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Federico Jiménez Losantos

Lo peor es que lo tratan como a los demás

De los diez millones de euros (1700 millones de pesetas) en que se estima el botín del Ex-Director General de la Guardia Civil, Luis Roldán, la policía ha podido recuperar algo menos de la quinta parte, unos 300 millones de pesetas, casi 2 millones de euros. Roldán, por lo tanto, no ha devuelto la parte sustancial de su atraco a las arcas del Estado prevaliéndose de su cargo, que era –real y simbólicamente– uno de los más importantes de España en materia de seguridad ciudadana. De hecho, de todos los casos de corrupción del felipismo, ninguno alcanzó la popularidad de éste, tal vez por la personalidad granujienta y barriobajera de un tipo capaz de falsificar hasta el certificado de estudios y de engañar a la media España oficial mientras aligeraba la cartera de la media España real, más extensa aunque menos poderosa que la otra.

Que el jefe de la Guardia Civil resultara una copia del célebre “Algarrobo” de la serie “Curro Jiménez” añadió el indispensable toque estético a la abracadabrante peripecia delictiva de Roldán. Que fuera portada en revistas de destape compartiendo cocaína en calzoncillos con prostitutas de no muy alta graduación financiera elevó la consideración del personaje desde el sainete al esperpento.

Sin embargo, su puesta en libertad (provisional, a medias, pero libertad al cabo) no ha tenido nada de especial, y eso es lo peor de todo. A Roldán lo han tratado, aparentemente, como a cualquier otro preso, sin excluir a peligrosísimos etarras, y a los ocho años de cumplimiento de una condena de más de treinta ya le van a dejar salir de la “Madrastra”, como llamaban los delincuentes a la cárcel antes de convertirse en madre amantísima, tolerante y perdonadora. No sabemos si Roldán ha aprovechado estos años para terminar los estudios que apenas empezó en su vida anterior. Desde luego, ha podido reproducirse en cautividad y su señora dio a luz un roldancito con el que ambos podrán olvidar las pesadumbres de estos años. Sobre todo si pueden disponer de esos 8 millones de euros (1400 millones de pesetas) que no ha devuelto y con los que podrán empezar una nueva vida casi tan rumbosa como la anterior.

Si hubiera devuelto todo lo robado, se entendería la benignidad. Así, lo que se entiende es que a Roldán se le aplican, simplemente, los mismos beneficios penitenciarios que a los demás reclusos, sin necesidad de contricción moral ni de arrepentimiento contante y sonante. Este es el verdadero problema, el que tiene a la ciudadanía estupefacta: ¿cómo no van a venir delincuentes de todo el mundo a España si en ninguna parte los tratan mejor? El caso Roldán es un caso más, sí. Y eso es lo que lo hace aún más escandaloso.

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