ante este fantasma que recorre Europa que en Holanda, la quintaesencia de la tolerancia, emerge la plaga en niveles mucho más allá de la anécdota, para entrar en la categoría. Como si de un nuevo Hitler se tratara –diabolizado por los media en nombre de la tolerancia–, un tal Pim Fortuyn es asesinado por un ecologista amante de los animales, pero, a lo que se ve, no de las personas. ¿Si un líder de la extrema izquierda hubiera sido asesinado por un fascista hubiera habido más o menos indignación?

Tan europeos, tan abiertos, tan instalados en un “modelo”, distinto e incluso distante del norteamericano, de pronto no sólo el “modelo”, también el sistema se mueve y se agita, y aunque el terremoto es, por ahora, civilizado, los cimientos de la izquierda europea se resquebrajan y los partidos caen con estrépito. No hay excepción al esquema. Que se produzca también en Holanda es ya el acabose. ¡Holanda, la resistente al nazismo! ¡Holanda, la que escondió a sus judíos y no se unió al pogromo general! ¡La Holanda de Ana Frank respalda como segundo partido la Lista Pim Fortuyn! La frase es “no cabemos más”. Holanda está completa. ¿Habrase visto mayor insolidaridad, el pecado mayor del tiempo, la excomunión más confusa y, en ocasiones, meliflua?.

Aquí la bestia se vestía de Armani, ejercía la homosexualidad sin tapujos y llevaba de número dos de la lista a un inmigrante negro, oriundo de Cabo Verde. Y además, tenía predicamento entre amplios sectores de holandeses naturalizados. ¿Cambiamos el esquema? ¿O eliminamos el desconcierto con una baleada? Es lo que ha hecho el militante de la extrema izquierda holandesa, ¿a lo Schaufenberg?, seguramente para defender la tolerancia.

Antes sabíamos que el fascismo era la inseguridad, la arbitrariedad, la eliminación de los derechos personales, de los exquisitos ritos democráticos y la práctica en altas dosis de la violencia para la toma del poder y, luego, en mayor medida, desde el Estado. Antes sabíamos que, por ejemplo, la crítica a las religiones y sus derivaciones integristas era un componente esencial del librepensamiento. O que la defensa del Estado de Derecho era una de las claves del pensamiento liberal. Antes sabíamos que las funciones básicas del Estado eran proteger al ciudadano e impartir justicia. Ahora resulta que, por ejemplo, denunciar la inseguridad ciudadana, que corroe al Estado de Derecho, y pone la libertad en entredicho, es de extremaderecha. O que defender la igualdad entre los sexos, cuando topa con la intransigencia religiosa ejercida por musulmanes, es de extremaderecha. Ahora resulta que decir que la cultura musulmana está atrasada porque condena la homosexualidad es de extremaderecha. ¿No podría considerarse que tal declaración de Pim Fortuyn era un principio de autodefensa intelectual de quien no deseaba verse en el futuro perseguido, y en niveles de pena de muerte, por ejercer su libertad sexual? La cuestión es que a día de hoy ni tan siquiera sabemos definir qué es la extrema derecha, y el efecto de diabolización del término ha perdido contenido cuando nuestros conciudadanos europeos votan compulsivamente a la extremaderecha y envían a los partidos socialistas, abanderados del antifascismo, a las tinieblas exteriores de la oposición..

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