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Federico Jiménez Losantos

Polanco no es un empresario cualquiera

En los últimos días viene prosperando la curiosa tesis de que el Gobierno debe impedir que quiebren las dos plataformas digitales y que no debería dudar en ayudar a Polanco a sacar adelante su plataforma única de televisión de pago. Como las diez condiciones del TDC se han revelado diez estafas, excepto la primera, que es una estafa-coartada, parece que se impone la tesis de Polanco, que es la del PSOE: PRISA es simplemente una empresa más; Polanco es simplemente un empresario que, por su independencia y solvencia, ha concitado el odio de la derecha cerril.

Pues bien: ni Sogecable es una empresa normal ni Polanco es un empresario cualquiera. Ni vende garbanzos ni los garbanzos o cualquier otra mercancía las consiguen sus vendedores por graciosa concesión del Gobierno. Ningún empresario de comunicación audiovisual es un empresario normal, ya que radios y televisiones sólo pueden explotarse en España previa concesión del poder político. Y Polanco ha acumulado su imperio por una sucesión de concesiones políticas que constituyen casi otras tantas ilegalidades flagrantes en las que la discrecionalidad política ha llegado a la náusea. Le regalaron ilegalmente Canal+ (definida la televisión como "servicio público", se le da una concesión a un canal de pago y codificado), le regalaron la SER (después de fracasar su radio legal, radio El País), le permitieron comprar y destruir su principal competidora Antena 3 de radio. Trataron de regalarle el servicio exclusivo de Telefónica en Cablevisión, último regalo de González, y son incontables los cientos o miles de millones en créditos a sus empresas que se han visto favorecidos por su poder mediático. Para colmo, las irregularidades en el trasvase de depósitos entre Canal+ y Sogecable sin avisar a los dueños del dinero se saldaron, gracias al PSOE y sus bacigalupos, con el procesamiento del juez Liaño que trató de investigarlo, cuando era un caso como el de Enron, no en balde Arthur Andersen asesoraba a ambas empresas.

Pero, además, Polanco no produce mercancías relativamente neutras. Polanco produce ideología, Polanco factura legitimación política, Polanco crea y destruye prestigios culturales. Polanco domina de forma aplastante, sin comparación con ningún otro país, la creación de cine, música y libros en lengua española, en muchos casos, como el del cine, a base de dinero público y no de inversiones privadas. Polanco ha hecho y ha deshecho políticos, Polanco ha encauzado todo su poder en una dirección política y ha practicado y practica un sectarismo atroz, sin fallas, en todos sus medios de comunicación. Polanco es el principal enemigo del liberalismo y la economía de mercado en los medios de comunicación españoles. Y es un enemigo de la integridad nacional española y su constitución, como lo prueba su pacto nada espiritual con Arzallus y González y la liquidación política de Redondo Terreros. Polanco no es neutral nunca. Polanco es empresario pocas veces. Polanco, en materia de contenidos, es el principal enemigo de la derecha política. ¿Puede olvidarse que esa es su empresa y su mercancía? ¿Puede nadie cegarse voluntariamente ante una realidad tan evidente?

Aznar puede regalarle a Polanco el futuro de España. Lo hará, seguramente. Pero no nos pidan encima que aplaudamos. Sabemos que será un futuro liberticida. Sabemos lo que todos quieren fingir que no sabemos, pero no estamos dispuestos a olvidar.

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