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Julio Cirino

¿Terminará bailando el tango?

Las alegrías de Brasil parecen hoy estar vinculadas al campeonato mundial de football, donde un contundente 5 a 2 frente a Costa Rica le aseguró el pasaje a los octavos de final. País entusiasta del deporte del balón como pocos, las buenas noticias provenientes de Japón no parecen sin embargo resultar suficientes para disipar los temores que se generalizan en casa.

No es para menos. El miércoles 12, el “riesgo país” llegó a los 1313 puntos básicos, quedando así Brasil tercero en la tabla de posiciones, tras Nigeria con 1404, si bien lejos del líder indiscutido: Argentina, que con 6138 puntos parece inalcanzable. Junto a este dato preocupante, por el directo encarecimiento del dinero que le significará a Brasil, el “real” (la moneda nacional del país) seguía devaluándose frente al dólar, llegando a un valor record en los últimos ocho años, 2,80 reales un dólar. Sobre Brasil se abate una conjunción de factores que, aunados, empujan a un deterioro de su estabilidad global con consecuencias en lo inmediato que son casi imposibles de predecir.

Los componentes políticos ligados al proceso electoral que finaliza en octubre guardan relación con los dos contendientes con posibilidades de triunfar en las próximas elecciones. El Partido Social Demócrata Brasileño (PSDB), del actual presidente Fernando Henrique Cardozo, lleva como candidato a José Serra, ex miembro del gabinete presidencial, un hombre que no genera dudas en los mercados, y cuyo enfoque ortodoxo respecto de la deuda externa, es el que los inversores desean escuchar. Sin embargo, su mensaje no parece despertar el entusiasmo de los votantes, y ninguna de las encuestas de opinión le concede una intención de voto superior al 22%.

Por el contrario, el candidato del Partido de los Trabajadores (PT), el ex sindicalista José Inacio “Lula” da Silva abre serios interrogantes en los mercados, en especial por su actitud sobre la deuda externa. Si bien la existencia de un superávit comercial y un superávit fiscal deberían actuar como moderadores de las preocupaciones en el medio plazo, su indefinición respecto de la economía en general no hace sino inquietar a los inversores y hacerles dudar que Lula, ya presidente, respetará las actuales metas inflacionarias y mantendrá un superávit fiscal no menor al 3% frente a las presiones tanto de los poderosos gobernadores estatales como de su propio partido para incrementar el gasto público, en especial el de atención social. Pese a lo dicho, o tal vez por ello, Lula, es el favorito en todas las encuestas, y su intención de voto llega al 40%, por lo que tiene posibilidades de llegar a ser el próximo presidente de Brasil. Claro que el nuevo gobierno deberá asegurarse para el año 2003 ingresos genuinos por algo más de 50.000 millones de dólares como única forma de cumplir con los compromisos internos y externos, lo que hace que no pocos analistas consideren la posibilidad de un “default” como algo muy real.

El otro componente de la crisis es intangible, pero presente, ya fue bautizado como “efecto tango” y tiene actualmente “bailando” a Uruguay, Paraguay y apunta hacia Chile también. La propagación de la crisis argentina –considerada poco menos que imposible un par de meses atrás– hoy se tiene prácticamente como un dato de la realidad. Buscando cómo contrarrestar el “contagio”, se popularizó en las últimas semanas la expresión “desacoplamiento” para señalar la diferencia entre la desquiciada economía argentina y el resto de los mercados emergentes, supuestamente en mucho mejores condiciones. Sin embargo, es muy difícil evaluar “a priori” hasta qué punto este desacople ha tenido un éxito concreto (y no lo parece) porque además es casi imposible predecir el grado de deterioro futuro de la economía Argentina y la declinación en picada del peso no solamente llevaría sus ecos a los vecinos y socios del MERCOSUR, sino que alcanzaría, como se mencionó, a los inversores en términos mucho más globales, tema grave, si se considera que el flujo de capitales privados hacia América Latina continuó disminuyendo en el primer trimestre de este año –actualmente unos 11.500 millones de dólares comparados con 24.000 millones en igual trimestre del año 2000.

El interrogante que queda sin respuesta es, hasta dónde los mercados querrán elevar el “costo Lula” para Brasil, y qué efecto político tendrá esta actitud en los votantes, que son quienes en definitiva tendrán que decidir.

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