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Enrique de Diego

Melopea y trampa de Ibarretxe

El patente nerviosismo con el que el PNV viene viviendo la ilegalización de Batasuna puede hacer comprensible la caótica propuesta secesionista de Ibarretxe. Otro elemento de análisis complementario es que le haya jugado una mala pasada la propensión inveterada de los peneuvistas al eufemismo y el circunloquio. Pretender ir hacia la independencia sin ni tan siquiera utilizar el concepto ha de llevar por necesidad a groseras confusiones. Intentar romper por completo la legalidad constitucional mientras se dice seguir un camino legal es intentar hacer comulgar con ruedas de molino o tomar por estultos al conjunto de los españoles, quizás aquejados por no se sabe qué genética inferioridad racional relacionada con el Rh.

El intrépido Ibarretxe, quizás acostumbrado a la inercia de la cesión constante y a que nunca pase nada, salvo las consabidas reacciones verbales, inventa nuevas realidades políticas como la “cosoberanía”, quizás a imitación de Andorra. Luego propone un estatus de “libre asociado”, pasando de los modelos del Norte de Irlanda –su autonomía es infinitamente menor que la del País Vasco y además se ha renunciado a la unión con Irlanda– y de Palestina, se supone que se piensa en el caso de Puerto Rico. No queda ahí la cosa porque además la “construcción nacional” conduciría a una “nación asociada con Europa” (sic), sobre lo que me parece que no existe precedente, ni se le había ocurrido a nadie hasta ahora. Separarse de España, para, a través de ella, seguir en Europa. Tortuoso.

Para facilitar más las cosas, Ibarretxe reivindica Navarra –a pesar de que allí pinta menos que la Tomasa en los títeres– y Lapurdi, Suberoa y Benafarroa, tres nomenclaturas del alucinado Sabino, para denominar a tres departamentos bajo soberanía francesa. Abre, pues, un grave conflicto nacional y otro internacional, al tiempo que pretende ir de moderado. ¿Se lo creerá?

Esta melopea entre caótica y esencialista, basada en el nacionalismo como “sentimiento”, produciría hilaridad si no escondiera un proyecto totalitario que no es de Eta, sino del PNV. Sorprendente resulta que de continuo se pretenda establecer que el mal de tal proyecto es su connivencia en los fines con Eta, cuando es ésta –escisión del PNV– la que coincide con los fines sabinianos. La causa totalitaria es el PNV, Eta es su efecto. No perverso para Arzalluz y cía. Ese proyecto entraña una pulsión genocida. Cuestión que no se establece como suposición, sino como evidencia empírica, pues son más de ochocientos los disidentes del nacionalismo que han sido asesinados por matones de esa ideología. Se proscribiría el castellano y se expulsaría a los “españoles”.

El derecho de autodeterminación es una peligrosa quimera que sólo ha servido –y se pretenda que sirva– para lesionar derechos personales reales.

Es curioso, y preocupante, que se diga que se responderá con el Estado de Derecho, cuando ya se debería responder con el Estado de Derecho, pues parece manifiesta, si no se ha perdido el sentido común, la deslealtad institucional del presidente de la autonomía vasca y su equipo de gobierno, cuya legitimidad es delegación de la soberanía que reside en el “pueblo español”, como proclama la Constitución en su artículo primero.

Lo que pretende Ibarretxe es, entre pulsos y retóricas, celebrar un referéndum que legitime el conflicto civil, que se empeña en promover. Esto no es la tregua-trampa. Es la trampa con luz y taquígrafos.

En España

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