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Hace algunos años que vengo sosteniendo, en broma pero absolutamente en serio, que las encuestas del EGM –Estudio General de Medios– sobre la radio española son como los Premios Ondas, a los que se supone que optamos todos pero siempre los gana Polanco, que para eso es el que los convoca. Luego reparte algunos premios de consolación para maquillar el resultado, como esos árbitros que compensan al equipo previamente machacado con algún penalti favorable, pero que ya no puede alterar el resultado. También en el EGM manda Polanco –como en todo– y ganan sus cadenas a todas las horas del día y de la noche, pero siempre reparte a las otras tres cadenas generalistas –cuando existía Antena 3 de radio, eran cuatro grandes y dos o tres pequeñas– algunas migajas de alegría comercial. No es sólo por fingida piedad o astucia diplomática: es que el EGM lo pagamos todos. Por eso prefiero los Ondas, que al menos los pagan los que se los llevan.

El encaje de bolillos del EGM entre los perdedores natos alcanza en ocasiones niveles artísticos, aunque siempre dentro del surrealismo. Yo he sido, por ejemplo, líder de audiencia con "La Linterna" en ciudades donde no tenía emisora la COPE y, por tanto, no podía tener ningún oyente. A partir de ahí, los buenos o malos resultados los acepto porque los aceptan los ejecutivos y comerciales de mi cadena pero comprenderán que no me los crea, ni para bien ni para mal. Otra cosa es que dibujen una tendencia en general, a lo largo de los años y que favorezcan o perjudiquen la contratación comercial de la cadena y del programa, lo que fuerza a tomarlos en serio aunque uno sepa que son pura farsa. Bueno, impura.

Dentro de las impurezas surrealistas del EGM no es la menor uno de sus últimos inventos, que es partir el resultado del primer estudio en dos entregas, una correspondiente a las primeras cinco semanas de encuestas y otra al conjunto de las diez, es decir, a las segundas más las primeras, que son el resultado definitivo. Esto, si partimos de la fiabilidad del EGM, es un disparate, porque lo normal es esperar al final de la encuesta, a las diez semanas, para dar el resultado. Si partimos, en cambio, de las vehementes sospechas de corrupción y del indudable y casi forzoso politiqueo, retoqueteo, redondeo o robondeo del EGM, entonces se entiende todo: dos posibilidades por el precio de una para hacer como que hacen y medir como si midieran. Un chollo, si se administra bien

El problema es que este año, fiados en sus habilidades culinarias, lo administraron mal. En la primera entrega –la correspondiente a las cinco primeras semanas de la 3ª Ola de 2002– le dieron a la COPE una subida espectacular, con los cuatro grandes programas muy al alza. Quizás lo más significativo era el alza de "La Linterna" y "El Tirachinas", no tanto por nuestros méritos, siempre discutibles, sino porque consagraban la recuperación de la COPE tras el gran golpe recibido hace dos años con la marcha de García a Onda Cero en las postrimerías del villalonguismo telefónico. El medio millón de oyentes que se llevó García, aunque fue la mitad de lo que pensaban casi todos, supuso el millón de diferencia que nos sacó Onda Cero, entre lo que perdimos y lo que ganaron. Pero tras la retirada forzada de García en la primavera pasada y la ruptura de "El Mundo" con el "Dream Team", el curso 2002-2003 comenzaba con dos grandes incógnitas. La primera, si Onda Cero detenía la recuperación de la COPE con la vuelta de Carlos Herrera, la nueva "Brújula" (en la que destacaba el fichaje de la estupenda Carmen Matínez Castro, segunda de Luis Herrero durante muchos años, en "La Linterna" y "La Mañana") y el nuevo programa deportivo con García-Juez en funciones de García. La segunda, si Radio Nacional acertaba con los cambios de Antonio Jiménez y Julio César Iglesias.

La cuestión de fondo era, por supuesto, la disputada herencia de José María García. Y el avance del EGM, en rigor, la primera encuesta del año, se esperaba con inquietud. Justificada. Los datos fueron abrumadores a favor de la COPE. Pero si se miraba con detalle, en realidad sólo estábamos recuperando los oyentes de García, aunque a más velocidad de la esperada. Tanta, que prometíamos dejar atrás a Radio nacional y alcanzar a Onda Cero en esta misma temporada. El vuelco era demasiado espectacular para el EGM, que se ha visto obligado a "cocinarlo", es decir, a detenerlo. Yo le pronostiqué a Cristina López Schlichting que de los cuatro grandes programas tendrían que bajarnos los humos en dos. Así ha sido. Han mantenido la subida de "La Tarde" y "El Tirachinas" y han corregido a la baja las de "La Mañana" y "La Linterna", que suben pero de forma casi inapreciable. Así se mantiene la tendencia, suben los que estaban más bajos y no alcanzamos a RNE ni a Onda Cero, aunque están al caer

Claro que, en lo que a "la Linterna" se refiere, con una subida de 500.000 a 502.000 oyentes, no han podido hacer una chapuza más exagerada y más ridícula. Nos dieron seiscientos mil por la primera parte del estudio y nos han dejado de nuevo en quinientos tras la segunda, lo cual supone que en las segundas cinco semanas hemos tenido que sacar cuatrocientos mil, única forma de que salga la media. Pero, claro, eso supone que en un mismo estudio, de las primeras cinco semanas a las otras cinco segundas ha tenido que haber un cambio súbito, instantáneo, de 600.000 a 400.000, es decir, el 50% o el 33%, según se mire el primer o el segundo dato, lo cual es una alteración tan asombrosa en las costumbres de audiencia que sólo caben tres explicaciones decentes: ha cambiado el programa ( no ha cambiado absolutamente nada), han cambiado las costumbres (no pueden cambiar en un programa que mantiene una fidelidad berroqueña en su audiencia desde hace varios años) o ha cambiado la competencia (y ha cambiado a favor, porque no se ha podido consolidar "la Brújula" que tiene una hora menos y la SER ha renunciado a su programa de economía, con lo que "La Linterna" se queda sola de ocho y media a nueve y media). O sea, que ninguna de las variables en juego ha cambiado, salvo para favorecer o mantener la subida de "La Linterna"

Pero cabe una explicación indecente: el EGM ha tenido que frenar de una zancadilla el avance que ellos mismos acababan de certificar, porque nos pasábamos. Han tenido el detalle de no hacernos bajar, ni a Luis ni a mí, aunque han limitado la subida al mínimo, porque, claro, pasar de subir más del 20% en cinco semanas a bajar un 25% en las cinco semanas siguientes era demasiado cambio incluso para estos fantasmas de la aritmética. Pero como torsión absurda o retorsión de sus propios datos, no está mal. Desde que, tras aquella protesta de hace años, cuando nos dieron líderes en esa ciudad donde no teníamos emisora, no nos hacían semejante regalo de Navidad.

Aunque, ahora que recuerdo, no era Navidad. Para algunos programas, los que por mucha audiencia o influencia que tengamos, no podemos nunca ganar ni los Premios Ondas ni el EGM, nunca es Navidad. Del aguinaldo, dirán estos matemáticos de la manipulación bien temperada, que se encargue la Conferencia Episcopal. Lo que no sé es qué inventarán para Semana Santa.

Pero algo se les ocurrirá. Seguro.

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