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Antonio López Campillo

Doña Ana y sus críticos

Parece ser una tradición de aquí que se ridiculice a la persona que ocupa el Ministerio de Asuntos Exteriores. En el pasado fue Morán del que se pitorrearon todos los comentaristas de la prensa. Hoy es Ana Palacio. En ambos casos el motivo era el modo de hablar. Se les acusó y acusa de "balbucear", de no hablar de un modo claro y preciso. En los dos casos, tanto Morán como Palacio, tienen una formación intelectual muy superior a la media de sus críticos, y una excelente cultura. Lo que pasa es que no saben "recitar" lo que "tienen" que decir, son personas pensantes y no un magnetófono. Sin duda deberían hacer un esfuerzo para "aprenderse de memoria" el mensaje que tienen que trasmitir. Pero una cosa es criticar su "balbuceo" y otra ridiculizarlos y tratar de rebajarlos intelectualmente.

En el caso de Ana Palacio se mezcla el asunto del representante del Estado Español ante las Naciones Unidas. En un artículo reciente se compara el hablar claro del funcionario con el balbuceo de la ministra. Y aquí estamos ante un caso de ligereza, que en otros caso es virtud, del periodista. Un ministro forma parte de un conjunto, el Gobierno, que elabora una serie de medidas, y que el ministro debe comunicar al resto de los mortales. Un representante en un organismo internacional debe limitarse a trasmitir los mensajes de la autoridad, el gobierno, que le nombró. El ministro elabora, en parte, el mensaje y lo trasmite; el representante sólo trasmite. En ambos caso el mensaje debe ser trasmitido con fidelidad.

En el caso que nos interesa el mensaje, los mensajes, que trasmite la señora ministro, son correctos y fieles, aunque lo haga "balbuceado", como dicen algunos periodistas. Sin duda la forma es mejorable, nada más. El representante ante el organismo internacional emitió un mensaje, que era una opinión personal sobre un asunto político que correspondía a su cargo, eso sí, en un lenguaje correcto.

Los ministros y los representantes del Estado tienen una limitación en su libertad de expresión, que compensa su parcela de poder; deben en todos los casos indicar claramente, al hacer una declaración, lo que es una opinión personal y lo que es un mensaje del Gobierno; el hacerlo o no es cuestión de moral profesional y personal.

La "falta" de la señora ministro es gramatical, la pena máxima es de "diez minutos de cara a la pared". La "falta" del representante ante un organismo internacional es profesional, el castigo es una amonestación y perder unos días de vacaciones.

Cuando se hace una critica a algo hay que tener en cuenta dos cosas: qué es lo que se critica y en nombre de qué se critica. En este asunto hay un tema gramatical y otro profesional; siempre se debe tener cuidado de no sumar, o restar, peras y manzanas, aunque ambos sean frutos. Y hay por el otro lado un juicio estético y otro ético, y siempre es necesario distinguir lo uno de lo otro. Por eso de "juntos pero no mezclados".

Hay que criticar a las autoridades, pero hay que saber hacerlo para que surta el máximo efecto.


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