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La elección de Josu Jon Imaz para presidir el Euzkadi Buru Batzar (EBB) permitirá a los amigos del PNV hablar de las dos caras del partido, al igual que los kremlinólogos festejaban a cada nuevo secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética como aperturista. Y para reafirmar esta pintoresca opinión se mostrará a su adversario vencido, a Joseba Egibar, el burukide que dijo que España le daba más miedo que ETA y que ha sido uno de los enviados habituales del partido en las reuniones con los etarras. En consecuencia, añadirán quienes desean hacer méritos para recibir el premio de Amigo de los Vascos, Madrid debe olvidar su cerrazón mesetaria y tender una mano al nuevo dirigente.
 
La misma reacción se produjo cuando el PNV presentó por primera vez a Juan José Ibarretxe como candidato a lendakari. Entonces se dijo que Ibarretxe era un economista sin vocación política, más dúctil y comedido que Javier Arzallus. La juventud y la labor gubernamental de Imaz inducirá a más de uno a creerse que el nuevo presidente del EBB es un hombre dialogante. Probablemente, ni la terquedad de los hechos hagan cambiar de opinión a estos profetas. Imaz, que cumplió los 40 años en septiembre, ha ascendido tan deprisa en el PNV porque ha colaborado en la implantación de la línea separatista y la alianza con ETA planteada por Arzallus y Egibar. A la vez, ha apoyado el plan de Ibarretxe.
 
Pero la sustitución de Arzallus supone todo un relevo generacional en el PNV. A partir de ahora, los principales cargos en el partido y en la Administración que éste gobierna están desempeñados por una nueva generación. Aparte de Ibarretxe y de Imaz, están Íñigo Urkullu, presidente del Bizkai Buru Batzar, José Luis Bilbao, presidente de la Diputación de Vizcaya, y Andoni Ortuzar, director general de la televisión EITB. Todos ellos tienen en común su edad, entre los 40 y los 50 años, y sus orígenes. Son personas que han vivido en y del partido desde la adolescencia. Las cuadrillas de amigos, los bares de poteo, las novias, los trabajos... Todas sus relaciones sociales y laborales dependen del PNV, un partido-comunidad que acoge desde la cuna hasta la tumba.
 
A diferencia de Arzallus, Garaikoetxea o Iñaki Anasagasti, los nuevos dirigentes del PNV no han vivido nunca en una sociedad en la que hayan sido minoría ni han tenido que convencer a los demás. Eran jóvenes cuando sus padres se adueñaron del País Vasco y ahora lo heredan. Son incluso más fanáticos que sus mayores; José Luis Bilbao, por ejemplo, llamó “guarros” a los miembros de ¡Basta Ya! que en diciembre de 2002 participaron en una manifestación contra ETA.
 
Por otro lado, desconocen completamente la realidad hasta el punto de que nunca han estado en paro; nada más terminar los estudios universitarios empezaron a trabajar en organismos oficiales o en empresas que contrataban con la Administración. Semejante aislamiento, común en todas las oligarquías partidistas, como las nomenklaturas comunistas y la dictadura iraquí, conduce a que cometan barbaridades con tal de mantenerse en el poder; en unos casos la invasión de Afganistán o la guerra contra Estados Unidos, y en éste el pacto con ETA.
 
Sin duda, losburikidescreen que sus vecinos les están muy agradecidos por todo lo que hacen por Euzkadi, de la misma manera que creen que las empresas vascas exportan el 70% de su producción, como les indicó Arzallus en una célebre entrevista. Por eso, ellos, que no tratan con clientes de Madrid ni de Zaragoza, ni de Málaga, piensan que pueden desprenderse de Maketania. Cuanto más corren hacia una meta que adivinan cercana, más asustan a numerosos profesionales y empresarios; quizás éstos les pongan la zancadilla.

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