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La idea de que el PSOE está cohesionado es, en buena medida, un espejismo, la confusión de los deseos con la realidad. No lo está en la cuestión clave del proyecto nacional, de la unidad de España, porque si no hay consenso sobre la existencia de la nación, lo demás huelga. En el PSOE no sólo hay una tendencia compulsiva hacia el acercamiento estratégico al PNV, querencia hacia unos años en que fueron de la mano, además hay dirigentes como Odón Elorza y Pasqual Maragall que son independentistas, que, en el lenguaje nacionalista, no se sienten españoles.

Esa tendencia marcha bien en Cataluña, y mal en el País Vasco. Marcha bien en Cataluña por los errores del PP, que ha ido abandonando, hasta la claudicación última en favor del quintacolumnista convergente Piqué, la posición españolista y constitucionalista. Eso hace que todos los partidos hayan oscilado hacia el nacionalismo, sin que el PP obtenga ningún beneficio por su patente incoherencia. Marcha mal en el País Vasco, donde su máximo representante, Odón Elorza, se encuentra en franco desprestigio y, además, con muchas posibilidades de ser desalojado del Ayuntamiento. Me consta que el PSOE consideró prioritario mantener San Sebastián y que la candidatura del peneuvista Román Sudupe les ha puesto muy nerviosos, porque ¡compite con Elorza en el terreno nacionalista y aún parece más moderado!

Para el PNV es una necesidad imperiosa romper el frente constitucionalista y "madrarizar" al PSOE. Creyó conseguirlo con el pacto previo con Polanco, a cambio de prebendas publicitarias, y aún más, como estela lógica, cuando la dirección nacional socialista desalojó a Nicolás Redondo mediante una campaña de una extraordinaria suciedad. Pero hasta ahora no ha dado sus frutos, porque cualquier variación en el rumbo representaría la derrota electoral nacional y la imposibilidad de acceder al poder por los siglos (ahí está ese abrumador 65% de apoyo a la ilegalización de Batasuna). Además, en el País Vasco esa oscilación representaría un fuerte trasvase de votos, sobre todo en las ciudades, hacia el Partido Popular. Hay, de todas formas, demasiados coqueteos últimamente para no dar la voz de alarma, y en ese sentido vienen las claras y contundentes declaraciones de José Bono.

Es Anasagasti el que, en su labor parlamentaria, oscila hacia el PSOE, haciendo guiños, por ejemplo, en la campaña contra la manipulación en RTVE. Es el PNV el que se encuentra en un callejón sin salida tras la acelerada y radical propuesta de Ibarretxe, contundentemente rechazada por los empresarios vascos como desestabilizadora y también por la Comisión Europea. Necesita ahora imperiosamente que el PSOE le salve. Es dudoso que el PSOE se vaya a suicidar, pero sus complejos ante los nacionalistas son muy fuertes como para no estar prevenidos. Zapatero ha venido indicando, en su vaguedad, que deja la cuestión para cuando llegue al poder, y eso es lo que transmitió Patxi López a Ibarretxe en el debate secesionista. Pero los nacionalistas, simplemente, han acelerado tanto que han dejado en evidencia a los socialistas "independentistas". Haberlos, haylos, también en la dirección nacional.

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