Luis Roldán ha accedido al “tercer grado” porque había descendido la “alarma social”. Ha sido salir a la calle y subir ésta exponencialmente. El Consejo de Administración de Palumi ha rechazado contratar al exdirector general de la Guardia Civil. Palumi no quiere líos. Sus consejeros sí están alarmados, precisamente por la alarma social. El motivo aducido por la Justicia se demuestra falso de medio a medio. La idea que el juez tenía de la “alarma social” es un espejismo. Ha confundido la tranquilidad de la gente porque Roldán estaba en la cárcel con que no estaba alarmada. Eso de la “alarma social” es un cajón de sastre, lo mismo sirve para un roto que para un descosido. Parece obvio que la gente estaba más alarmada cuando Roldán andaba por Laos y se tranquilizó bastante cuando se le detuvo. A lo mejor, un vez detenido, debía haber sido puesto en libertad ante el abrumador descenso de alarma social.
La cuestión es que hay bastante “alarma social” con la Justicia. Me parece que la gente está alarmada y esa alarma no hace más que subir a la vista de las decisiones. La Justicia está liada con sus propias mentiras. O Roldán merecía estar treinta y un años en la cárcel o era justo que no pasara entre rejas más de ocho, pero las dos cuestiones a la vez no pueden ser. Estaríamos ante un absurdo. Tal reducción de pena convierte la sentencia en un ejercicio de cinismo.
Tenemos esas sentencias en las que se condena a un etarra a doscientos años de cárcel o a un comando a dos mil, que tantos titulares ocupan, para unos poquitos años después ver a esos condenados en la calle. El último escándalo protagonizado por Ruth Alonso estriba en que un señor que ha matado a seis personas ha pagado por ello doce años. A dos años por asesinado. Muy bajo el precio de la vida en España. Tirado, oiga. Lo mismo da condenar a doscientos años que a treinta. Entonces dejémonos de progresías de tres al cuarto y que la condena sea real. Parece que ahora se pretende que el tercer grado se cuente sobre la pena completa, pero resulta llamativo que el Gobierno –abandonada la promesa del cumplimiento íntegro de las penas– haya tardado tan tiempo en darse cuenta, a pesar de la alarma social de la calle.
Resulta muy difícil saber a qué se refiere el presidente del Gobierno cuando con rotundo énfasis dice que “se pudrirán en la cárcel” los terroristas. ¿Es que no lee los periódicos? Pero, hombre, señor Aznar, aquí nadie se pudre en la cárcel, y menos con Ruth Alonso. Aquí a los dos años deja de salir el reo en los papeles y ya está en el tercer grado porque ha descendido la “alarma social”.
Los reos no han de hacer cálculos para recuperar el botín. Incluso parece que les compensa retirarse un tiempo de la circulación. Dicen que de lo robado por Roldán sólo se ha recuperado el diez por ciento. ¿Para qué necesita trabajar? Será como coartada.

“Alarma social” con la Justicia
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